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Domingo

Tatiana Espinosa Quiñones: “Usar madera de shihuhuaco para hacer pisos, más que un lujo, es una aberración”

“Un solo árbol te puede dar de cinco a diez mil dólares, pero los nativos venden los árboles en pie de 200 a 400 soles”, sostiene la ingeniera forestal.

Distinción. En 2019 ganó el premio Jane Goodall Hope and Inspiration Ranger Award, que reconoce a quienes contra viento y marea trabajan por la conservación del medio ambiente. Foto: Antonio Melgarejo/La República
Distinción. En 2019 ganó el premio Jane Goodall Hope and Inspiration Ranger Award, que reconoce a quienes contra viento y marea trabajan por la conservación del medio ambiente. Foto: Antonio Melgarejo/La República

Al terminar esta entrevista, Tatiana Espinosa (44) alistaba maletas para volar a Madre Dios, donde vive desde hace más de quince años. La ingeniera forestal estuvo de paso por Lima para visitar a su padre y a sus hermanas, Rocío y Gianella, con quienes lidera Arbio Perú, una asociación que tiene la difícil misión de proteger los árboles de la amazonía, como el shihuahuaco, un gigante que crece a orillas del río Las Piedras y puede vivir mil años, una especie que actualmente es talada por traficantes de madera para convertirla en parqué y exportarla al extranjero.

Espinosa -que en 2021 ganó el premio Carlos Ponce del Prado, Artífice de la Conservación- ha encontrado una fórmula para involucrarnos y frenar la deforestación: adoptar a un árbol.

Fuiste un veinteañera muy audaz, a los 28 años decidiste pedir al Estado una concesión de 916 hectáreas de selva en Madre de Dios e irte a vivir allá, ¿qué te empujó a hacerlo?

No soy la única de la familia que se fue a vivir a la amazonía. Nunca me gustó Lima. Desde que empecé a conocer la sierra y la selva, yo lo que quería hacer al terminar la universidad era irme. En 2003 llegué a Madre de Dios y me gustó mucho el ambiente, tenía el bosque al lado, mucha fauna.

Ese mismo año el Estado comenzó el proceso de otorgar concesiones, áreas de bosque a particulares o empresas para sacar madera o para hacer ecoturismo o conservación. Toda esta área del río Las Piedras estaba siendo otorgada como zona de reforestación, o sea, legalmente, se podía talar el bosque para luego reforestarlo, lo cual era absurdo, en las imágenes satelitales se veía que allí había bosque. Entonces pedí la concesión.

¿Sabías lo que estabas haciendo?

Yo trabajaba en una oenegé en Madre de Dios como ingeniería forestal haciendo expedientes para solicitar las concesiones, sabía cómo hacerlo. Mi principal motivación era evitar que a ese bosque lo corten y lo reforesten. No sabía bien lo que iba a hacer, pero sabía que, si me lo daban a mí, esos árboles no iban a ser cortados para madera. Solicité la concesión en 2004 y después de dos años de procesos me la otorgaron.

En 2006 tenías que gestionar un bosque del tamaño de Miraflores y catorce kilómetros de ríos.

Sí. No estaba muy segura de cómo hacerlo, y ya estaba con un pie para irme para estudiar una maestría a Costa Rica. Había ganado una beca para un postgrado en manejo y conservación de bosques tropicales. Allá me enteré de que el Estado pagaba 60 dólares por hectárea de bosque conservado. Me pareció un modelo muy interesante, y como el Estado peruano no me iba a dar nada por conservar el bosque que tenía en concesión, pensé que 916 personas o empresas podrían adoptar una hectárea por 50 dólares al año para ayudarme a protegerlo.

Cuando volví el 2009 a Madre de Dios y la construcción de la Carretera Interoceánica era inminente, ya se notaba la destrucción, la deforestación avanzaba, me dije que si no hacíamos algo en ese momento, en diez años todos esos árboles estarían degradados o probablemente ya no sería bosque. Eso fue lo que me empujó a crear Arbio.

Que significa Asociación para la Resiliencia del Bosque frente a la Interoceánica.

