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Economía

¿Cruje modelo económico y político?

A lo largo del mundo y no solo en América Latina, los modelos económicos y políticos están crujiendo.

Columna de Cesar Caro
Columna de Cesar Caro

César Caro

Hace 30 años, entre el jueves 9 y el viernes 10 de noviembre de 1989, cayó el denominado Muro de Berlín. Eso inició la disolución de la Unión Soviética, la cual se concretó el 8 de diciembre de 1991. Así el capitalismo mostró su cara más salvaje en gran parte de América Latina e incluso del mundo occidental, imponiendo —con ayuda del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial— una serie de medidas o reformas en el marco del denominado Consenso de Washington, que en el caso peruano fueron implantadas sin mayor resistencia en la Constitución de 1993. Esas medidas se caracterizaron por disciplina fiscal, la reordenación de las prioridades del gasto público, la reforma fiscal, la liberación financiera, el tipo de cambio competitivo, la liberación del comercio, la liberalización del comercio, la liberalización de la inversión extranjera directa, las privatizaciones de las empresas estatales y el respeto estricto a los derechos de propiedad (seguridad jurídica).

Sin lugar a dudas, muchas de dichas medidas han contribuido al crecimiento de la economía, tanto del Perú como de casi todos los países de Sudamérica, con una que otra excepción, como, por ejemplo, Bolivia y Colombia. Sin embargo, es innegable que el modelo tiene serias fallas, sobre todo en lo relacionado a la acumulación de la propiedad y las riquezas en cada vez menos manos, aparte de la desmedida y lógica búsqueda del incremento de la productividad; la cual, en un mundo regido por la automatización y la inteligencia artificial, implica más tecnología y menos puestos de trabajo, con el consiguiente incremento de la inseguridad y la violencia social.

Todo lo anterior —además del hecho innegable de que hoy las grandes empresas, que antaño respondían a los intereses de sus países de origen, tienen sus propias metas y estrategias, así como poder propio— hace que veamos que, a lo largo del mundo y no solo en América Latina, los modelos económicos y políticos están crujiendo. Por ello, el proceso del Brexit inglés, los chalecos amarillos en Francia, la problemática en Cataluña y lo ocurrido en Ecuador y en Chile.

Todo se debe a que, hasta la fecha, no se toma conciencia cabal de que hay que hacer cambios políticos y económicos radicales, que permitan que todos, de una u otra manera, se beneficien de las riquezas y adelantos tecnológicos. En caso contrario, veremos, como sucede en Tía María y en Quellaveco, que grupos humanos cada vez más numerosos e incluso más violentos rechazan proyectos mineros, no solo por los aspectos ambientales, sino esencialmente porque ven la riqueza o los beneficios pasar, sin que los mismos los beneficien en lo más mínimo; por lo que bien se puede citar a Paulo VI: “La paz se llama hoy desarrollo de los pueblos, a los que todavía faltan demasiadas cosas necesarias a la vida”.

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