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Espectáculos

Gael García: “Sería un despropósito irme a EEUU... sería un exiliado de mis historias”

Entrevista. El actor ganador del Globo de Oro presentó su segunda película como director, Chicuarotes, en el marco del Festival de Cine de Lima que aborda la desesperanza juvenil. También opina de la política y de la decisión de quedarse en su tierra natal y no residir en Hollywood.

Por: Estefany Barrientos F.

En Chicuarotes, ambientada en uno de los barrios de Xochimilco, los payasos ‘Cagalera’ y ‘Moloteco’ suben a los buses y terminan, pistola en mano, asaltando a los pasajeros. Con su segunda película como director, Gael García Bernal revisa la violencia y la falta de oportunidades en su natal México. “Creo que de la desesperanza juvenil ninguno de nosotros hemos escapado. Lo que es interesante es que uno pasa por ese puente extraño de la adolescencia, donde es que surge esa desesperanza, esa narrativa impuesta de que el lugar en que naciste es el peor lugar, hay que escapar, porque no hay futuro”, nos dice.

La película fue filmada luego de una semana del temblor que causara daños en el barrio de San Gregorio. Para García Bernal, la cinta responde a un tema urgente: la falta de “educación sentimental” y su relación con el crimen.

Xochimilco con sus trajineras, sus colores, es siempre turístico, pero está el otro lado. ¿Qué fue lo primero que te impactó del guion?

Lo primero que me impactó fue la mezcla de humor y tragedia, o sea, era algo como: “¡Wow qué maravilla!”. Qué maravilla porque en algún momento incluso pensamos en llevar la historia a otro lado, a otro lugar de México o a otra ciudad de Latinoamérica, en un afán nada más de decir: “Vamos a experimentar un poquito cómo cambian los contextos de lugar”. Pero quizá para comprobar que solamente la Ciudad de México es una de las pocas ciudades en el mundo donde esta determinada tragedia puede ser contada en un tono de comedia. No sé qué pasa, que es una ciudad donde todo debería parecer un funeral, sin embargo, parece un carnaval. Es un lugar mágico en ese sentido, increíble.

¿Cambió algo que el rodaje fuera tras el temblor?

De hecho, en San Gregorio murieron tres personas. Estábamos primero ‘shockeados’, mi departamento estaba completamente cuarteado, las casas de muchas de las personas con las que trabajamos estaban destruidas. Lo primero que nos dijeron luego de explicarnos que todos estaban bien y que necesitaban ciertas cosas puntuales fue: “Más les vale hacer ahora la película”.

Por si pasa otra tragedia.

Exacto. Desde esta perspectiva, una película puede ser un ejercicio frívolo, superficial, violento incluso; pero una película también puede ser todo lo contrario, un ejercicio muy noble, muy hermoso y donde regenere y dé visibilidad a un tejido social que se puede perder en cualquier momento.

México y Perú comparten cosas similares en cultura, pero también el racismo, la corrupción. ¿Tu cine qué propone? Existen conexiones: tu primera película (Déficit) hablaba de la clase alta, del ‘chico mimado’ y Chicuarotes es la otra cara.

Claro que hay una preocupación similar. Existe tanta opinología al respecto que parece un tema gastado, ¿no? Pero por qué carajos existe todavía, porque existe este racismo distinto al clásico occidental, es otro tipo de clasismo incluso. Creo que hay mucho que decir al respecto, tenemos un millón de historias que contar. Toda película que hagamos tiene una lectura política transversal.

La política tiene que ver.

Sí, la política profesional definitivamente ha generado una especie de concurso de popularidad, y sabemos que desde ahí se maneja, no sé, las virtudes más mezquinas (sonríe). Sin embargo, lo peor que podemos hacer es caer en el discurso chato y superficial que la política es una m..., porque ahí es donde pienso: ¿de qué hablamos?, el ‘se acabó todo y ya está’. Sé que Perú está viviendo un momento muy fuerte (mueve la cabeza).

Bueno, nuestros expresidentes están investigados…

¡Tremendo! En México no, ¡fíjate! (sonríe). Por las mismas razones, pero todavía no.

