Al pie del cañon

Me inicié en el periodismo muy joven. Alcancé a cubrir las últimas grandes protestas universitarias y sindicales en las que la represión policial era extremadamente agresiva y los periodistas no éramos ajenos a golpes y abusos. Cubrí asesinatos y atentados en Lima y otras regiones del país convulsionadas por la violencia política que desató el terrorismo.

Eran épocas duras en las que los equipos periodísticos intentábamos cuidarnos y defendernos. El miedo era inevitable, miedo de no volver a casa porque te alcanzara la bala de un terrorista o te matara un bombazo. Todo periodista sabe que esa es la naturaleza del trabajo, nadie pretende ser un mártir, pero todos queremos el registro de la historia.

Hace algunos años que estoy alejada del periodismo activo, pero es indudable que los hombres y mujeres de prensa enfrentan hoy una situación inédita y de un riesgo sin precedentes. Conversando con varios amigos, aún en medios, concluyo en que el sentir es uno: les asusta enfermar, por supuesto, pero lo que más les aterra y desestabiliza es la posibilidad de llevar la enfermedad a casa, a sus familias, a sus seres más queridos. Eso les da más pánico que morir.

La última semana dos destacados hombres de prensa fallecieron a causa del Covid-19, y otros tantos se han infectado. Sé que muchos seguirán al pie del cañón y que, aunque tardíamente, algunos medios les proporcionan los implementos para aminorar la posibilidad de contagio, lo que necesitan saber es que sus empleadores estarán ahí para cuidar de ellos y también de sus familias. No los abandonen, no los defrauden.