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Domingo

Mauri Stern: “Me perdí. Me fui al diablo por ambicioso, por solo querer trabajar”

Su pasado como atleta, el éxito con Magneto y el ocaso de la fama, su postura a favor de la legalización de la marihuana. Palabras del exigente juez de Yo Soy en un diálogo íntimo con Domingo.

A Mauri Stern no le va bien con la precisión de fechas, pero recuerda ese concierto de mayo de 1996, cuando Magneto se despidió para siempre en la Plaza México, la de mayor aforo del planeta. El grupo que puso a vibrar a Latinoamérica con ’40 grados’, ‘Suena tremendo’ y ‘Vuela vuela’ se desintegraba, doce años después, ante un océano de fanáticos que saltaba y gritaba, ‘Mira, mira, mira’. Mauri entonces tenía veintitantos años y un secreto: la cantante Fey era su novia desde 1992, pero la prensa del corazón lo supo solamente tras el fin de la ‘magnetomanía’, cuando él devino en su representante. Formaron una dupla de éxito. Años después Fey diría que, en esa década de relación, Mauri priorizó el dinero en lugar del amor. Él, a su turno, le pediría perdón. El cantante y productor debió pasar algunos contratiempos antes de desembocar en ese mea culpa: quedó al borde del colapso, batalló contra ataques de ansiedad y los reveses de la fama. La crisis emocional le duró medio año y lo aisló con la idea de no pisar un escenario nunca más. Incluso se marchó de casa, solo, desorientado. Si regresó fue porque ya no podía seguir extrañando a su madre.

Mauri Stern, el juez implacable, dice que esos episodios formaron su carácter. Que le causaron fracturas que ya ha sanado. Lleva dos meses en Lima y acaba de anunciar su permanencia en otra temporada de ‘Yo soy: grandes batallas’. Es decir, pasará más tiempo fuera de casa. Semanas atrás lo visitaron su esposa, Silvana Recalde, y sus dos pequeños, Sebastián y Gael. Concluyó que la pasan mal respetando el confinamiento lejos de casa —”los niños son pura vida y libertad”—, de modo que volvieron a Miami. Allí lo esperan todas las noches. Mauri, el chico Magneto de amplia sonrisa, el productor que vio resplandecer a Belinda, y artífice de conciertos memorables con Sony Music, ha envejecido. Ya no se ruboriza al desnudar sus emociones. Ahora es también un papá que llora en la soledad de su habitación cuando extraña a los suyos.

Tu biografía no aparece en Wikipedia, pero leí que de pequeño escuchabas a Iron Maiden y Kiss. Se podría decir que fuiste un niño frenético.

Cómo vamos a explicar esto (se palmea el pecho) sin el rock. Soy un niño fresa con un roquero adentro.

También eras atleta. ¿En qué momento sentiste un asomo musical?

Qué pregunta. Primero que todo sí, amo el rock. Mis papás tuvieron mucho que ver con eso por los discos y casetes que me dejaban comprar. Compraba Iron Maiden, por ejemplo, y tenía que haber plática familiar y observación psicológica. Luego, es verdad que fui deportista. Pero deportista tremendo, no paraba. Hacía fútbol, atletismo, tenis, natación. Probablemente eso me hizo muy competitivo. En una foto aparezco en el podio, con mi medalla de segundo lugar, llorando. (Se ríe).

Ya llevas dos meses en Perú, Mauri. ¿Cómo te va con la paternidad a distancia?, ¿tus hijos te reclaman tiempo?

Siempre, pero es la primera vez que ven a papá en un proyecto de TV como juez y en otro país. Los niños vinieron hace poco e hicieron la cuarentena, pero tomamos la decisión de que están mejor en casa que en una habitación de hotel. De ahí la cosa ha estado muy emocional. Ya ves, hasta lloro en televisión. Pero me importa un comino eh, porque vine a ser quien soy. Me cabreo, me emociono, me entristezco. Como dicen muchos de mis amigos, es lo que es.

Te menciono lo de la distancia porque has dicho que desde hace 35 años eres una especie de nómada. Es decir, te estás yendo desde que eras adolescente. Y ya tienes 50.

Siempre fui un niño muy pegado a mi mamá, pero muy independiente. Con una mamá incondicional y, a la vez, con un estado de desapego y amor. A los trece o catorce años empecé en el teatro, luego salté a Vaselina y Magneto, luego llegó Fey, Belinda, Sony, Franco de Vita. Y ahora estoy acá. No sé estar en casa, como ves. Si tengo un mes de vacaciones, solo pienso a qué lugar distinto viajar. Termino un proyecto y ya quiero una nueva emoción. No sé permanecer.

