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¿Cómo se gesta un fraude electoral?: las maniobras de Ortega para seguir en el poder

Especialistas explican cómo la coacción hacia los votantes y hacia la oposición ha configurado un escenario que valida al exguerrillero Daniel Ortega como presidente de Nicaragua por los siguientes años.

Daniel Ortega erige su cuarto mandato consecutivo en medio de la polémica. Foto: composición LR / Fabrizio Oviedo
Daniel Ortega erige su cuarto mandato consecutivo en medio de la polémica. Foto: composición LR / Fabrizio Oviedo

De acuerdo con la RAE, un fraude es un acto tendente a eludir una disposición legal en perjuicio del Estado o de terceros. En ese contexto, en las elecciones del último domingo en Nicaragua ocurrió un panorama semejante: con escasa afluencia, sin observadores internacionales y con una competencia opositora tras las rejas, Daniel Ortega obtuvo un 75% de los votos y se posicionó en su cuarto mandato consecutivo.

La coacción no solo estuvo dirigida hacia los demás candidatos —siete detenidos, entre ellos Cristiana Chamorro, la contrincante favorita en las encuestas—, sino también hacia los más de 30 representantes civiles y políticos de diferentes corrientes: estudiantes, empresarios, campesinos, defensores de derechos humanos, analistas y periodistas. Todos ellos están encarcelados desde hace cinco meses en El Chipote, una prisión calificada como un campamento de lágrimas.

Francisco Belaúnde Matossian, analista político internacional, recuerda que en el 2018 la historia de Nicaragua estuvo manchada por la muerte de 300 personas. “La represión fue brutal, la población está intimidada”, sostiene. Por su parte, Eduardo Dargent Bocanegra, doctor en Ciencia Política, afirma que hace tiempo ya no hay una competencia electoral. “Lo que ha pasado es que no ha habido una elección real. Desde hace años, queda claro que el régimen de Ortega se ha convertido en una dictadura abierta en la que solo él puede competir”, sentenció.

Alarma en las calles

Según la Organización Urnas Abiertas y el Observatorio Ciudadano, entre el viernes y el domingo, 21 personas fueron detenidas. Frente a este panorama, la Alianza Cívica, una coalición de oposición, denunció hostigamiento, vigilancia, intimidación, asalto, ataques, detenciones ilegales y arbitrarias hacia algunos de sus partidarios.

En esta línea, Dargent señala que “hay sistemas de control no solo en las elecciones, sino persecución judicial, persecución penal, tradicional en América latina y que lamentablemente no tiene ideología”. Añade que “cualquier demócrata que diga creer en la democracia tiene que escandalizarse frente a lo que se está viendo en Nicaragua”.

Esta coacción de la que habla el especialista no es nueva ni para el país ni para América Latina, así lo indica también Belaúnde. “La opinión pública está en contra de lo que ha ocurrido, pero la población está intimidada por la ola represiva. Lo que pasó en 2018 ha alejado un poco a la gente de las calles, de la protesta”.

La abstención que no se dio a conocer por los medios de comunicación oficialistas sí fue destacada por Urnas Abiertas. La organización aseguró que sus 1.450 observadores repartidos a lo largo del país promediaron un 81,5% de privación del voto. Asimismo, en la última encuesta de CID-Gallup, la firma con mayor credibilidad en Nicaragua, se contabilizó que un 65% de la población dijo que, en caso de elecciones libres, votaría a favor de cualquiera que no fuera Ortega y solo el 19% dijo que apoyaría al comandante sandinista.

Las escasas medidas que pudo tomar la población

Distintos sectores de la ciudadanía se unieron para pedirle a la población que se quedara en casa y que no realizara actividades de fin de semana —pasear, usar el transporte, asistir a restaurantes o entrenar— con la finalidad de que no hubiera un contexto de normalidad. Así, mientras que a través de las pantallas estatales se transmitían imágenes de largas filas frente a las urnas, los medios de comunicación independientes intentaban mostrar la realidad de los comicios: plazas y colegios vacíos.