En Brasil por esa carretera se deforestó cincuenta kilómetros de bosque a cada lado, y mi concesión quedaba a treinta. Mi objetivo era que el bosque sea lo más resiliente posible frente a la construcción de la vía.

Tus hermanas Rocío y Gianella son tus socias, ¿tiene algo de especial que el proyecto sea liderado por mujeres?

No es que yo haya buscado que todas seamos mujeres, pero me siento más cómoda. Rocío es ingeniera en industrias alimentarias de la Universidad Agraria y tiene un MBA en Esan, ella ve el tema administrativo y legal. Gianella estudió arquitectura y fotografía y ve el tema de redes, las fotos, la edición de videos. Somos tres mujeres y hermanas liderando. Y, claro, está María José, mi guardaparque estrella. Y mira, la estación central donde hacemos nuestras investigaciones se llama ELBA, siglas de El Bosque de Airbio, así se llamaba mi madre.

¿Te sientes mejor en un entorno femenino?

La verdad es que he trabajado con hombres también, pero es bien complicado, los de la localidad, sobre todo los mayores, no respetan a las mujeres, te estafan, te dicen una cosa y hacen otra, te faltan el respeto, no están acostumbrados a que sea una mujer la que lidere.

Hablemos de Arbio, sé que funciona como un sistema de apadrinamiento, que una persona o empresa puede adoptar un árbol y protegerlo de la tala ilegal…

Como parte de nuestras investigaciones realizamos censos de árboles. Ubicamos los que están en peligro y tienen un valor comercial maderable, y también a las especies medicinales. Todas sus características están en la plataforma web desde donde uno puede escoger cualquiera de estos árboles, enterarse de la importancia de la especie y apadrinarlo.

Entiendo que se abona un pago anual…

Sí. Uno paga por la defensa de ese árbol. Son 100 dólares al año en el caso de un shihuahuaco, que ahora es la especie más amenazada y sobreexplotada; pero tenemos la catahua, la quinilla colorada, el cedro, por los que se paga 50 dólares. Lo más importante es cubrir los costos operativos, honorarios de guardaparques, víveres, combustible, etcétera. Con las adopciones podemos seguir investigando para conocer las bondades del bosque amazónico. Aje, por ejemplo, ha adoptado cien shihuahuacos, gracias a ellos continuaremos haciendo investigación.

Leí que el shihuahuaco es un árbol que puede vivir más de 700 años y que está siendo talado para hacer parqué.

Sí, para pisarlo. El mayor comprador es China, luego la Unión Europea, México, Estados Unidos, y también parte se queda en Perú, muchos de los departamentos nuevos de Lima son con piso de shihuahuaco, seguro los dueños ni lo saben, y es que falta información.

Si los peruanos supiéramos que estamos usando árboles milenarios para convertirlos en parqué no los talarían. No es sostenible cortar esta especie, son árboles que no se van a reponer. Usar su madera para hacer pisos, más que un lujo debería ser una aberración.

¿Has sufrido algún atentado de parte de taladores ilegales?

La verdad es que sí, pero no sé si decirlo, es peligroso. En general todas las personas que defendemos el bosque la tenemos cada vez más difícil. Las amenazas son mayores tanto de ilegales, invasores, narcotráfico, y por eso se requiere poder unirnos con el sector privado y la sociedad civil. La amazonía es patrimonio de la Nación, no es el bosque de Tatiana, yo estoy cuidando un bosque que es de todos los peruanos.

¿Cuánto cuesta la madera de un shihuahuaco?

Un solo árbol te puede dar de cinco a diez mil dólares, pero los nativos venden los árboles en pie de 200 a 400 soles, y son los traficantes, dueños de aserraderos que tienen la maquinaria, los tractores forestales para abrir carreteras y llegar hasta esos bosques para cortarlos, los que los revenden.

Entonces, además de la tala indiscriminada, se abren caminos y se depreda más bosque para que la madera de shihuahuaco sea trasportada porque entiendo que no puede salir por río.

