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Martín López de Romaña: “Lo de Figari no es una sanción, es un blindaje o un premio”

Martín López de Romaña habla en esta entrevista de su nuevo libro, La jaula invisible (Debate, 2021), una novela de no ficción en la que resume las dos décadas que pasó en el Sodalicio y las huellas que ha dejado en él su relación con personajes siniestros como Luis Fernando Figari.

Martín López de Romana es escritor y artista plástico. Foto: Penguin Random House.
Martín López de Romana es escritor y artista plástico. Foto: Penguin Random House.

“Normalmente la gente me dice que ha llorado y ha reído, todo a la vez. Me alegra porque la literatura debe conmovernos. La vida es una tragicomedia”. Martín López de Romaña habla de las reacciones que ha recogido de su libro La jaula invisible (Debate, 2021), un testimonio sobre sus dos décadas como miembro del Sodalicio de Vida Cristiana, institución integrada por laicos católicos que tenía como líder a Luis Fernando Figari, hoy denunciado por asociación ilícita, secuestro y lesiones graves. Muchas veces congelado frente a la pantalla de su computadora, procurando que los recuerdos no lo hirieran, el escritor y artista plástico ha terminado unas memorias que son también parte de su proceso de recuperación. Aquí está la manera en la que fue captado a los 14 años. Está Arequipa, y Lima, con sus casas sodálites que parecían lugares de reclusión. Están los golpes, las humillaciones, las preguntas sin sentido de un hombre supersticioso que se creía santo, la playa como refugio, y el riesgo real de sufrir el ataque de depredadores sexuales. Martín, que alguna vez juró no revelar aquello que ocurría tras la puerta de los centros de formación del Sodalicio, hoy celebra poder ‘traicionar’ a esta institución. Es un exorcismo. Y una cuenta saldada consigo mismo.

¿Todavía guardas el libro La vida exagerada de Martín Romaña de Bryce?

Por supuesto que sí. Es el único premio escolar que recibí, y creo que es el único premio que he recibido en toda mi vida. Lo guardo con mucho cariño. Desde que lo leí me identifiqué muchísimo con el personaje. Mi padre siempre decía: “Algún Romaña tiene que haber conocido Bryce Echenique para retratar tan bien la excentricidad familiar”.

Ganaste ese libro en un concurso de cuentos en tercer año de media. Pero es un recuerdo agridulce, porque, aunque ganaste el concurso, no pudiste pasar de año.

Sí. Me jalaron en Lengua y Literatura. Y aunque me regalaron cinco puntos, no llegué a la nota mínima. Y tuve que repetir.

Ahora, la literatura ha sido más que un oficio para ti. Cuentas que la lectura de autores como Camus o Umberto Eco fue parte de la vida oculta que te ayudó a escapar del Sodalicio.

Totalmente. Si no hubiera encontrado esas lecturas disidentes, es probable que no hubiera encontrado el camino mental para salir de una cosmovisión tan opresiva y de unos mecanismos y forma mentis de los cuales, sin una mirada al mundo y a otro tipo de opiniones, es imposible salir.

Jeremías Gamboa decía en la presentación de tu libro que la literatura te ayudó a traicionar al Sodalicio. Parece buena metáfora.

Bueno, la palabra traidor en el Sodalicio era muy usada. Por ejemplo, cuando te referías a alguien que había salido de la institución. Es decir, traicionar valía lo mismo que salir de la secta. El tema de la fidelidad en el fondo era una fidelidad no a Dios, sino a Luis Fernando (Figari). Era absolutamente gravitante para Luis Fernando, de eso dependía que la gente no se fuese y continuase haciendo sus caprichos y órdenes.

¿Los líderes de la organización llegaron a sospechar de tu relación con la literatura? Te lo pregunto porque luego de escribir tu primer libro de cuentos, Filagrio y las serpientes, tu consejero espiritual fue a tu habitación y te dijo: “Si escribir te aparta del celibato, tú no vuelves a escribir ni una letra más en tu vida”, lo que parecía una amenaza.