“La población casi no ha ido a votar, la participación ha sido menos del 20%, pero parece que al régimen lo que le interesa es mantener el poder sobre la base de la represión y una farsa electoral que sabe que nadie se la cree, salvo sus propios partidarios”, asevera Belaúnde.

El experto internacionalista asegura que la elección no solo está deslegitimada por este miedo masivo, sino también por “todo lo que ha venido ocurriendo desde hace varios meses para eliminar a todos los candidatos que pudieran hacerle competencia real a Daniel Ortega”.

De espaldas al bienestar común

“El viejo argumento de la izquierda latinoamericana, que en realidad ya es una caricatura, se utiliza para proteger a grupos de interés que van directamente contra los sentimientos mayoritarios de las personas”, señala el politólogo Dargent, quien también advierte que el Gobierno de Nicaragua “se ha convertido en una camarilla corrupta, incapaz de gobernar para la mayoría. Incluso en su forma de afrontar la salud pública, la educación pública. Va contra los valores centrales de cualquier izquierda que se quiera dar a respetar”.

Asimismo, hace un repaso por los antecedentes de estas elecciones y alega que la coacción de los ciudadanos existe desde hace tiempo. “El hecho de que no haya candidatos lo demuestra. Parte de la democracia es también entender que hay una pluralidad de ideas y que a veces quien gana el poder no comparte esas ideas. Aquí hay una concepción de que la gente, si vota en contra de nosotros, está equivocada. Yo represento realmente al pueblo y no importa que sea un porcentaje minúsculo el que vaya a votar. Es una farsa, una enorme farsa que intenta usar la democracia y el voto para justificarlo, pero no lo cree nadie”, concluye el experto.

Reacción internacional

Desde Caracas, el presidente Nicolás Maduro brindó un discurso y felicitó a Ortega de antemano, asimismo, hizo hincapié en la idea de que “votar este domingo en Nicaragua es votar por la paz”. ”Nicolás Maduro y el gobierno de Bolivia, que también ha saludado esta elección. La democracia en Bolivia también está considerada en una situación de extrema fragilidad”, opinó Belaúnde.

En un anuncio a los medios, el presidente Joe Biden calificó de “autócratas” a la pareja Ortega-Murillo y se refirió a la poca libertad que tuvo la prensa durante la realización de las elecciones. “Cerraron los medios de comunicación independientes, encerraron a periodistas y miembros del sector privado y amedrentaron a las organizaciones de la sociedad civil para que cerraran sus puertas”. “Estados Unidos, en estrecha coordinación con otros miembros de la comunidad internacional, utilizará todas las herramientas diplomáticas y económicas a nuestro alcance para apoyar al pueblo de Nicaragua y exigir responsabilidades al gobierno de Ortega-Murillo y a quienes facilitan sus abusos”, dijo tajante.

En una entrevista para el diario El País, el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, también se pronunció. “No podemos llamarlas ni elecciones. (...) Lo que se ha realizado en Nicaragua ha sido una burla al pueblo, a la comunidad internacional y a la democracia”.

En tanto, el Gobierno peruano se ha sumado a esta ola de rechazo. El Ministerio de Relaciones exteriores emitió un comunicado y señaló lo siguiente. “El Perú ha seguido con preocupación los acontecimientos previos a las elecciones presidenciales y parlamentarias que se desarrollaron el domingo 7 de noviembre en Nicaragua, las que no cumplen los criterios mínimos de elecciones libres, justas y transparentes que establece la Carta Democrática Interamericana, vulneran su credibilidad, la democracia y el Estado de derecho. Merecen el rechazo de la comunidad internacional”.

Correctora web y columnista del espacio Glosario azul en La República. Periodista piurana (Udep) con experiencia en el género argumentativo y narrativo, y en la docencia de la gramática española.