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El balance del viaje de Francisco a Irak

El sumo pontífice visitó un país devastado por cuatro décadas de guerra, con el mensaje que, en la tierra de Abraham, debe existir una sola familia, la de musulmanes, judíos y cristianos.

El papa quiso hacer presencia en aquellos lugares donde el islam se ha deformado hasta adoptar una forma virulenta y extremista. Foto: AFP
El papa quiso hacer presencia en aquellos lugares donde el islam se ha deformado hasta adoptar una forma virulenta y extremista. Foto: AFP

Por: Hernán Alejandro Olano García.

No solo para cumplir una promesa incumplida por causa de la guerra, que frustró el viaje de Juan Pablo II a Irak en 1999, sino porque verdaderamente quiere tender lazos de entendimiento y abrigar con su palabra a los cristianos de Irak, Francisco desarrolló su 33.° viaje internacional, a pocos días de cumplir ocho años de su pontificado, no solo en medio de un país con los más altos niveles de contagio por la COVID-19, sino también devastado por cuatro décadas recientes de guerra y desolación, así como aquejado él mismo por una ciática que este año lo ha llevado a cancelar varios eventos en Roma.

Bajo el amparo de la frase Assalam lakum, la paz sea contigo, el Obispo de Roma se declaró “peregrino penitente”, para implorar al Señor perdón y reconciliación, afirmando que, en la tierra de Abraham, debe existir una sola familia, la de musulmanes, judíos y cristianos.

Como en todos sus viajes, encomendó los frutos de la visita en la Basílica de Santa María La Mayor, ante el ícono de salus populorum Romanun y, ya una vez en el aire, acompañado de 74 periodistas de 15 nacionalidades, 14 de los cuales acompañaban por primera vez un viaje pontificio, remitió, como es tradición, un telegrama a todos los jefes de Estado de los países sobrevolados: A Sergio Matarella, presidente de la República Italiana; a Katerina Sakellaropolou, presidenta de la República Helénica; a Nicos Anastasiades, presidente de Chipre; a Reuven Rivlin, presidente del Estado de Israel; a Mahmoud Abbas, presidente del Estado de Palestina; y a Su Majestad Abdullah II, rey de Jordania.

Francisco en realidad es un líder indiscutible que se metió en el interior de la ballena, así como Jonás, quien fue expulsado de las entrañas del cetáceo mamífero en las costas de Irak, para llevar a Nínive la palabra de Yahvé.

Luego de muchos años de terror y de barbarie en Irak, la caída del Estado Islámico marcó la vuelta a esa tierra de un reducido grupo de cristianos, que junto con los que se quedaron y fueron robados, amenazados, asesinados, crucificados —sus hijas y mujeres, violadas y ultrajadas—, así como esclavizados, sometidos a trabajos forzados, y sus casas arrasadas por los yihadistas del ISIS, tan solo suman el 1% de la población, cerca de 400.000, luego de que hace cuarenta años la cifra de cristianos fuese tres veces mayor.

Desde agosto de 2014, cuando las hordas del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) tomaron Mosul, con una campaña sistemática para erradicar la presencia de todo aquello que fuese considerado no islámico, casi nada ha cambiado frente a lo que Francisco encontró en su recorrido, en esa ciudad, así como en Bagdad, Nayaf, Quaraqosh y Erbil, capital del Kurdistán iraquí, donde ahora solo hay campos de refugiados, mientras que antes cristianos, musulmanes y yazidíes vivían en paz.

El papa quiso hacer presencia en aquellos lugares donde el islam se ha deformado hasta adoptar una forma virulenta y extremista, razón por la cual, en su discurso ante el presidente y el cuerpo diplomático, expresó que el nombre de Dios no es para la opresión y para la guerra, sino para el amor, la benevolencia, la paz y la misericordia.

Recordó a Abraham y a Ezequiel, lo mismo que a los apóstoles Santo Tomás y San Judas Tadeo, evangelizadores de esa tierra de promisión, donde es importante alentar el testimonio de fe, esperanza y caridad, para que Dios permita que caminemos juntos en los valores de la paz, la hermandad, la convivencia común y el conocimiento recíproco.

