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La epidemia que llegó de América

Desde Europa. Los expertos coinciden en que el “mal de bubas”, conocido ahora como sífi lis, fue un mal de origen venéreo que se propagó por el mundo tras el descubrimiento de América. Una investigación del Dr. Hugo Ludeña describe la propagación de este terrible mal.

Grabado europeo. A la izquierda Marte (guerra), Venus (sexo) y mercurio (tratamiento). A la derecha Cataplasma con Mercurio. Curaba las bubas pero terminaba por envenenar al paciente
Grabado europeo. A la izquierda Marte (guerra), Venus (sexo) y mercurio (tratamiento). A la derecha Cataplasma con Mercurio. Curaba las bubas pero terminaba por envenenar al paciente

Si los europeos trajeron al Nuevo Mundo sus epidemias de viruelas, gripe o sarampión; América les devolvió el aporte con una enfermedad venérea que se difundió por el mundo desde el descubrimiento de América hasta el invento de la penicilina, en plena Primera Guerra Mundial.

El nombre del mal varió con el tiempo y sirvió hasta como discurso xenofóbico. Desde el siglo XVI fue denominado como “mal napolitano” por españoles y franceses. “Enfermedad polaca”, por los rusos. “Mal británico”, por los caribeños. “Plaga cristiana”, por los turcos. “Sarna española”, por holandeses e italianos; y “mal francés” o “morbo gálico” por los españoles. También se llamó mal de bubas y avariosis, hasta que el poeta y cirujano veronés la inmortalizó como sífilis.

“La enfermedad estuvo asociada con la época de los descubrimientos y conquista en América y las guerras en Europa, y se difundió como un mal que no tenía preferencia por ningún grupo social, atacando por igual, sin distinción de clase, sexo ni edad. Era la enfermedad más democrática de esos tiempos, donde también los personajes infectados eran personalidades o miembros de las noblezas y del clero”, nos dice el Dr. Hugo Ludeña Restaure, destacado arqueólogo y antropólogo peruano, autor de El mal de bubas y la tesis del Dr. Julio C. Tello.

Se trata de una infección de transmisión sexual causada por la bacteria Treponema Pallidum. Los investigadores coinciden en que era un mal endémico de la América prehispánica y contagió a los primeros europeos que acompañaron a Cristóbal Colón en su primer viaje (1492). Ahora sabemos que Colón regresó a Europa y desembarcó en Barcelona, donde muchos de sus tripulantes -ya infectados- se enrolaron para las guerras en Italia.

“En la década de 1520-1530 fue reconocido el carácter sexual de la infección y era considerada la enfermedad de los caballeros, de los soldados y guerreros que regresaban a sus hogares llenos de cicatrices producidas por Marte y otras heridas causadas por los placeres de Venus, que curaba Mercurio”, sostiene Hugo Ludeña.

Y es que la primera cura para este terrible mal fue una cataplasma en base a mercurio que, si bien curaba las úlceras, al poco tiempo envenenaba al paciente.

Luego aprendieron que un mal americano se cura con productos americanos, así que en 1535 el médico y naturalista Piero Andrea Mattioli publicó un tratado donde describe dos productos que por entonces se usaban para curar el mal de bubas: el guayacán (o palo santo) y la zarzaparrilla introducidos desde América a Europa. El primero era el más efectivo y se usó con un tratamiento de sauna que aliviaba a los pacientes.

Por su parte, Pedro Cieza de León, conocido como “El Príncipe de los Cronistas” y autor de La crónica del Perú, escribió: «De la isla de la Puna y de la Plata y de la admirable raíz que llaman zarzaparrilla, tan provechosa para todas las enfermedades», donde asegura que sus raíces servían para curar el mal de bubas y para calmar los dolores que causaba.

Ludeña agrega que “los cronistas del siglo XVI indican que cuando en 1532 se inició la conquista del Perú por Francisco Pizarro y sus hombres, el mal de bubas ya se había expandido por el Caribe, México y Centroamérica. Al menos dos de los capitanes contemporáneos de Pizarro, Diego de Almagro y Sebastián de Benalcázar, tenían la enfermedad bastante avanzada, tanto que Almagro no podía montar a caballo por los dolores que sentía y tenía que ser llevado en peso a los combates, en unas parihuelas o andas durante la guerra de las Salinas de 1538, contra Hernando Pizarro en el Cusco. El médico de cabecera de Almagro era el licenciado Enríquez, quien en realidad se apellidaba Peñaranda, hijo de un médico judío”.

Ludeña también resalta otro personaje vinculado a la conquista del Tawantinsuyo: “En 1539, estando como gobernador de Cuba Hernando de Soto, organizó la expedición a la conquista de la Florida con 600 hombres. Sabemos que dos de ellos, que sobrevivieron a la expedición, tenían bubas. Uno de ellos, llamado Rodrigo Rangel, se dice que había estado en México con Hernán Cortés y el otro era un joven de 20 años llamado Gonzalo Silvestre, quien recién había llegado de España. Posteriormente, Silvestre apareció por el Perú en 1543 con un grupo de los sobrevivientes de la expedición de Hernando de Soto a la Florida y en 1556 ya estaba infectado por las bubas en su etapa avanzada. Este después fue deportado a España por el virrey y coincidió en la Corte con el Inca Garcilaso de la Vega y después fue su informante durante la redacción de La Florida del Inca. Silvestre murió de avanzada edad sin haber curado su mal. El otro de los hombres de la Florida fue Rodrigo Rangel, quien después de la fracasada expedición a la Florida regresó a Cuba y más adelante se estableció en México, transportando su enfermedad”.

Ahora sabemos que la sífilis se propagó por todo el mundo, no respetó credos, ideologías ni razas y contagió a varias personalidades. En su última etapa provocaba lo que en la época llamaban “locura”. No son pocos los personajes históricos que contrajeron esta enfermedad. El filósofo Friedrich Nietzsche fue uno de los más conocidos. En la literatura habrían sufrido sífilis Rimbaud, Baudelaire, Wilde, Tolstoi y Verlaine. En artes plásticas se conocen los casos de Goya y Van Gogh. Otras celebridades afectadas fueron la reina; y otros personajes como César Borgia, el temido hijo del papa Alejandro VII, la reina Catalina de Rusia, Al Capone y Mussolini. Y se especula que Shakespeare, Beethoven, Colón, Napoleón, Bolívar, Lincoln y Hitler fueron afectados por el temible mal de bubas.

INFECTADOS

Si bien el invento de la penicilina en 1928 constituyó una cura efectiva para el mal, médicos estadounidenses decidieron “investigar” provocando la propagación de la sífilis en Guatemala, donde realizaron “experimentos” en prisiones (1943). En el 2010 se descubrió de manera casual esta atroz práctica.

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