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Elecciones argentinas

Entre la certeza y el milagro.

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La primera vuelta de las elecciones argentinas que se celebran mañana tienen, como en las primarias abiertas del pasado 11 de agosto, grandes certezas. Aquella vez todas las encuestas pronosticaban el triunfo del presidente Maurico Macri, errando gruesamente. Macri fue largamente vencido por el candidato peronista Alberto Fernández -que lleva como candidata a la vicepresidencia a Cristina Fernández de Kirchner- que obtuvo 47% contra el 32%.

Las certezas corren ahora al revés. Todos los sondeos estiman la victoria de los Fernández, y acaso difieren en el porcentaje que obtendrían. En promedio, se calcula que el peronismo llevaría una ventaja de entre 14 y 16 puntos, que serían suficientes para evitar la segunda vuelta. La ley electoral argentina también dispone que podrá ser elegido presidente en primera vuelta quien obtenga más del 40% de voto y más de 10 puntos porcentuales que el segundo aspirante.

A pesar de esas certezas, se registra la campaña final más aguerrida y optimista de Macri, con la esperanza de recortar los 16 puntos de diferencia que lo separaron de Fernández en las primarias de agosto. Para ello debió cambiar radicalmente su campaña y apelar a un virtual milagro electoral con la consigna “sí se puede”, movilizándose por todo el país, confiado en revalidar su superioridad en Buenos Aires.

El peronismo respira tranquilo y quizás confiado. Su candidato no tuvo un buen desempeño en el reciente debate de los seis aspirantes a la presidencia, aunque en su ayuda han acudido los sucesos de Chile que le han permitido homologar a Macri con Piñera en materia económica, al punto de que en el cierre de la campaña electoral fue recurrente la crítica al neoliberalismo de su principal adversario.

En una campaña cuesta arriba para Macri, las últimas semanas electorales se dividían entre la contracampaña de la crisis económica que el Gobierno debía atender con medidas urgentes y desesperadas y una ofensiva permanente del peronismo y los sindicatos respecto a la herencia que dejaría el actual Gobierno. Casi nadie se refería a la herencia que le dejaron los Kirchner a Macri, es decir, el control cambiario, las distorsión de precios, la falta de crédito y el congelamiento de tarifas de servicios.

Por esa razón, en Argentina se juega mañana más que un partido nacional. Está en disputa el retorno a políticas populistas con efectos nocivos en el mediano plazo, cuya factura la pagan siempre los más pobres, o la continuidad de las políticas ortodoxas que también generan pobreza y exclusión. Por ahora no hay espacio para los matices.