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Domingo

Heroínas de la vacunación

A las alturas de los cerros, allí donde no llegan otros servicios del Estado, ascienden las brigadas de vacunación de la Diris Lima Este. Cientos de ancianos con dificultades para movilizarse ahora están protegidos del COVID-19 gracias a que las autoridades se dieron cuenta de que, si ellos no podían bajar a recibir la vacuna, la vacuna debía ir hacia ellos.

A menudo, los brigadistas de la Diris Lima Este deben trepar por larguísimas escaleras para llegar a los domicilios de los ancianos que deben vacunar. Foto: Antonio Melgarejo.
A menudo, los brigadistas de la Diris Lima Este deben trepar por larguísimas escaleras para llegar a los domicilios de los ancianos que deben vacunar. Foto: Antonio Melgarejo.

El asentamiento humano 7 de Octubre es un gigantesco laberinto. Una zona picante. Y uno de los barrios más pobres de El Agustino. Por sus empinadas escaleras y sus pasajes estrechos caminan esta mañana las trabajadoras sanitarias de las brigadas de vacunación de la Dirección de Redes Integradas de Salud (Diris) Lima Este.

Han llegado hasta aquí para aplicar la segunda dosis de la vacuna contra la COVID-19 a los abuelitos y abuelitas de más de 70 años que no pueden desplazarse a los centros de vacunación que hay en el distrito.

Hace un momento estuvieron en la casa de doña Maximiliana Quispe, una dulce dama de 87 años que trabajó casi toda su vida como ambulante en el Mercado de Caquetá y a la que hoy cuidan sus hijos Olga y Ángel. Para esta familia de raíces ayacuchanas vacunar a la abuelita ha sido un acontecimiento tan importante que el día que le pusieron la primera dosis adornaron la casa con letreros y globos para recibir a los vacunadores. Hoy, que tocó la segunda dosis, hicieron lo mismo.

Heroínas de la vacunación

Enfermera Cindy Estrella vacunando a doña Teresa Olguín Mendoza (89). Foto: Antonio Melgarejo

Las sanitarias ya volvieron de donde Maximiliana, descendiendo una larguísima escalera de piedra, y ahora están entrando a la casa de doña Teresa Olguín, para lo que hay que usar otra escalera, más pequeña, más oscura, más empinada.

La vida es así en los cerros de El Agustino: transcurre entre escaleras y pendientes. Por eso es tan difícil para las familias llevar a los ancianos a vacunarse. Por eso las brigadas de vacunación a domicilio son tan importantes.

A la casa de doña Teresa entran la médica Yuri García, la enfermera Cindy Estrella y la técnica Liz Ramos. Son un equipo que funciona a la perfección. Mientras García se presenta y le explica a la abuelita que la van a vacunar, otra vez, para que no se enferme por el coronavirus, Ramos va anotando los datos de la paciente y Estrella le muestra al familiar cómo va cargando la jeringa con la preciada vacuna.

El hogar de doña Teresa es humilde. Hasta hace unos 15 años, ella vivía de vender dulces en el cercano Parque Cahuide, hasta que tuvieron que operarla de una hernia y, tiempo después, por un problema en los intestinos. Desde entonces, la cuidan sus hijos Hugo y Mariano. En esa habitación de piso de tierra y techo de esteras, que se ha visto invadida de pronto por sanitarios y algunos periodistas, la anciana recibe la segunda dosis con estoico silencio.

–Si tiene dolor en el brazo, mojas un pañito en agua caliente y se lo pasas como una compresita– le indica Yuri García a Hugo. –Se lo pasas diez minutos, por la mañana y por la noche y solito se va a pasar el dolor.

Después de ver que doña Teresa no muestra ninguna reacción adversa a la inyección, las vacunadoras remontan la oscura escalera y salen de la casa.

Allá afuera hay más abuelitos esperando su vacuna.

Abuelitos protegidos

La idea de vacunar a domicilio a los adultos mayores con problemas de movilidad se le ocurrió a las autoridades de la Diris Lima Este poco después de que comenzó la vacunación regular.