En general, en el Sodalicio había mucha desconfianza hacia ciertas manifestaciones culturales. Para empezar, a toda la literatura que no fuera de corte explícitamente católico. Y, además, del tipo de catolicismo que defendía el Sodalicio. Por ejemplo, no podías leer algo de la Teología de la Liberación, del padre Gustavo Gutiérrez, si no era para destruirlo, para criticarlo. Para mí fue muy difícil encontrar mi camino literario, casi tan difícil como encontrar mi camino de libertad mental. Por eso tuve que hacer una vida en catacumbas. Me acuerdo además que no se podía escuchar rock and roll. Estaba prohibidísimo, porque se habían dado cuenta de que mucha gente que había salido del Sodalicio, en los años o meses previos había estado escuchando este tipo de música. Por lo cual se le identificaba como música demoniaca que te conducía a la traición y a la infidelidad. Incluso yo, como escritor, la vi bien difícil porque no me dejaron estudiar Literatura, como era mi sueño. Y yo pensaba que, si más adelante me dejaban escribir, solo iba a poder escribir cosas que fueran en la línea de la prédica del Sodalicio. Y, por otra parte, me preguntaba qué iba a pasar cuando yo necesitara que uno de mis personajes hiciera el amor con una chica. Todos mis personajes se iban a ver limitados por las consignas de la secta, que son como las de un partido.

¿Rompiste la regla de no escuchar rock en el Sodalicio?

Sí.

¿Qué bandas escuchabas?

Soda Stereo. Y muy a escondidas a los Rolling Stones, puros clásicos.

Ahora, has tenido encargos curiosos en el camino de la literatura. Luis Fernando Figari, el fundador del Sodalicio, te encargó escribir su biografía, ¿la terminaste?

No la terminé porque Luis Fernando era incapaz de narrar su historia verdadera. Es decir, tenía que ponerle muchos filtros a su historia para que fuese edificante o una hagiografía. Todo eso le suscitaba una gran tensión, que normalmente descargaba contra mí, en cuanto yo era su escriba. Él no quería que yo interpretara los datos y escribiera un libro, él me usaba como un teclado…

Como una máquina de escribir.

Tal cual. Eso está mejor puesto.

Dices que su biografía estaba llena de vacíos y de mentiras.

Estaba llena de vacíos porque simplemente había temas que no quería tocar. Por ejemplo, por qué no había terminado los estudios, quiénes fueron sus amistades en cierto momento. Y, además, quería presentar una visión de sí mismo y de su personalidad completamente discordante con lo que había sido, según cuentan varios testigos. Se ponía súper ansioso a la hora de intentar narrar esa mentira. Ponerla en palabras se la hacía un mundo y terminaba muy conflictuado.

¿Guardas los apuntes que hiciste para escribir esta biografía frustrada?

Sí, los tengo. Están en mi computadora. No se me han perdido a lo largo de los años. Son entre graciosos, totalmente delirantes, y cuando los he releído me han causado cierta indignación. Me digo: “Cómo es posible que un tipo de estas características haya terminado guiando a tanta gente en temas tan importantes”.

En el capítulo que narras tu primer encuentro con Figari dices: “Si en ese momento de mi vida, alguien me hubiese dicho que se trataba de un megalómano, cobarde y sádico, un depredador sexual y un abusador físico y psicológico, además del creador de una secta destructiva de control mental, que producía incontables víctimas, no lo hubiera creído”. ¿Esa es la definición exacta de Figari? ¿Con esas palabras lo describes ahora?

No he encontrado una definición mejor.

¿Y es real que él creía en supercherías, en que podía controlar a las personas con una supuesta “energía azul”?

No solo es verídico, sino que siento que me he quedado corto en el libro. Tengo mil anécdotas sobre estas supersticiones y creencias absurdas de Luis Fernando, que en realidad giraban en torno a sus capacidades. No sé, te hacía tocar una piedra, que era la piedra distintiva de la agrupación, y te preguntaba qué sentías. Te veías en el aprieto de inventarte una respuesta que lo satisfaga o de recibir sus insultos por no ser suficientemente receptivo. Una vez hizo una ceremonia de hipnosis y puso a dar vueltas en el piso a un sodálite. Y la cosa funcionó. El problema es que no supo cómo sacarlo de la hipnosis. Solo en ese caso vi algo eficaz de su parte. Obviamente, vivíamos en tal estado de autosugestión y de sugestión externa que era un ambiente de realismo mágico. Todo el día ocurrían cosas rarísimas en San José (una de las casas del Sodalicio). Luis Fernando creía en milagros. Una vez, las Siervas del Plan de Dios, que son una de las ramas femeninas del Sodalicio, notaron que, en una corona de espinas ya seca, que habían usado en una liturgia de Semana Santa, había aparecido una hojita. Y para Luis Fernando ese era un milagro que evaluaba llevar a Roma para decir que Germán Doig (segundo en la jerarquía del Sodalicio) era santo. Pero al día que llevó la corona a su casa, la hojita se cayó.

¿Qué eran los esper, según Figari?