¿Cuestión de tiempo?

Lo que pasa es que parece ser que en México es un pez demasiado gordo. México en ese sentido es como tan gigante (sonríe) que parece ser como ‘demasiado’ para que se desestabilice en ese sentido, y quizá por eso no se está tocando tanto. No sé, lo que me parece tremendo es que no lleguemos a ese lugar tan anhelado de una justicia social. Nos van a salvar los pequeños cambios, las pequeñas cosas. Ahora, por ejemplo, iba por aquí en el malecón y vi varios hombres cargando a sus bebés, en México pasa lo mismo. Hace veinte años eso era impensable completamente. Es un triunfo del feminismo, de la discusión.

En ese sentido, a través de los discursos en los Óscar, Globos de Oro, ustedes han tenido una repercusión notable.

Sí, pero (el cine) no tendría que estar obligado a cumplir con ser el propulsor de ciertos cambios, porque sería demasiada responsabilidad para una película, o sea, ¿y si no existen estas películas no pasa nada? Pero creo que las películas son un síntoma de algo.

¿No es interesante eso para ustedes?

¡Es fantástico! Es un público increíblemente sofisticado, ansioso, abierto, completamente curioso, como que quiere que se cuenten otro tipo de historias. A diferencia de un país como Estados Unidos, donde te podría decir radicalmente que existe nulo interés. Siento que tenemos una ventaja tremenda.

Dices que para ti nunca fue un techo Hollywood. ¿Cuál era el objetivo?

Un poco la realidad que me toca vivir hoy en día: poder hacer lo que quiero, con la responsabilidad que eso conlleva y... poder de alguna manera, no sé, no tener que ser un exiliado de mí mismo.

Hace poco Diego Luna hablaba en México de lo difícil e interesante que había sido grabar ‘Narcos’ en medio de la coyuntura electoral. En tu caso, ¿por qué decides hacer de México tu residencia y no Los Ángeles, como la mayoría?

La verdad es que por un lado se respeta el camino de cada quien. Por otro lado también, no puedo no decepcionarme de estas aventuras y desventuras que esas personas que se mudaron... hubiésemos tenido muy buenas pachangas (risas). Los extrañamos de alguna manera. Diego y yo vivimos en México y te digo, eso es algo muy importante para mí, desperdiciaría una oportunidad tremenda que me dio la vida de ser mexicano, realmente. O sea, sería un despropósito irme a Estados Unidos, en el sentido de que sería un exiliado de mi historia, de mis historias, de lo que puedo contar, vivo de eso. Quizá que si me dedicara a las finanzas el objetivo sería ir a Estados Unidos.

¿Qué te parece que se esté haciendo costumbre que los latinos ‘conquisten el cine’?

Pues se siente muy bien, pero también se siente como una locura porque antes parecía imposible que se llegue tan lejos. En mi caso, yo de repente veo a Guillermo del Toro hablar y digo: “Él es del mismo lugar que yo, de Guadalajara, del mismo barrio”, es muy loco, porque entonces dices que esas pláticas que tuvimos en la calle, ahí, afuera de la tiendita, tenían sentido ¿no?

Con Diarios de motocicleta ¿fue un descubrimiento de Sudamérica en paralelo?

Al cien por ciento. Y en Iquitos, ahí ya yo... es de los lugares más increíbles de la tierra, este… es justo donde hay también eso (similar a Xochimilco): que puede ser el paraíso, pero ¿qué pasa? Estamos atestiguando uno de los lugares más ricos, donde tenemos que defender, conservar y mejorar.

¿Has regresado a Iquitos?

No, pero me encantaría.

Podría ser la parte 2 de Chicuarotes.

O de Diarios de motocicleta ¿no? (risas). De hecho, me encontré con Rodrigo de la Serna (ahora en ‘La casa de papel’), está en Madrid y dijimos: “Y qué tal si nos aventuramos y si nos echamos el viaje de vuelta tú y yo”. Si nos echamos el viaje quizá sea de forma privada o quizá no. O para escribir lo que sea, estaría fantástico.

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