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Parte de Guerra: El último despacho

Los principios de libertad e igualdad enarbolados por los bravos patriotas ondean desde las altas cumbres de la historia, pero la pugna ideológica sobre las características del nuevo régimen político se definirá en los próximos meses. Los insurgentes liderados por el general San Martín han logrado lo imposible: desalojar a los españoles de Lima sin disparar un tiro, en apenas 11 meses. Una operación militar envolvente, cuya magnitud solo puede concebirse a través de Google Earth –cuando tecnológicamente no existía ni la bicicleta– obliga al virrey La Serna a escapar de Lima a la sierra, donde resistirá ferozmente tres dramáticos años más. Así, el Ejército Libertador ha tomado control de la capital del virreinato, pero la guerra de emancipación no ha terminado; de alguna dramática manera, recién comienza.

A doscientos años de la independencia del Perú, es evidente que algunos de los aspectos señalados son tareas pendientes”.
A doscientos años de la independencia del Perú, es evidente que algunos de los aspectos señalados son tareas pendientes”.

Escribe: Jesús Casamalón*

Luego de que el gobierno de San Martín se instaló en la capital, el proceso de independencia y la construcción de la futura república afrontaron varios retos importantes. Si bien los cuatro aspectos que se mencionan no son los únicos, definitivamente se encuentran entre los más importantes.

El primero de ellos fueron los problemas y cuestionamientos que trajo la igualdad ante la ley, base de la ciudadanía liberal y que fue resistida por una sociedad acostumbrada a las diferencias basadas en el nacimiento. Si bien la ciudadanía activa, la capacidad de elegir y ser elegido, solo era posible para los hombres, con la exclusión de las mujeres hasta 1956, la introducción de este principio liberal suponía que el voto de, por ejemplo, un hacendado valía lo mismo que alguno de sus trabajadores, entre los cuales se podían encontrar exesclavos. Este principio revolucionario fue resistido por quienes consideraban que no todos los hombres y mujeres eran iguales.

Además, si bien casi todos los hombres mayores de edad podían votar, si eran capaces de leer y escribir, con la excepción de los indígenas, quienes pudieron votar hasta 1896, año en que se prohibió el voto de los analfabetos, la capacidad de ser elegido era mucho más restrictiva. Solo podían ser representantes quienes poseían educación y contaban con los ingresos establecidos por las normas, esto significó que solo unas minorías podían ser representantes de la nación, dejando fuera de la participación política a los sectores más pobres del país.

Un segundo aspecto importante fue el proceso irreversible de construcción de las naciones en dos ejes. El primero de ellos, fue de tipo vertical y es el que celebramos usualmente: la ruptura política con España; el segundo es menos evidente pero es igualmente trascendental. Las antiguas posesiones españolas comienzan a diferenciarse y establecer fronteras entre sí, proceso que podría denominarse horizontal. Por ejemplo, la capitanía general de Chile, la cual dependía nominalmente del virreinato del Perú, se independizó totalmente, como también lo hicieron Quito y Bolivia. A partir de esa ruptura se desarrollaron narrativas nacionales, cultura y hasta formas lingüísticas diferentes.

El tercer aspecto fundamental fue el final de la antigua aristocracia colonial, la cual contaba con privilegios reconocidos por la ley. Con la independencia y la abolición de los títulos nobiliarios, los títulos fueron simbólicos, al mismo tiempo que se reconocieron otros mecanismos de ascenso social o, por lo menos, se consolidaron. Por ejemplo, la riqueza se convirtió en un factor primordial para la movilidad social, lo cual se expresó en la aparición de nuevas elites como las que surgieron con la era del guano. Otro elemento importante fue el servicio a la nación en el campo militar, esto permitió que nuevos sectores sociales criollos y mestizos logren ascender por medio de los premios y privilegios concedidos a los militares que lucharon por la independencia y en las contínuas guerras de la época.

Por último, la decisión de San Martín de liberar a los hijos e hijas de esclavas nacidos desde el 28 de julio de 1821 ha sido cuestionada por no terminar con la esclavitud, pero se debe considerar que fue el comienzo del fin de esta execrable forma de trabajo. La disposición afectó por primera vez el derecho de los propietarios a ser dueños de la prole de sus esclavas, convirtiendo en un asunto de estado lo que era una relación fundamentalmente privada. Anteriormente, la corona española confiscó esclavos por motivo de guerra, pero no cuestionó el derecho de los propietarios. Esta disposición abrió la puerta a la discusión acerca de la abolición de la esclavitud, aunque pasarían más de 30 años para que se termine con ella.

A doscientos años de la independencia del Perú, es evidente que algunos de los aspectos señalados son tareas pendientes. La discriminación, el racismo y la prepotencia de algunos que piensan que aún cuentan con privilegios que los colocan por encima de los demás, son aspectos que nos muestran que todavía falta mucho para celebrar la existencia de una nación en la que todos nos vemos como ciudadanos y ciudadanas iguales entre sí.

(*) Doctor y Maestría en Historia por El Colegio de México, profesor principal del Departamento de Humanidades de la PUCP, especialista en historia social de la ciudad de Lima colonial y republicana. Recientemente ha publicado ¡Qué cosa tan linda! Una introducción al estudio de la salsa en el Perú, en coautoría con José Carlos Rojas. (2020).

¡Paren la imprenta!

Parte de Guerra llega a su fin con esta última entrega. La serie bicentenaria fue un viaje en el tiempo que se inició con el desembarco de San Martín en Paracas, el 8 de septiembre de 1820, hasta la proclamación de la independencia en Lima, el 28 de julio de 1821. Fueron 45 episodios narrados por 38 historiadores, la gran mayoría docentes de la Pontificia Universidad Católica del Perú e intelectuales del Instituto Riva Agüero. La Cronología de la Independencia del Perú, cuya compiladora fue la historiadora Margarita Guerra, marcó el pulso de la saga editorial. Naturalmente ésta sigue latente y punzante hasta nuestros días. Invitamos a los lectores a consultar la Cronología en la página web (http://repositorio.pucp.edu. pe/index/handle/123456789/53618) y realizar su propia investigación. La República agradece la colaboración de los intelectuales que hicieron realidad Parte de Guerra.

1. Natalia Sobrevilla. 2. Jorge Ortiz Sotelo. 3. Elisabeth Hernández. 4. Pablo Ortemberg. 5. Bruno Gutiérrez Torero. 6. Silvia Escanilla. 7. Christopher Cornelio. 8. Patricio Alvarado. 9. Magally Alegre. 10. Cristina Mazzeo. 11. Víctor Torres. 12. Cristóbal Aljovín 13. Charles Walker. 14. Víctor Peralta. 15. Scarlett O´Phellan. 16. Carmen Villanueva. 17. Jorge Lossio. 18. Fabrizio Tealdo. 19. Michel Laguerre. 20. José de la Puente Brunke. 21. Mauricio Novoa. 22. Fernando Armas. 23. Carlota Casalino. 24. Maribel Arrelucea. 25. Juan San Martín. 26. César Salas. 27. Patricio Alvarado. 28. José Ragas. 29. Claudia Rosas. 30. Natalia del Águila. 31. Eduardo Torres. 32. Liliana Pérez. 33. Antonio Zapata. 34. Carlos Contreras. 35. Cécile Michaud. 36. Juan Carlos Estenssoro. 37. Miguel Costa. 38. Jesús Casamalón.

Edición y coordinación: Marco Zileri. Diseño: brian tejeda. Fuente: rostro de san martín: new york public library

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