Senamhi: alerta roja por fuertes vientos y lloviznas

Paridad y alternancia, ¿por qué?

La violencia de género también se da en forma de acoso político, reduciéndose a la mínima expresión la participación de las mujeres en la vida política.

En tiempos de coronavirus, las restricciones de movimientos, las calles vigiladas, la ausencia de aglomeraciones y hasta el miedo al contagio han reducido la delincuencia en todo el mundo. Sin embargo, aumentaron la violencia doméstica y los asesinatos de género. La plaga del machismo se anida en los confinamientos y le arrebata con mayor crueldad la dignidad y hasta la vida a las mujeres, dentro de sus propios hogares, donde se supone que deberían estar más seguras.

Solo iniciando la cuarentena, en Colombia un hombre mató a balazos a su mujer, a la cuñada y a la suegra en la vivienda que compartían. Una argentina de 37 años fue encerrada en su departamento y quemada viva. Una mexicana de 28 años fue violada y estrangulada. En Chile, las llamadas a líneas de atención a víctimas aumentaron un 500 por ciento, al igual que en países tan lejanos como la musulmana Jordania o Ucrania, donde el 8 % de las mujeres manifestaron haber sido abusadas sexual o psicológicamente por sus parejas en los últimos 12 meses.

En el Perú, a fines de mayo, el premier Zeballos anunció 18 casos de feminicidios recientes y la atención de casi cuarenta mil llamadas de violencia doméstica en la Línea 100, de las cuales 77% reportaron como víctima a una mujer. Un 20 % de las llamadas se referían a abusos en contra de una niña, un niño o algún adolescente. En ese momento, el premier refirió que ello revelaba que el agresor “estaba en casa”.

La violencia doméstica es la pandemia perpetua enquistada por siglos en nuestra sociedad, que muchos no quieren reconocer. Es el resultado del sistema social donde la mujer sigue relegada al no darse las condiciones necesarias (en el caso de Perú, en todo el territorio nacional) para que se eduque y logre independencia económica; es el sistema que justifica que ella haga cuatro o siete veces más tareas domésticas en comparación a las que hace el marido, a pesar de que ambos salen a la calle para generar ingresos.

La violencia de género también se da en forma de acoso político, reduciéndose a la mínima expresión la participación de las mujeres en la vida política. A pesar de que nuestra población la conforman 49% varones y 51 % mujeres, estas son menos del 30 % en el Congreso, menos del 5 % en alcaldías municipales y 0 % en gobernaciones regionales. Estudios sobre las elecciones 2016 y 2018 de la Defensoría del Pueblo han evidenciado un altísimo índice de acoso político, sobre todo en provincias, en contra de las mujeres que quisieron participar.

Se sabe que, a mayor presencia de la mujer en las cuotas de poder, mayor entendimiento y atención se daría al tema desde el Estado; por ello la importancia de impulsar desde ya paridad y alternancia. Así se incrementaría a 50 % la participación de las peruanas desde las próximas elecciones 2021 y no esperar al 2031 que fue lo que aprobó el Congreso defenestrado.

Comencemos en casa criando a nuestros hijos sensibles a esta realidad, empoderando a nuestras hijas. Apoyemos a otras mujeres orientándolas e incluso ayudándolas a denunciar si sufren algún tipo de violencia. La indiferencia de una mujer frente al abuso o atraso de otra es un enemigo que también deberíamos combatir.

La República

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