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Momentos cruciales

“Es comprensible que la derecha económica sea conservadora. Claro, no quiere cambiar nada para que nada cambie. Y que no se confronten ideas”.

En enero, antes de la pandemia, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, recomendó elevar la tasa del impuesto a la renta de los sectores más pudientes para reducir la brecha entre los pobres y los ricos, sin dañar el crecimiento.

Y hace pocos días, el FMI recomendó explícitamente, ya no un aumento en la tasa del IR, sino un impuesto a la riqueza, lo que, dice Business Insider, “constituye un cambio radical en la institución que impulsó durante mucho tiempo las rebajas de impuestos como elemento clave de sus políticas para los países en desarrollo” (1).

El mundo está cambiando, entonces. Y se ha vuelto común decir que todo será diferente. Que se debe impulsar políticas para mejorar los sistemas de salud, de educación y seguridad. Y que también se debe priorizar la lucha contra el cambio climático.

En síntesis, se piden nuevos roles del Estado y el mercado. Que vuelva el Estado de Bienestar, impulsado en los años 30, pero rechazado por el neoliberalismo de los 80 y del Consenso de Washington. Se pide terminar con el “fundamentalismo de mercado” y discutir la dosis de Estado y mercado que necesita cada país.

El problema acá es que cuando, por ejemplo, se plantea reformar las AFP para tener mejores pensiones (que el FMI también impulsa), la propuesta es retrógrada, populista, velasquista.

Igual cuando se plantea la diversificación productiva, para dejar de depender de los precios de las materias primas, impulsar nuevos motores de crecimiento, tener mayor empleo y menor informalidad. Dicha política, apoyada por el FMI (otra vez), por el Banco Mundial y por el BID, y que impulsó Piero Ghezzi en el 2014, fue rápidamente liquidada por el gobierno de PPK.

Y también se miente. Por ejemplo, cuando se dice que en Talara se invierte dinero que debería ir a salud y educación. Ese dinero no viene del Tesoro; lo asume con su propio flujo de caja Petroperú, como Codelco en Chile y Ecopetrol en Colombia. Pero aquí el dogma, y la Constitución, dicen que no puede haber empresas públicas. Así, se cierran los espacios para los consensos.

También se miente cuando se dice que Petroperú subiría los precios para pagar la refinería. No. La Pampilla de Repsol tiene 40% del mercado y los importadores (Pure Biofuels, Mobil) el 15%. Imposible fijar precios. Pero no se dice que los mayoristas y minoristas, incluidos los grifos, elevan hasta en 30% los precios al consumidor. ¿Por qué? Porque “así es el mercado”. En Colombia toda la comercialización se sujeta a la Ley 1819 del 2016. ¿Duque velasquista?

Pero los subsidios sí “pasan piola” cuando los terrenos ganados por las grandes irrigaciones costeras (más de US$ 7,000 millones del Estado) son vendidos a “precio huevo” a los nuevos terratenientes. Lo mismo cuando los grandes agroindustriales siguen pagando 15% de impuesto a la renta (hace rato que Camposol, Drokasa y Virú no necesitan muletas). ¿Y las exoneraciones a la minería, a los casinos, y a los seguros de vida? Bien, gracias. Recordemos que, ya en el 2003, Apoyo presentó un informe recomendando la eliminación de muchas de las exoneraciones tributarias. ¿Por qué hasta ahora cero balas?

Para terminar, los cambios radicales (FMI dixit) requieren capacidad de reflexión y autocrítica. ¿Qué se hizo bien? Bastantes cosas. ¿Qué estuvo mal? Idem. ¿Qué debe continuar, mejorar o cambiar? Esa es la discusión. Es comprensible que la derecha económica sea conservadora. Claro, no quiere cambiar nada para que nada cambie. Y que no se confronten ideas.

Justo ahora que todo necesita ser repensado para enfrentar el inexorable, y bienvenido, cambio.

(1)shorturl.at/gmpKQ FMI, ver página 2, https://www.imf.org/~/media/Files/Publications/covid19-special-notes/Spanish/sp-special-series-on-covid-19-tax-issues-an-overview.ashx

La República

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