No hay fiesta

La reciente cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha terminado casi a capazos. A 70 años de su nacimiento como el bloque ideológico y militar antagónico de los países del “socialismo real” liderados por la Unión Soviética, su principal acuerdo ha sido no adoptar ninguna gran decisión, salvo la de no reunirse el año 2020.

Sería injusto señalar que los problemas se deben a esta cumbre o se originan en ella. Es cierto que esta y las recientes citas en las que participó el presidente de EEUU, Donald Trump, tuvieron trámites borrascosos, y que estos han escalado. Ahora, por ejemplo, no pudieron pasarse por alto las palabras de Emmanuel Macron, presidente de Francia, sobre que la OTAN está en muerte cerebral, calificada por Trump como insultantes, o las burlas de varios jefes de Estado de las caóticas conferencias de su homólogo de EEUU.

El problema es obviamente más profundo que una anécdota. La OTAN ha terminado pagando los platos rotos de los problemas políticos de las potencias que la integran, además de los suyos propios, relativos a las dificultades señaladas hace años sobre la falta de consenso respecto a los enemigos de la alianza y a la baja inversión de sus miembros en defensa, menos del 1% de su PBI.

De los dos grupos de problemas, la OTAN ha sabido administrarse en lo militar y, a pesar de las diferencias en el terreno, especialmente desde el año 2001 en la sucesión de los conflictos árabes, estas diferencias no han hecho crisis. No obstante, el desenlace de la guerra en Siria supera lo militar, en la medida en que Turquía demanda a sus socios que consideren a las milicias kurdas como terroristas, llegando a amenazar con bloquear, inclusive, el programa de defensa de la OTAN de las repúblicas bálticas.

La compra de armas rusas por Turquía es política pura; afecta la confianza de los socios en relación a aspectos sensibles de la alianza, como el conocimiento de la información y la capacidad de relacionarse colaborativamente en materia tecnológica.

Si de pronto alguno de los socios evidencia que los enemigos no lo son tanto, y los amigos apoyan propuestas políticas –como la causa kurda por varios miembros de la OTAN–, la crisis alcanza una parte de los fundamentos que hace 70 años llevaron a fundar esta organización. Es probable que los códigos de occidente, democracia y contención del comunismo, sean insuficientes de cara a los nuevos contenidos que permean las relaciones internacionales que ya han puesto en crisis otros bloques y espacios.