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Otilia, la monja de 85 años que reparte comida a indigentes en España

Cada mañana sale a la calle con su hábito, dispuesta a aportar su grano de arena entre los más pobres, haga sol o llueva, en un año marcado por la crudeza de la crisis sanitaria en el país.

La monja gallega lleva una década y media dando esperanza a los más pobres. Foto: EFE
La monja gallega lleva una década y media dando esperanza a los más pobres. Foto: EFE

Otilia es una monja gallega, y a sus 85 años, se ha convertido en una suerte de ángel de la guarda de los sintecho de la ciudad de Ourense (España), en especial en este año marcado por la dureza de la pandemia del coronavirus, que amenaza con agravar todavía más la situación de esas personas que están en riesgo de exclusión social.

Cada mañana esta mujer sale a la calle con su hábito, dispuesta a aportar su grano de arena entre los más necesitados, haga sol o llueva, labor que no le resulta ajena después de década y media dando esperanza a los más pobres.

Basta acercarse cualquier mañana sobre las once por las calles del casco histórico para conocer la labor desinteresada que realiza esta monja franciscana, quien reparte las piezas de pan, fruta o cualquier otro alimento con la ayuda de su carrito, el que empuja con tesón.

“Reparto desde que llevo jubilada. La comida que sobra, fruta, pan, todo lo que hay la llevo al día siguiente para repartir”, explicó Otilia, consciente de que su labor es, si cabe, todavía más importante en este año de pandemia marcado por la crisis económica, sanitaria y social.

Haciendo suyo el dicho de que “con agua y pan no muere nadie”, regala en cada entrega un poco de conversación a estos ciudadanos, quienes se muestran agradecidos por ese pequeño gesto, que puede suponer comer ese día.

“Reparto desde que llevo jubilada. La comida que sobra, fruta, pan, todo lo que hay la llevo al día siguiente para repartir”, contó Otilia. Foto: EFE

“Reparto desde que llevo jubilada. La comida que sobra, fruta, pan, todo lo que hay la llevo al día siguiente para repartir”, contó Otilia. Foto: EFE

Desde que comenzó la pandemia, las colas del hambre se han disparado no solo en Ourense sino también en el resto de ciudades gallegas y en España.

El perfil de personas que acuden a estas entidades, como Cáritas o Cruz Roja y grupos parroquiales, ha cambiado y ya se estima que casi la mitad de personas que pasar por estas instalaciones “nunca” había tenido que solicitar este tipo de ayudas.

El perfil que llega es similar, y a las personas vulnerables ahora se suman casos de familias que se han encontrado con esta situación “sobrevenida” y “sin capacidad de ahorro”, contó la coordinadora provincial de Cruz Roja, Marisa Casero.

Cada mañana Otilia sale a la calle con su hábito, dispuesta a aportar su grano de arena entre los más necesitados. Foto: Atlántico Diario

Cada mañana Otilia sale a la calle con su hábito, dispuesta a aportar su grano de arena entre los más necesitados. Foto: Atlántico Diario

Trabajadores en Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), personas que se ha quedado sin trabajo o con un empleo en precario son solo algunos perfiles que han recibido en este año “complejo”, en el que se han multiplicado las necesidades básicas de alimentos o higiene, prosiguió.

En la misma línea, Óscar Diéguez, coordinador del programa de acogida integral y empleo de Cáritas, coincide en que el perfil ha cambiado “bastante” por la COVID-19.

En su caso, reconoce que cerca del 45% de personas “nunca” había tenido que recurrir a este tipo de ayudas. “Hay personas que están trabajando o en ERTE y que están teniendo problemas para cobrar la prestación”, señaló.

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