Francisco no podía dejar de mencionar la pandemia del COVID-19, que marcó con la fragilidad e inestabilidad al mundo entero, pronunciándose acerca de la distribución equitativa de vacunas, pues en Irak no ha comenzado el proceso de inoculación, repensando que, en las crisis, el sentido de nuestra existencia nos debe fortalecer y sacar cambiados para bien o para mal. En una de sus posteriores intervenciones, en Bagdad, el sábado, volvió a hablar de la vacuna contra el virus del desaliento, que a menudo parece crecer en nuestro alrededor, y ese remedio es la esperanza que nace de la oración perseverante y de la fidelidad cotidiana a nuestro apostolado.

“Pensar en lo que nos une y no en lo que nos divide”, así como superar las diferencias que nos llevan a la muerte y a la destrucción, hicieron parte del mensaje para lograr que en Irak se dé un diálogo paciente y sincero, poniendo empeño y compromiso para superar las rivalidades y contraposiciones, así como la pobreza, el desempleo y la falta de reconocimiento de la humana, afectada por la corrupción, contra la cual se debe combatir con el ejercicio de una política sana.

El cristianismo en Irak comprende varios grupos étnicos, entre ellos, armenios, turco-manos y circasianos. Sin embargo, la gran mayoría de miembros de la comunidad cristiana corresponde a los asirios (caldeos, caldeo-asirios o siriacos), casi todos afectados por el conflicto, que para Francisco se supera silenciando las armas, garantizando los derechos humanos y enfrentando las desigualdades económicas mediante el diálogo, la serenidad y la concordia.

¿Cuál es la situación legal de los cristianos? Según la Constitución de Irak, el islam es la religión oficial del Estado y la «fuente principal de la legislación». Conforme al artículo 2.1, está prohibido promulgar leyes contrarias al islam, a los principios de la democracia y a los derechos y libertades fundamentales que recoge la Constitución. El artículo 2.2 protege por igual la identidad islámica de la mayoría de los iraquíes y los derechos religiosos de los cristianos, los yazidíes y los sabeos mandeos. De ahí que el papa, ante el presidente de la República de Irak, Barham Salih, dijera que no puede haber ciudadanos de segunda clase, pues lo que se ha de edificar es una sociedad de solidaridad, concordia y bien común, guiada al camino de sabiduría, justicia y verdad y que luche por la seguridad y los medios para salir adelante, frente a las rivalidades y contraposiciones. Añadió: “La religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios”.

No obstante, pese a la invitación del Gobierno de Irak, que es requisito indispensable para proceder a un viaje pontificio, el Gobierno central ha venido tomando, desde su llegada al poder desde mayo de 2018, una serie de medidas dirigidas a avanzar en la islamización de la sociedad iraquí. Según el más reciente informe sobre la libertad religiosa, “las leyes propuestas en relación con el alcohol, el código de vestimenta delas alumnas de las universidades y el matrimonio con menores de edad llevarían al país en una dirección más islamista, lo que afectaría a las minorías religiosas”.

Si bien la intención del viaje, más allá del riesgo de salud o de seguridad, fue mostrar la cercanía del papa con aquellas comunidades cristianas amenazadas, no dejó de ser sorprendente destinar cuatro días para exponerse al público (o a los terroristas) en algunos de los lugares nombrados en la Biblia que están ubicados en Irak, muchos más que los que se ubican en Israel y en Palestina.

Para el papa Bergoglio, se ha de contribuir por todos los medios a la paz y armonía de Irak, con amor, misericordia y benevolencia, frente a un pueblo atormentado por el dolor durante tantos años.

Las atrocidades en Nínive por parte del Dáesh contra los yazidíes, los cristianos, los chabaquíes y otros grupos, sobre todo chiíes, incluso contra los sunníes, han generado profundas fisuras sectarias, pues el Dáesh es conocido ampliamente por sus impactantes videos de decapitaciones y otros tipos de ejecuciones, tanto de civiles como de soldados, periodistas e integrantes de ONG humanitarias, así como por la destrucción de lugares históricos de herencia cultural. El problema que enfrentan los civiles y cristianos en minoría en esos lugares, tiene que ver con que el Dáesh ha elaborado desde 2015 una lista de sesenta naciones consideradas como enemigas del Estado Islámico, en la cual también está el Vaticano. Por eso, uno de los problemas para hacer razonar a los integristas es la frase del sacerdote Jalal Jako, refugiado en Qaraqosh: “Jesucristo dijo que había que poner la otra mejilla y amar a nuestros enemigos, pero no conocía a los yihadistas del ISIS. Con ellos no hay opción para el diálogo”, pues volver al islam que practicaban los píos predecesores (salafí manhaj) es el camino a seguir para recuperar la gloria del pueblo musulmán en todo su espectro de influencia.

