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Domingo

Mauricio Rentería: “La pregunta ¿de qué colegio eres? funciona como un marcador de clase”

El Instituto de Estudios Peruanos (IEP) ha publicado “¿De qué colegio eres?”, una investigación que estudia a la clase alta limeña y cómo la elección de costosas y exclusivas escuelas para sus hijos define su posición social y su futuro profesional.

Estudio. Rentería y compañía quieren sumar investigaciones sobre las clases altas en el país, tema poco explorado, salvo por la socióloga Liuba Kogan, que investigó los roles de género en este grupo social. Foto: composición/Rachel Bywater/IEP
Estudio. Rentería y compañía quieren sumar investigaciones sobre las clases altas en el país, tema poco explorado, salvo por la socióloga Liuba Kogan, que investigó los roles de género en este grupo social. Foto: composición/Rachel Bywater/IEP

La desigualdad y las clases sociales son los tópicos de interés del sociólogo sanmarquino Mauricio Rentería (32) que hoy estudia un doctorado en la Universidad de Manchester, Inglaterra. Junto a los investigadores Luciana Reátegui y Álvaro Grompone -y en el marco del programa Estado y Sociedad en el Perú de ingreso medio del Institutos de Estudios Peruanos- se planteó investigar en 2017 a las clases altas limeñas. Se preguntaron si el éxito de sus notables integrantes -que llegan a ser ministros, boyantes empresarios o talentosos profesionales- era realmente fruto de la meritocracia o mediaban otros factores. En ¿De qué colegio eres? (IEP, 2022), los investigadores proponen -tras haber entrevistado a 27 hombres y mujeres de clase alta- que estudiar en un puñado de costosos y exclusivos colegios les dio ciertas ventajas que apalancaron su futuro.

Mauricio, ¿de qué colegio eres?

A ver, yo estudié la primaria en el María Reina de San Isidro y la secundaria en el Sor Ana de los Ángeles de Miraflores. Los colegios de donde provenimos los tres autores no forman parte de la clase alta. Somos como los parientes pobres de los ricos; sin embargo, todos sabemos que estos realmente no son pobres. De alguna manera esta cercanía con estos grupos nos permitió tener acceso para realizar la investigación, lo que para otros sectores más alejados habría sido complicado.

¿Qué encierra esa pregunta?

Es una pregunta que antes de abordarla como objeto de investigación la conocíamos, y es una pregunta que permite ubicar a una persona, básicamente funciona como un marcador de clase.

Foto: IEP

Foto: IEP

Lo que entiendo es que cuando alguien de clase alta te pregunta “¿de qué colegio eres?” y le confirmas que provienes de uno de los exclusivos y caros de Lima, te reconocen como uno de ellos y te aceptan en el grupo…

Es probable. No decimos que ese es el único uso que se le da a la pregunta. Sin embargo, nos parece que existe un uso muy extendido para ubicar socialmente a las personas y reconocer cierta cercanía o distancia en términos sociales.

Una de las tesis del libro es que la meritocracia es un mito, que los puestos de poder están reservados para una élite que cuenta con ciertos privilegios…

El tema con la meritocracia es que se usa como un discurso para justificar el orden de las cosas, ese que dice que ciertas personas que ocupan posiciones destacadas en ciertos campos lo merecen porque se asume que tienen suficientes méritos y talento. Con este libro le queremos decir al lector que hay personas con ese mismo talento y méritos que no van a tener las mismas oportunidades para llegar a esas posiciones porque son de origen social diferente.

¿Los privilegios de unos les restan oportunidades a los otros?

Nosotros no estamos negando la posibilidad de que las personas que ocupan posiciones de poder en el Perú tengan preparación y capacidades que les permitan ocupar esos cargos, lo que decimos es que existen otras personas que no han tenido un origen social privilegiado, y que no gozan de ese lubricante que sí han tenidos aquellos.

¿Lubricante?

Cuestiones ligadas al origen social que son invisibles y sutiles, pero que tienen un efecto muy importante en la trayectoria educativa y profesional. Los contactos, por ejemplo, que en sociología llamamos capital social. Alguien busca empleo y de pronto se encuentra con que tiene un tío que goza de una posición importante en la empresa donde se presenta, nada más ese dato le significará una ventaja considerable. Otro caso -que está reseñado en el libro-, en medio de una entrevista de trabajo, el entrevistador descubre que el postulante es de su mismo colegio, se pasan hablando de eso, la persona obtiene el empleo. Y es que, en el Perú, las familias saben que una inversión educativa en algunos colegios o universidades que se reconocen de élite significa ganar contactos, y es precisamente esto lo que lubrica el camino hacia las posiciones destacadas.

En el libro sostienen que quienes ocupan puestos de poder en el país provienen de un puñado de exclusivas escuelas limeñas, ¿cómo llegaron a esta conclusión?