Los esper venían de una novela de ciencia ficción en la que estos personajes eran telépatas. Luis Fernando creía o hacía creer que podía leer la mente, y dividía a las personas entre esper y no esper. Muchos de los que colaboraban más con él eran esper, o sea que tenían una capacidad de intuición sobrehumana. Esa era su opinión. Pero esa opinión no se discutía jamás. Si él decía que tal chico era esper, nadie lo iba a dudar nunca.

¿Figari te agredió físicamente?

Sí. Con pequeños golpes, varias veces. Y con golpes muy fuertes, entre 10 y 5 veces.

Hay una ocasión en la que él te derribó con un golpe de puño en la nuca.

Sí, o a veces cogía un libro muy gordo y te pegaba en la parte más alta de la cabeza. Y eso dolía un montón. Sentías que tus dientes se iban a convertir en una masa sólida.

¿Cuál es la expresión de abuso físico más grave que recibiste en el Sodalicio?

Yo creo que ese golpe en la nunca, porque estaba acompañado de un nivel de ira y a la vez de gozo indescriptible. Es decir, lo hizo con muchísimo placer, con un sadismo que me impactó. En esa ocasión, me dejó sin posibilidad de negar su sadismo. Y se me hizo un problema seguir guiándome por una persona que tenía esta personalidad tan destructiva.

¿Quién fue el primer sodálite que te expresó sus dudas sobre Figari?

No voy a decir su nombre. En el libro he puesto un nombre inventado: Marco Díaz del Olmo. Yo ya estaba casi fuera del Sodalicio, y en todos los años que estuve adentro nunca había escuchado ni el asomo de una crítica a Luis Fernando. Y esta persona me dijo que habían algunos sodálites que pensaban que él estaba loco.

¿Crees que la supuesta sanción que ha recibido Figari de la Santa Sede, esta que le da manutención de por vida, con alojamiento en Italia, es mayor que cualquier reparación que hayan obtenido las víctimas del Sodalicio?

La verdad es que no tengo el detalle del nivel de reparaciones que ha dado el Sodalicio. Mucha gente me dice que en muchos casos son paupérrimas, pero sé que nadie ha recibido una reparación tan generosa como una vida en Italia con todo pagado. Me parece una broma de mal gusto, no sé si del destino o del Vaticano.

Por ponerlo en otras palabras, esa no es una sanción.

No, me parece más bien que es un blindaje o un premio.

Tantos años después, ¿qué es el Sodalicio para ti?

El Sodalicio, y esta es mi opinión, refrendada en varios textos que puedo citar sin problema, es una secta destructiva de control mental, que tiene la particularidad de ser parasitaria de la Iglesia Católica. Es decir, ha crecido escondida bajo sus faldas, la ha infiltrado de alguna manera, la ha engañado también, y ha engañado a todos los fieles católicos, que, tratando de acercarse a la iglesia, se han terminado encontrando con el Sodalicio.

Hablemos de otros personajes del Sodalicio. ¿Fue Jeffrey Daniels la persona más peligrosa dentro de la organización?

(Duda unos segundos) Es una pregunta difícil porque es el sodálite que tiene más denuncias de abuso sexual. Pero yo creo que el más peligroso es Luis Fernando Figari, porque no solo construyó la secta, sino que generó problemas psicológicos, daños graves, y aparte también es un depredador sexual. Ese es el corazón de las tinieblas.

¿Cuánto tiempo demoraste en escribir el capítulo de la agresión que estuviste a punto de sufrir de Daniels?

Yo calculo que un par de años.

Te bloqueaste.

Me bloqueé, pero todos los días me sentaba frente a la computadora a ver si me desbloqueaba. Fueron dos años de sufrimiento.

¿Dirías que el afán de los jerarcas del Sodalicio por tomar control sobre la sexualidad de sus integrantes, más que una preocupación por su vida espiritual y religiosa, era una estrategia de control mental?

Depende de qué se entienda por los sodálites. Todos pensábamos que la pureza era un valor equiparable al amor o a la fe, pero muchos no entendían que esta era una estrategia de control mental. Lo hacíamos porque estábamos convencidos de este asunto. Yo pienso que Figari sí era consciente de esta manera de entender el celibato y sus consecuencias, y se servía de ella de manera muy eficaz. A esto hay que agregar a otros sodálites que siempre estuvieron al lado de Luis Fernando, que, si bien tenían en la mente todas esas categorías referidas a la pureza, estaban tan cerca de la fuente y de la creación de las mismas, que es difícil que no supieran en qué consistía realmente su trabajo.

¿No sentías que, con la obsesión de esta gente por temas como la masturbación o la pornografía, terminaban promoviéndolos antes que evitándolos?