No, porque es muy pesada, tienen que abrir carreteras en el bosque y hacerlo es el inicio de toda una cadena de deforestación: entrará más gente, el bosque perderá valor, cortarán todo lo que puedan de madera, prenderán fuego al área, convertirán un terreno megadiverso en uno de monocultivo (sea de maíz, papaya o cacao) que el suelo no soportará. No perdemos solo a los gigantes milenarios, perdemos más.

Para que los lectores entiendan que nuestra vida está ligada a la supervivencia de árboles como el shihuahuaco, cuéntanos ¿qué es el “río volador”?

Estamos totalmente vinculados con la amazonía. El agua que tenemos todos en nuestras casas depende de la existencia de sus bosques. Cada árbol grande puede bombear alrededor de mil litros de agua por día, el agua es absorbida por sus raíces, en el subsuelo, y llevada a la atmósfera por sus hojas.

Los árboles también transpiran y crean una gran nube de humedad gigante que se mueve gracias a los vientos de Océano Atlántico, que se dirige hacia los andes, donde choca con las montañas y produce lluvia. Esa gran nube se llama “río volador” y moviliza más agua que el río Amazonas, y alimenta glaciares y nevados, que a la vez alimentan los ríos de la sierra y costa que son la reserva de agua de todas las ciudades de la costa latinoamericana.

¿Qué pasará su seguimos deforestando descontroladamente? Hemos perdido ya 200 mil hectáreas de bosque en 2020.

El problema es que selva está entrando en un punto de no retorno y ya no se va a recuperar. Si colapsa a causa de la desforestación, se secará, se sabanizará, perderá su diversidad, será más propensa a incendios, y no generará el río volador, y si eso sucede, entraremos en un momento crítico, a nivel de Sudamérica y del planeta.

¿Viste “Don’t look up”, la película en que una científica alerta que un meteorito chocará contra la Tierra y no la toman en serio? ¿Así se sienten los ambientalistas?

Estamos hablando del tema desde hace años, casi chillando, pero la gente prefiere mirar a otro lado porque es tan duro el panorama. Debemos hacernos responsables de nuestras decisiones, desde pensar en nuestro consumo hasta de qué madera está hecho mi piso. Yo les digo a mis amigos: al menos adopta a tu árbol. En Arbio intentamos ser un puente entre las personas y la amazonía, para que podamos darles valor a nuestros árboles en pie, en lugar de venderlos a las mafias.

¿Qué podría hacer el Estado para proteger al shihuahuaco?

Lo primero es categorizarlo en la lista de especies de flora amenazadas del Perú, esta no está actualizada desde el 2006. Por otro lado, el Estado debe dejar de incentivar al sector forestal dándoles fondos para que se reactiven y corten más madera. Más bien debe invertir en ciencia y tecnología e investigar más los productos del bosque.

En Brasil, por ejemplo, cortaban mucho a la uccubeira, luego una empresa comenzó a investigar y descubrió que la manteca del fruto era muy buena para los cosméticos. Ahora un solo árbol vivo les da tres veces más que el valor de la madera de un árbol talado y muerto. Esto es lo que hay que hacer, hay que darles otro uso a nuestros árboles.

La concesión que te fue otorgada tiene una duración de cuarenta años, terminará en 2046. ¿Qué futuro le espera a Arbio Perú y al shihuahuaco?

Sí, pero en 2019 adecuamos la concesión. Inicialmente nos la dieron para reforestar, o sea que legalmente podía cortar todos los shihuahuacos, llenarme de plata y volver a plantar, y, claro, no lo hicimos, esos árboles demoran 500 años en crecer. Bueno, solicitamos el cambio para que la concesión sea de conservación, nos renovaron el contrato y gestionaremos el bosque hasta el 2059. Creemos que Arbio, así como otras iniciativas de conservación, deben ser incentivadas.

Somos una red de 150 iniciativas de voluntarios agrupadas en Amazonía que late, que cuidamos los bosques de toda la selva peruana y lo hacemos de forma privada, conservamos 2 millones de hectáreas, el Estado no nos da nada, más bien le hacemos ahorrar 15 millones de soles anuales. Requerimos el apoyo de las personas y del sector privado que puede darle más sentido a sus marcas con su colaboración. La amazonía es responsabilidad de todos.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.