Nosotros no sugerimos que solo las personas de estos colegios están en posiciones de prestigio, más bien señalamos que están sobrerrepresentadas [son mayoría]. Hicimos un mapeo de la élite económica del país basada en la información educativa de las personas que ocupan los cargos directivos de las principales empresas. Con esta información mostramos que provienen de unos pocos colegios. ¡De los 15 mil que hay en Lima! Sería extraño pensar que solo estos colegios proveen a las personas de las capacidades para ocupar estos puestos. Nuestra tarea como científicos sociales es incomodar un poco. Así como el feminismo nos ha incomodado en cuestiones que parecían muy naturales, como la sobrerrepresentación de hombres en espacios de poder, así también este libro quiere incomodar a ese privilegio que tiene su origen en la clase social.

¿Con qué finalidad las familias de la clase alta invierten tal cantidad de dinero en la educación de sus hijos, es solo por excelencia académica?

Es innegable que estas instituciones están por encima de la media, tienen muy buena calidad académica, por ejemplo, facilitan el ingreso a ciertas universidades, basado en los puntajes de sus egresados. Sin embargo, cuando uno revisa los requisitos que tienen que cumplir los padres y todo el esfuerzo que deben hacer, habiendo otras instituciones también con buena calidad académica, pero que no tienen el capital simbólico de estas instituciones, uno no puede evitar pensar que lo que están buscando estas familias es no dejar de pertenecer a un universo homogéneo, y la apuesta educativa en términos de clase es fundamental para el futuro de sus hijos.

Cuando te refieres a un “universo homogéneo” supones que no quieren que se mezclen con chicos de otra clase.

Es para que sigan perteneciendo a un círculo donde se van a rozar los codos con gente afines a ellos en términos de clase, gente que va a los mismos balnearios, a los mismos lugares de recreación, incluso, muchos llegan a ser parientes no tan lejanos, es un universo cerrado del cual no quieren dejar de pertenecer.

Hay una anécdota que recuerdan sobre Jaime Bayly, periodista y escritor de origen privilegiado, un día le dice a Baruch Ivcher, dueño del canal donde laboraba: “Mira, Baruch, yo desde chiquito estoy acostumbrado a tratar con gente que tiene más plata que tú […] tú no me das miedo”. ¿Qué nos dice esto?

La lectura que hacemos de ese incidente es uno de los argumentos del libro. Lo que ocurre con la clase social es que es bastante invisible, pero todos lo sentimos cuando ingresamos a un espacio laboral que está lleno de personas de origen social privilegiado. Si somos ajenos, sentiremos rápidamente ese peso, y nos estaremos incómodos, pues sus temas de conversación son ajenos, las palabras que usan, los anglicismos, las expresiones. Lo que Bayly le está diciendo a Ivcher es: “Yo desde chiquito no he sentido este peso”. Enfatiza el privilegio que ha tenido al relacionarse de forma horizontal con personas poderosas.

Y esto da a los hijos de las clases altas una cierta seguridad, un sentido de autoridad para decir o hacer las cosas…

Sí, y estas personas suelen ser vistas como eficientes y asertivas. Y es que una persona acostumbrada a tener en la sobremesa a un ministro, al director de un museo o a una profesora universitaria renombrada, se sentirá más segura cuando ingrese a un entorno laboral para aproximarse a los directivos. Estoy seguro de que a la mayoría de los lectores de sectores privilegiados se les hará familiar lo dicho, y podrán ver desde otro ángulo cosas que ya conocían y que no se habían cuestionado.

Y “Maritza”, una de sus informantes, se lo cuestiona. Ella narra cómo le reclamó a su profesor universitario -un íntimo amigo de su tío- que le había puesto una mala calificación. “Yo he ido a reventarle la puerta a Arturo Álvarez: ‘Oe, como me vas a poner eso’”, le dice.

En este caso en particular, lo relevante no es la forma que usa para expresarse, sino la posibilidad de hacerlo, de ir a increpar a un profesor, a una figura con mucha autoridad, un estudiante cualquiera jamás lo habría hecho, pero esta persona lo interpretó como muy normal porque él era muy cercano.

¿Tus entrevistados fueron conscientes de que sus privilegios influyeron en su éxito laboral?

Tenemos la impresión de que son muy conscientes de los privilegios que tienen sobre el resto de la población, de lo que no son conscientes es de cómo funcionan, y es que hay un discurso muy enraizado del mérito y esfuerzo, y a ninguna persona le gusta que le digan que debe considerar otros factores que lo llevaron al éxito. En el caso de nuestros entrevistados, se les hace muy complicado y hasta doloroso pensar que lo que obtuvieron con esfuerzo se ha debido a ciertas facilidades ligadas a su origen social. Ojalá que quede como reflexión para los lectores de cualquier origen porque todos tenemos ciertos privilegios con respecto a otras personas.

¿Cómo nos ayuda como sociedad el que la clase alta sea consciente de que lo que han ganado es fruto de su esfuerzo, pero también de las ventajas que tuvieron sobre el resto?

Ser más consciente de los privilegios de uno invita a tomar mejores decisiones para romper con la reproducción de las asimetrías. Sería interesante que este libro motive a estos sectores a tratar de abrirse más y a dejar espacio a personas que no tienen su origen social para desarrollar su potencial, y así redistribuir las oportunidades y no concentrarlo con el grupo de amigos de uno. Es muy importante que otras personas con otras experiencias estén representadas en estos espacios de poder.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.