Yo desde niño reaccioné ante esta prédica sin poner muchas barreras. Es decir, me creí que lo peor del mundo era perder la virginidad o masturbarse. Entró a mi psique con una equivalencia a matar a otro ser humano, al homicidio. Incluso, saliendo del Sodalicio y hasta ahora, por algunos instantes, me es difícil ver al sexo como algo natural.

¿Había racismo entre sodálites? Dices en la novela que los caucásicos debían ser los ojos de la congregación. En ese esquema, ¿qué papel debían tener los mestizos?

El racismo es muy fácil de demostrar en el Sodalicio, casi tan fácil como el elitismo. Toda la corte de sodálites que ejecutaban los planes más importantes del fundador eran caucásicos, salvo alguna excepción esporádica. Luis Fernando, según mi opinión, tenía algún tipo de complejo racial. Aunque era caucásico, no era tan rubio como hubiera querido, o tan rico como hubiera querido, o tan de la clase alta como hubiera querido. Simplemente no podía con su genio, y apenas podía, hacía notar su opinión negativa sobre la gente que tenía algún rasgo mestizo.

¿Qué frase denigrante usaba?

Me acuerdo que estaba disertando sobre el “complejo del cholo”, que era uno de sus temas favoritos, y me decía: “Cuando veo a una persona que no es esper -que en el fondo significaba que no veía a una persona blanca o de ojos azules-, siento que estoy viendo a un perro”. Así era su racismo. Pocas veces he visto cosa más antievangélica.

¿Qué convertía en “vocacionable” a un joven, según el criterio del Sodalicio?

De lo que yo llegué a entender, eran chicos inteligentes, sensibles, con un mundo interior amplio o interesante. En la mente de Luis Fernando, eso coincidía con chicos de clase alta, caucásicos y de preferencia rubios.

¿Tuviste pensamientos suicidas durante las dos décadas que estuviste en el sodalicio?

Sí. En los últimos años en el Sodalicio, la vida me era tan dura, contradictoria, dividida y dolorosa, que me descubrí pensando en muchos momentos que era mejor estar muerto antes que aceptar lo que estaba viviendo, antes que irme o quedarme. Ninguna posibilidad para mí era buena. Todas las respuestas que me daba llevaban a la contradicción, a la aporía o a la angustia. Por lo tanto, la muerte se hacía bastante tentadora.

¿Cómo lo superaste?

La literatura ayudo muchísimo, como ayudó salir del Sodalicio. Si no lo hubiera hecho, allí sí mis ideas suicidas muy probablemente se hubieran hecho reales.

¿Te reprochas haber llevado a tu hermano Vicente al Sodalicio?

Muchísimo. Lo hice de buena fe, por la insistencia de los sodálites. Tenía unos 14 años cuando lo hice. Pero sí me arrepiento de haberlo acercado a la boca del lobo. Hoy somos muy cercanos, vivimos puerta con puerta en un edificio, y ambos somos artistas. Nos apoyamos en todo en esta nueva vida de libertad.

Antes de que ingresaras totalmente al Sodalicio, tu madre te decía: “No puede ser que chicos de 25 guíen a niños de 15”. ¿Fue la primera persona de tu familia en desconfiar del Sodalicio?

Mi madre es una mujer muy inteligente y práctica, pero creo que fui muy buen actor y le presenté la parte que me habían enseñado a presentar ante cualquiera que no fuera sodálite. Es decir, siempre tuve una felicidad tan falsa como a prueba de balas. La sonrisa permanente era una característica permanente de la secta

Un poco tenebroso eso.

Tenebroso y ridículo.

Si ella hubiera insistido y te hubiera dicho que no entraras al Sodalicio, ¿hubieras hecho caso?

No, porque mi voluntad y mi conciencia ya estaban entre barrotes.

Decidiste dejar el Sodalicio luego de ver la película Persona de Ingmar Berman, ¿por qué?

No sé si fue la belleza de las actrices principales o la genialidad de Bergman para tocas fibras inconscientes, hasta pudo haber sido el título. Es decir, soy una persona y no un esclavo.

¿Tienes todavía algún rezago de tu expersonalidad sodálite?

De la personalidad sodálite, de lo que esperaban que fuera uno, creo que no. Y tampoco sé si alguna vez pude encarnar ese ideal. Lo que tengo ahora es la ruptura de mi verdadera personalidad con todo lo vivido.

Periodista formado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es editor y reportero del suplemento Domingo de La República. También ha publicado en el diario El Tiempo de Colombia y La Tercera de Chile. Fue reportero de la sección política de este diario. Tiene un blog sobre fantasía (cuervosobrepalas.wordpress.com) y otro en el que comenta su trabajo periodístico (cambiodetitulares.wordpress.com)