Así quedó la tabla de posiciones del grupo A en la Libertadores

La orquesta del Titanic

.Lo que urge es construir un diálogo y un consenso para lograr un crecimiento económico que respete la vida.

Duras semanas estas. La pandemia y el desempleo se prolongan más allá de lo previsto. Los bonos no son duraderos ni verdaderamente universales.

Los “pobretólogos” definen y ubican a los pobres. Por desgracia, no existen “ricólogos”, a pesar de que los ricos pueden resultan algo más fácil y más curioso (como el mundo de Julius) para analizar. De todas maneras, hay que reconocer que el MIDIS debe haber identificado a más del 90% de los pobres. Un avance grande, claro, pero insuficiente.

Sería más fácil un bono universal del cual se excluya a los no pobres, en vez de partir por focalizar a los pobres, que son escurridizos por la naturaleza misma de la informalidad. La informalidad luce como una “enfermedad” de pobres.

Habrá dificultad para distinguir a los no pobres, pero, se puede lograr a partir de listados de la SUNAT, los registros públicos, el Ministerio de Trabajo. Es lo que se ha propuesto. Cubriría mejor al universo de los peruanos.

Así, con la misma cantidad de plata destinada a los bonos, se podría establecer un Ingreso Básico Universal (IBU), provisional, algo menor para cada uno y por más meses. Similar a lo que propone, aunque de modo permanente, el Foro Económico Mundial, de Davos, en razón de que cada vez más los robots sustituirán a las personas en el trabajo. Y a lo que ha planteado Thomas Piketty, desde Europa. El IBU estimula la demanda y, por lo tanto, reactiva la economía. Muy importante, en el fragor de epidemias y cuarentenas.

Hace décadas que los asalariados defienden el Salario Mínimo Vital (SMV). Este salario corresponde al derecho de los que trabajan a recibir una retribución que asegure subsistencia con dignidad.

En tiempos en que predomina la informalidad, se dice que hay que olvidarse del SMV, porque solo beneficia a una parte menor de la Población Económicamente Activa (PEA), la parte formal. Se demanda no proteger a los asalariados formales, para no perjudicar a los informales. Y que los informales se contenten por mientras (¿mientras?) con lo que tienen, o sea un trabajo precario. Para que se vuelvan formales. Lo que no sucede casi nunca.

Así, se perjudica a unos y a otros. Nuestra informalidad no es pasajera, sino crónica. Corresponde a un modo de crecimiento, que en el Perú se forzó a partir de 1990. Formalizar por la vía de disolver los derechos de los formales significa que todo cambie para que todo siga igual.

A diferencia del SMV, que solo se aplica a una parte menor de la PEA y que se funda en el derecho al trabajo, el IBU corresponde a todos y se asocia al derecho a vivir y sobrevivir.

Es claro que la economía peruana no podría, por ahora, financiarlo de modo permanente. Por eso, tendría que ser solo temporal, por los meses que dure la crisis. Para volverse permanente más adelante. Y estar presente en las próximas pandemias.

Lo que urge es construir un diálogo y un consenso para lograr un crecimiento económico que respete la vida. Si no avanzamos en esta dirección, estaremos como la orquesta del Titanic: tocando música mientras el barco se hunde. Con la orquesta a bordo, por supuesto.

Rafael Roncagliolo

Cara al futuro

Rafael Roncagliolo. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.


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