El problema es que, en Irak, la violencia contra las minorías es considerada necesaria para la defensa del monoteísmo (tawhid) y para la lucha contra el politeísmo (shirk) y los infieles (kuffar). El Magíster en Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario Guillermo Ospina afirma que “las acciones del Estado Islámico han sido justificadas como parte del actuar del “buen musulmán” para defender la “religión verdadera” de la idolatría y el politeísmo. Por esta razón, la amenaza del Estado Islámico se origina en el discurso salafista que le brinda las bases teológicas al señalar que existe una guerra en contra del islam, lo que constituye un discurso securitizador (enfoque constructivista para la identificación de las amenazas) de la religión”.

Francisco está siempre dispuesto a arriesgarse por la paz y así, con el único interés de unir en una familia a musulmanes, judíos y cristianos, desde la tierra de Abraham, desea seguir incentivando el diálogo con el islam, así como solicitar protección para los perseguidos y para las minorías. El papa se mantiene fiel a su formación jesuita: viajar a las fronteras de la fe.

Por eso, el sábado, sus palabras fueron contundentes para condenar la injerencia extranjera en Irak, un mosaico asolado por el terrorismo sectario yihadista, basado en el fundamentalismo, donde la gente indefensa, de diferentes religiones, sigue acosada por los extremismos, las facciones y las intolerancias. Por tanto, señaló que allí, debe edificarse la justicia para crecer con la transparencia requerida frente a intereses políticos e ideológicos, así como frente a la pobreza, la desocupación y las persecuciones, poniéndose las bases para una verdadera sociedad democrática.

Para el papa, Irak está llamado a mostrar a todos, especialmente a Oriente Medio, que las diferencias, más que dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil, razón por la cual expresó: “Quien cree en Dios no tiene enemigos que combatir”.

En la Catedral de Nuestra Señora de la Salvación, en Bagdad, Francisco recordó el sacrificio de 53 fieles y de los sacerdotes Thair y Wasin, todos mártires que recuerdan con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas.

Un aspecto crucial de su visita fue el encuentro con el nonagenario Gran Ayatolá Alì Sistani, en Nayaf, la ciudad santa donde está sepultado el imán Ali, yerno y primo de Mahoma. La entrevista con el líder espiritual de los chiitas representó un símbolo de paz, reconciliación y tolerancia dentro del diálogo ecuménico, para el entendimiento interreligioso.

El domingo, por su parte, se pronunció la oración por las víctimas en la plaza de las cuatro iglesias (todas ellas destruidas), donde el papa Francisco recordó que la fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra, convicciones, que, para él, nunca podrán ser acalladas con la sangre derramada por quienes profanan el nombre de Dios recorriendo caminos de destrucción.

En Mosul invitó al diálogo mediante una plegaria por la paz que recoge el sentir de un mundo diverso que aspira a una mejor comprensión, en medio de un tejido cultural y religioso tan rico de diversidad, que se debilita con la pérdida de personas. “Como en vuestras artísticas alfombras, un pequeño hilo salido puede estropearlo todo”, dijo.

En Qaraqos, la antigua Nínive, Francisco agradeció los testimonios de Doha Sabah Abdallah y del padre Jako, haciendo énfasis en que no podemos seguir viendo los signos del poder destructivo de la violencia, el odio y la guerra y, que más bien, debemos contar con el respeto y defensa a la mujer, la paz, el perdón, la fraternidad, la conversión de los corazones, el triunfo de la cultura de la vida, la reconciliación y el amor fraterno, enviando a su vez un mensaje a los ancianos, como modelo a seguir, y a los jóvenes para que no dejen de soñar, no se rindan y no pierdan la esperanza.

La apretada agenda dominical, cerró con una misa en el estadio Franso Hariri en Erbil, ante 18 mil feligreses, donde recordó la Carta a los Corintios de San Pablo: “Cristo es fuerza de Dios y sabiduría de Dios”, para señalar que todos necesitamos la fuerza y la sabiduría de Dios reveladas por Jesús en la cruz, y que la Iglesia de Irak está viva y que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel.

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