Kilómetros transformados en violencia | OPINIÓN

Por: Carolina Guzmán Duclós

La hipersexualización de las que son objeto las mujeres venezolanas, ocasionado por los rasgos llamativos de su fenotipo y a los prejuicios derivados de ellos, ha hecho que en muchos países sean el foco de violencia, acoso y malos tratos por parte de la población masculina.

Las migrantes, que llegan a los países de acogida en Latinoamérica, se enfrentan con un gran problema: la distorsión de la imagen de la mujer venezolana, que suele ser vinculada a la prostitución y actos delincuenciales, al reforzar estereotipos negativos que dificultan el acceso a mejores oportunidades laborales. Esto incrementa y fomenta los casos de abusos hacia ellas.

Ser mujer nunca ha sido fácil, pero ser mujer y migrante mucho menos. De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), Perú es el segundo país con más migrantes venezolanos después de Colombia. El 47.7% son mujeres en Perú, según una encuesta dirigida a la población venezolana que reside en el país (Enpove 2018), realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas e informática (INEI). Colombia tiene 44,1% y Brasil un 45%, en base a datos de la última actualización de la ONU.

Migración invisible

La violencia hacia mujeres ya era elevada en Colombia, Chile, Costa Rica, Ecuador, Paraguay, Perú, Argentina y Uruguay pre-cuarentena, pero, debido a la pandemia por el COVID 19 incrementó, las medidas restrictivas obligaron a las mujeres a convivir con su agresor, según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) en el Perú. Uno de los grupos más expuestos era el de las mujeres venezolanas. Hasta octubre de este año, 72 mujeres venezolanas sufrieron abusos sexuales, físicos y psicológicos, según cifras de la Embajada de Venezuela. La mayoría de los casos no han tenido respuesta de las autoridades, pese a haber realizado la denuncia.

La migración venezolana es un fenómeno sin precedentes en la región latinoamericana, que cuenta con más de cinco millones de migrantes de esta nacionalidad. Según cifras de OIM y Acnur, el impacto de género y el destino de las mujeres migrantes y refugiadas venezolanas muchas veces se vuelve invisible.

Las mujeres venezolanas viven una situación de emergencia que presenta múltiples facetas, como feminicidio, violencia sexual, trata y esclavitud, violencia psicológica, prostitución y explotación laboral, estereotipos hipersexualizados, discriminación y xenofobia, frente a los cuales la voz de muchas se apaga por no tener un espacio ni confianza de las autoridades para denunciar.

En julio del 2019, Manuela Bolívar Rivas, diputada de la Asamblea Nacional por el Estado Miranda, dijo en el diario El Impulso sobre el trágico número de mujeres venezolanas que han sido asesinadas en el exterior, que para ese momento la cifra era de 41 feminicidios, la cual actualmente se encuentra en alza. “Lo que hay sobre este tema es un gran silencio. A las mujeres les quitan su documentación para ingresarlas a redes de trata de personas. 41 venezolanas han resultado asesinadas en el extranjero por esta causa. El 2% de las venezolanas en el exterior de entre 15 y 49 años son sobrevivientes de violencia sexual”, señaló

Por su parte, Humberto Prado, comisionado de Derechos Humanos designado por el presidente (E), Juan Guaidó dijo en una entrevista al mismo diario que “también en el exterior, las migrantes y refugiadas venezolanas se encuentran en una situación de gran riesgo de ser víctimas de redes de tráfico de personas. De hecho, estas mujeres, de llegar a juicio, tienen solo un 4% de posibilidad de obtener una sentencia condenatoria. Esto quiere decir, que sólo 0.000004% de los agresores denunciados responden ante el sistema judicial”.

No es no

Según encuestas del Centro de Justicia y Paz (CEPAZ), el 37.5% de los casos las mujeres venezolanas tenían o habían tenido convivencia con sus agresores, bien sea por matrimonio o por unión. La motivación del agresor en los actos cometidos se presenta el móvil de los celos.

El hecho de sufrir violencia por parte de una persona conocida convierte muchas veces los procesos de denuncia más complicados, sobre todo en países machistas donde se forman estereotipos sobre la mujer a partir de lo que usan o expresan. Por si fuera poco, muchos jueces toman eso como base para otorgar libertad a violadores de mujeres y niñas, argumentando que “ella se lo merece porque actuaba de tal forma”.

Si bien cada país tiene su idiosincrasia, así como sus habitantes, el que una mujer migre no quiere decir que deba cambiar sus formas de vestir, pensar o relacionarse con los otros. La forma de vestirse de una mujer migrante no dar pie a decirle improperios en la calle, ni mucho menos a tener que aguantar abusos ni acoso en centro de labores, bares o fiestas. Si una mujer en general (sin importar nacionalidad), dice “NO”, un hombre lo debe entender. Debido al carácter machista de la sociedad actual, pocos aceptan estas respuestas, lo cual desencadena escenas de violencia y abusos con el fin de satisfacer deseo y causando graves daños a las mujeres.

La Coalición por Venezuela, junto con TTV Solidarity Network, pidió a la ACNUR y a otras agencias humanitarias internacionales a garantizar la protección y el bienestar de las migrantes venezolanas especialmente durante lo que resta de la pandemia por COVID-19.

El resto de la población migrante venezolana, que abarca también a hombres, sigue expuesta al acoso o discriminación hasta el punto de ser deportados y retornados sin garantizar sus derechos.

La pregunta es, si aún continúan en crecimiento las cifras de violencia hacia las mujeres migrantes, ¿las autoridades darán más respuestas?.