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El baile de los que sobran

“Si en sus inicios el modelo capitalista atrajo a la población del interior del país a la capital, el neoliberalismo, en su ocaso, la está ahuyentando”.

Toda migración es la respuesta a una estructura económica y social excluyente. Marcharse es darle la espalda al sistema, tal como lo vienen haciendo cientos de familias peruanas que escapan de Lima a pie no solo del coronavirus, sino de la falta de recursos para afrontarlo. Desde la mirada del mercado, quizás esa imagen esté dentro del margen de error estadístico. Políticamente representa un golpe durísimo al modelo.

Señalar culpables es necio y poco riguroso, pero sabemos que es la herramienta más fácil para aparecer en la foto y luego endilgarse logros que justifiquen labores mediocres. Más bien, ahora más que nunca, es claro e incuestionable que todos estos problemas desnudan el fracaso absoluto del modelo neoliberal. Lo dijo el Financial Times en medio de la pandemia, lo dijo la Business Roundtable hace unos meses. Si en sus inicios el modelo capitalista atrajo a la población del interior del país a la capital, el neoliberalismo, en su ocaso, la está ahuyentando. ¿Seguiremos creyéndonos eso de no más cuerdas separadas, pero siempre con menos Estado y más mercado?

Benedetti dijo que un pesimista es solo un optimista bien informado. Resulta ingenuo pensar que somos una sociedad con la capacidad de reflexionar de manera colectiva e implementar cambios radicales tras el coronavirus. Si fuera así, como sociedad, ya hubiéramos hecho innumerables cambios tras el terrorismo, el terremoto de Pisco, los numerosos fenómenos de El Niño, las permanentes heladas y friajes y hasta las múltiples muertes por la inseguridad ciudadana, el transporte público o la violencia de género.

En nuestro país, eso de que el coronavirus no distingue el bolsillo de las personas no es tan cierto. Acá está claro que los que poseen mayores recursos, viviendas más cómodas y espaciosas y más acceso a mecanismos de protección e información, tienen más posibilidades de evitar contagiarse. En el Perú neoliberal, después del martillazo frente al coronavirus, devino el baile de los que sobran, la marcha de los excluidos. Quizás sea el desencanto de estos tiempos, pero los cambios no serán muy radicales y se darán en aspectos puntuales, inevitables y estrictamente necesarios.

Entonces, si queremos romper la inercia que consta en nuestra evidencia histórica, más aún en nuestro bicentenario, aquellos que siempre guardamos esperanzas de un cambio, deberíamos lograr, dentro del marco democrático, asegurar por lo menos la salud, la educación y la reforma política, esta última imprescindible para escoger mejor a nuestros gobernantes. Sin ello, tendremos la certeza de que no hemos avanzado nada como sociedad tras la pandemia.

La República

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