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Hay grandes retos que le esperan a la vicepresidenta Kamala Harris

La imagen de la niña negra esperando el bus para ir a la escuela pública hasta convertirse, a los 55 años, en la número dos de EE. UU. dibuja una trayectoria muy exitosa que debe servir de ejemplo a nuevas generaciones.

A market trader shows different currency notes in Caracas on March 10, 2019, during the third day of a massive power outage which has left Venezuelans without communications, electricity and water. - The unprecedented power outage already left 15 patients dead and threatens to extend indefinitely, increasing distress for the severe political and economic crisis hitting the oil-rich South American nation. (Photo by Cristian Hernandez / AFP)
A market trader shows different currency notes in Caracas on March 10, 2019, during the third day of a massive power outage which has left Venezuelans without communications, electricity and water. - The unprecedented power outage already left 15 patients dead and threatens to extend indefinitely, increasing distress for the severe political and economic crisis hitting the oil-rich South American nation. (Photo by Cristian Hernandez / AFP)

Por Antonio Camborda

Cuando tenía 7 años de edad, una niña de tez oscura e hija de inmigrantes esperaba, con su hermanita menor, en una esquina cerca de su casa en Oakland, California, el ómnibus que las llevaría a la escuela. Esa imagen, guardada en los recuerdos de Kamala Harris, ahora con 55 años, impulsó la decisión de millones de ciudadanos para llevarla, con sus votos, a la vicepresidencia de Estados Unidos.

Es la primera mujer que ocupará ese cargo. Y es al mismo tiempo la primera de ascendencia africana e hindú que lo hace. Y, si de niña cuidó con esmero a su hermana menor Maya, ahora ella será el brazo derecho del presidente Joe Biden para llevar adelante sus planes, especialmente aquellos que buscan “sanar las heridas” de una nación dividida por culpa de Donald Trump.

El cargo de vicepresidente en Estados Unidos no es tan “honorífico” como en la mayoría de países. En EE. UU. ejerce funciones de mucha responsabilidad. En la práctica, dirime la votación en el Senado cuando hay empate y coordina muchas funciones gubernamentales.

Al momento de escribir esta nota, precisamente se están esperando los resultados de las elecciones de senadores en Georgia, y todo hace presumir que los demócratas ganaron dos senadores más, produciéndose un equilibrio de 50/50 con los republicanos.

Hay expectativa por ver a la vicepresidenta ejerciendo sus funciones y colaborando con el presidente Biden para destrabar las amarras que le dejará la administración Trump.

La vida de Kamala Harris siempre ha estado jalonada por el éxito, y siempre ha sido la primera en todo: primera fiscal de distrito de todo San Francisco, primera mujer negra de California en ser elegida fiscal general y primera afroamericana en ser nominada por uno de los grandes partidos políticos para un cargo nacional.

A esas posiciones se suma la de haber sido la segunda senadora negra que había en Estados Unidos hasta su elección como vicepresidenta.

Kamala Harris nació en Oakland, California, en el seno de una familia de inmigrantes: su madre Shaymala Gopalan, originaria de India, profesional de la salud, especialista en cáncer de mama, y su padre Donald Harris, jamaiquino, destacado economista de la Universidad de Stanford.

La pareja se divorció y la madre asumió la crianza de Kamala y Maya bajo los cánones de la cultura ‘afroestadounidense’ de Oakland, a pesar de que ella profesaba la religión hindú.

Las niñas viajaron varias veces a la India y eso les permitió asimilar también los valores de la cultura del sur de Asia.

En su libro autobiográfico The Truths We Hold (Las verdades que guardo), ella subraya: “Mi madre siempre entendió muy bien que estaba criando a dos hijas negras”. Y agrega: “Sabía que en su país adoptivo nos veían a Maya y a mí como niñas negras y estaba decidida a asegurarse que nos convertiríamos en mujeres negras orgullosas y con confianza en nosotras mismas”.

Kamala Harris estudió derecho en la Universidad Howard, prestigioso centro de estudios superiores, y su paso por sus aulas marcó mucho su vida, lo que también destaca en sus memorias. Y, por eso, siempre se ha descrito a sí misma como “estadounidense”.

Ella está casada con Doug Emhoff, un abogado de origen judío. Aunque no tiene hijos propios, forman parte de su familia Cole y Ella, los hijos de su esposo en un matrimonio anterior, quienes la llaman Momala, y también su sobrina Meena, hija de su hermana Maya.

Pero, así como tiene seguidores, Kamala Harris tiene también detractores que la acusan de haber mantenido una línea dura más tradicional en la justicia criminal cuando fue fiscal.

Sin embargo, ella ha planteado la reforma policial a raíz de los crímenes y abusos de la policía no sólo contra ciudadanos afroamericanos sino de todas las otras razas y etnias.

La hoy vicepresidenta se define a sí misma como una progresista y esto se demuestra parcialmente con su postura en los debates cruciales de los últimos meses en Estados Unidos. Cuando ocurrieron las masivas protestas por la muerte de George Floyd y se criticó el racismo estructural y se pidió una reforma a la policía, Harris defendió esas banderas.

No solo marchó con los manifestantes en las calles de Washington, sino que además como senadora fue la co-autora de un proyecto de ley para reformar la policía.

“Las aceras de Estados Unidos están manchadas de sangre negra. A raíz de los asesinatos de George Floyd y Breonna Taylor, debemos preguntarnos: ¿cuántas veces más nuestras familias y comunidades deben pasar por el trauma del asesinato de un hombre o mujer negros desarmados, en manos de la misma policía que ha jurado protegerlos y servirles?”, cuestionaba en el Congreso.

Luego, como candidata vicepresidencial reiteró su llamado y aseguró que, de ganar, Joe Biden y ella prohibirían las técnicas policiales de ahorcamiento, como las que indujeron la muerte de Floyd.

Tras su larga trayectoria en la justicia criminal, Harris perfiló sus aspiraciones políticas postulándose al Senado y en 2017 obtuvo el escaño, eso sí, de forma reñida, luego de que los demócratas de California la respaldaran.

En el Congreso, jugó un papel clave en las audiencias que se le hacían a personalidades del momento que de una u otra manera terminaban impactando en la campaña presidencial del republicano Donald Trump. Su larga trayectoria como fiscal le dio las herramientas para arrinconarlos como si fuera un interrogatorio procesal.

Lo hizo con la jueza Amy Coney Barret, a quien Trump postuló para la Corte Suprema. Harris le preguntó sobre cuál sería su línea respecto al programa de seguridad social Obamacare y sobre el cambio climático, ambos temas en los que la jueza conservadora no se siente cómoda.

Harris también le cuestionó al fiscal William Barr si el presidente Trump le había dado alguna orden de investigar a alguien por revelar el escándalo de las intervenciones de Rusia en las elecciones de 2016. Cada vez que Barr intentó eludir las preguntas, Harris lo llamaba de nuevo a su sitio. “¿Sí o no?”, le insistía.

La senadora usó la misma estrategia con el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, y lo hizo contradecir sobre cómo su compañía decidió informar a los usuarios de que sus datos habían sido vendidos a otras empresas.

Ahora, todo el país espera con expectativa el desempeño de Kamala Harris en la vicepresidencia a partir del 20 de enero del 2021.

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