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Colombia: jóvenes voluntarios llevan alivio a cientos de heridos en protestas

La brigada está compuesta por personas entre los 34 y los 18 años. Algunos tienen formación en enfermería o medicina, otros son voluntarios que han aprendido sobre la marcha.

“Hemos usado la camilla como escudo”, relata un enfermero de 24 años que lleva dos semanas atendiendo a los caídos en las barricadas de Bogotá. Foto: AFP
“Hemos usado la camilla como escudo”, relata un enfermero de 24 años que lleva dos semanas atendiendo a los caídos en las barricadas de Bogotá. Foto: AFP

De día son publicistas, youtubers o trabajan en plazas de mercado. De noche esquivan lacrimógenos y bombas aturdidoras para aliviar a los heridos en los choques entre la policía y los jóvenes que protagonizan un inédito estallido social en Colombia.

“Hemos usado la camilla como escudo”, relata un enfermero de 24 años que lleva dos semanas atendiendo a los caídos en las barricadas del Portal de las Américas, una estación de transporte del sur de Bogotá.

Desde el 5 de mayo manifestantes bloquean este punto de la capital colombiana en rechazo a la que denuncian como detención irregular de una decena de ellos. El sitio se conoce ahora como Portal Resistencia y es uno de los símbolos de la agitación social que desde hace un mes envuelve al gobierno del conservador Iván Duque.

“Veía en las noticias a diario la cantidad de heridos y me sentía impotente en la casa (...) decidí un día tomar mi botiquín y salir a ayudar”, relata a la AFP una jefa de enfermería de 34 años que prefiere no dar su nombre por seguridad.

En un mes de protestas han muerto 46 personas, la mayoría civiles según la Defensoría del Pueblo. La fiscalía ha establecido que 15 de los casos tienen nexo directo con las manifestaciones, pero la ONG Human Rights Watch afirma tener “denuncias creíbles” sobre 63 muertes, 28 relacionadas con la crisis.

Los jóvenes manifestantes exigen “que cesen las noches de terror”. Foto: AFP

Los jóvenes manifestantes exigen “que cesen las noches de terror”. Foto: AFP

El 24 de mayo, Armando Álvarez, un médico que prestaba atención a los manifestantes en la ciudad de Cali, fue asesinado a tiros a la salida de su trabajo. Ante episodios como esos, los voluntarios se guardan en el anonimato.

Desde una vivienda, vecinos iluminan una cancha de baloncesto donde la enfermera improvisa su consultorio. Mientras tanto un puñado de rescatistas se lanza hasta la primera línea, donde manifestantes armados con piedras y escudos de madera y hojalata se enfrentan a policías antidisturbios.

Llegan personas asfixiadas por los lacrimógenos o golpeadas con canicas, perdigones y bombas aturdidoras lanzadas por la policía. Los casos más graves son las lesiones en cara y ojos. La alcaldía de Bogotá reporta 33 de estas lesiones.

Los jóvenes manifestantes, que a diario llenan las calles para denunciar abusos policiales y exigir un Estado más solidario ante el agudo deterioro económico y social que trajo la pandemia, exigen “que cesen las noches de terror”.

En el día ocupan la entrada de la estación de transporte. Cantan arengas, pintan la plaza aledaña y mantienen una olla comunitaria con donaciones. Cuando cae la noche, llegan encapuchados que la emprenden a piedra contra la instalación. Los uniformados reaccionan con gases y aturdidoras. Una docena de manifestantes resisten el embate en la llamada “primera línea”.

La brigada está compuesta por una docena de personas entre los 34 y los 18 años. Algunos tienen formación en enfermería o medicina, otros son voluntarios que han aprendido sobre la marcha o con familiares.

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