–Nosotros tenemos un call center– indica la directora de la Diris, Antonieta Alarcón. –Y las personas empezaron a llamar a preguntar si podíamos vacunar a los pacientes postrados. Empezamos a registrar a estas personas, que tienen problemas como accidentes cerebrovasculares o hemiplejías, y empezamos a ver sus direcciones y armar rutas de vacunación.

La Diris Lima Este ya tenía experiencia de este tipo: el año pasado llevó la vacuna contra el neumococo a adultos mayores que tampoco podían acercarse a los puestos de vacunación.

Heroínas de la vacunación

Las médicas y enfermeras trasladan las vacunas en un cooler y llevan bolsas para los deshechos médicos. Foto: Antonio Melgarejo.

–Usted ve cómo son los cerros de El Agustino, los cerros de Santa Anita, es difícil el acceso para que estas personas bajen a vacunarse– dice Alarcón.

El 23 de abril, una decena de brigadas, cada una integrada por un médico, una enfermera y un técnico, partieron en vehículos, sobre todo mototaxis, para suministrar la primera dosis de Pfizer a 120 adultos mayores de 80 años de El Agustino, Ate, Santa Anita y Lurigancho-Chosica. Una semana después, las brigadas salieron a vacunar a 138 adultos mayores de 70.

Esta semana terminaron de administrarle a ambos grupos etarios la segunda dosis.

Hoy, la brigada que integran la doctora García, la enfermera Estrella y la técnica Ramos partieron en el mototaxi manejado por Miguel Ángel Unocc, que vive en 7 de Octubre y que conoce los cerros de El Agustino como la palma de su mano.

Antes de visitar a doña Maximiliana y a doña Teresa, la brigada le aplicó la vacuna a la señora María Lilia Tafur, una anciana de 90 años que vive en el cerro Catalina Huanca y que desde que se fracturó la cadera pasa los días en cama, bajo el cuidado de su hija y su nieta.

El cuarto destino fue la casa de don Domingo Méndez Vega. En su habitación, adornada con fotos de su juventud, un Corazón de Jesús y un cuadro de la Virgen del Carmen, el hombre de 85 años recibió la vacuna al lado de su hija Roberta. Cuando la licenciada Estrella retiró la aguja del hombro de su padre, Roberta respiró tranquila: hace un año, el COVID se había llevado a su esposo. Ahora, ya no haría lo mismo con su su padre.

Heroínas de la vacunación

La doctora Yuri García mide la saturación de don Domingo Méndez (85), vecino del AAHH 7 de Octubre. Foto: Antonio Melgarejo.

En cada lugar, la doctora García examinó a sus pacientes, auscultó sus pulmones, les midió la saturación y preguntó a la familia si tenían enfermedades crónicas como diabetes o asma. Esta vez, los abuelitos estuvieron bien. Una vez, García encontró a un abuelito que había tenido contacto con una persona con COVID y por esa razón no pudo aplicarle la vacuna.

En la casa de Zenaida Mateo Vilcapoma, una agricultora de San Francisco de Lachaqui, de 90 años, los familiares quedaron tan contentos con el trabajo de las brigadistas que les pidieron tomarse una foto con ellas.

–Yo he vacunado antes, en campañas contra la rubeola, el sarampión, el tétanos y la difteria a adultos, pero esta es especial, porque estamos luchando contra una pandemia y es la vacuna que la población ha estado esperando– dice Cindy Estrella.

–Este servicio es para todas las personas que no pueden trasladarse– dice Antonieta Alarcón– y vamos a seguir llevándolo a domicilio a los que tienen menos edad y no pueden movilizarse. Pero a las personas que sí pueden, les pedimos que vayan a los puestos de vacunación en su fecha. Todo nuestro personal de salud los va a recibir con los brazos abiertos.

Reportero. Comunicador social por la UNMSM. Especializado en conservación, cambio climático y desarrollo sostenible. Antes en IDL Reporteros y Perú.21. Premio Periodismo Sustentable 2016. Premio Especial Cáritas del Perú. Finalista del Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación 2011.