Hablemos de ‘Yo soy’. Tienes el rol de crítico desmesurado. Unos dicen eres el jurado riguroso que hacía falta; otros, que te pasas de provocador.

Fíjate, mi primera pregunta (cuando me llamaron del programa) fue: ‘¿me van a dejar ser?’, y me contestaron que sí. Por eso estoy en la silla donde me has visto. La gente con la que he hecho los mejores proyectos de mi vida ha sido directa y frontal. Había un ejecutivo de Sony España que me decía todo lo que le gustaba y lo que odiaba. Me recalcaba: esto es una mierda, esto es una mierda, y yo regresaba a mi cueva, trabajaba y volvía con una versión mejorada. Es algo muy natural.

Departes bastante con Tony Succar. Él es partidario del Autotune, tú no. Él ha dicho que jamás sería profesor de música, tú te inclinas por la pedagogía.

Con Tony hubo total química desde el primer segundo. Tardamos muchos años en encontrarnos y no pasa nada. Encontrarnos en estas circunstancias, lejos de nuestras familias, nos ha hecho ver que somos como dos hermanitos que aman la música, la vida, la comida, la gente. La pasión también es decir ‘yo no creo en esto’ y explicarme tus razones para entenderlas. Es un precioso ejercicio de dos seres humanos que se respetan y quieren. Peleamos, pero luego nos sentamos a platicar y tiramos para adelante.

Volvamos a los 90, cuando Magneto. ¿De verdad Perú hizo posible todo ese fenómeno?

No me tiembla el pulso en decirlo. México nos firmó, nos dio nombre. Y Perú no dio ese néctar de la fama. Aquí entendimos que esto era un fenómeno.

Qué interesante. Fueron años dorados, quisiera saber qué cosas te arrebató la fama.

(Se queda callado) Soy muy práctico emocionalmente. Nunca extraño. No extraño lugares, comidas, casi no extraño gente. Pienso en la gente que amo, pero no extraño esa parte de mi vida. Solo extraño a mis hijos. Entonces no siento que perdí, creo que gané más bien.

Te preguntaba porque he visto que la fama te desbordó. Por ejemplo, has hecho mea culpa por los errores que cometiste con Fey, tu expareja y de quien fuiste manager.

Lo que pasa es que no perdí. Es que me perdí. Me fui al diablo por ambicioso, por solo querer trabajar, por solo querer comerme el mundo con ella. Nos cargamos nuestra relación personal. Me perdí a mí mismo y ya no sabía ni quién era. En ese descuido hubo vacíos, ataques de ansiedad. Entonces renuncié a todo.

Qué terrible. Hasta terminaste solo en una montaña de Canadá.

Me fui quince días y seis meses después seguía allí. Pero fue el premio más grande de mi vida. Me salvé, aprendí, me perdoné, perdoné y regresé distinto. Me he vuelto un egoísta maravilloso: solo elijo proyectos que me den felicidad.

¿En serio colapsaste?

Estuve a punto. Pero lo que importa es que me salvé. Que renuncié y volví de otra forma.

Y que te perdonaste y pediste perdón.

Esa es la virtud más maravillosa del ser humano. No puedes sanar si no te has perdonado.

***

Detrás del escenario, Mauri Stern ha visto “absolutamente quebrada” a Alejandra Guzmán y a una Belinda de trece años pidiendo cantar Ángel —”Me dijo: Mau, déjame cantar esa canción, por favor”—, sin imaginar que sería acaso el tema más exitoso de su carrera. Ha escuchado a Franco de Vita asegurar que compuso Tan solo tú para que lo acompañara Alejandra Guzmán. Los ha oído gritarse tras bambalinas: “Alejandra y Franco iban a ensayar 26 canciones en dos horas. Ocho horas después, Franco seguía diciéndole: no, Alejandra, no te creo, dame más, más garra”. Ha contado que recogió a Pedro Capó de una obra de teatro en Nueva York —”era un chico que vivió en las calles comiendo cereal”. Se podría decir que Mauri fue uno de los descubridores de CNCO, ese grupo de pop latino y reguetón que arrasa pasiones. Son anécdotas que más ha gozado en su faceta como productor. “Memorias que han puesto feliz mi piel”, ha dicho.

La cita es a las 3.30 p.m., pero llega con diez minutos de retraso. Ya está acostumbrado, la televisión es una maratón diaria. Aunque a veces quisiera estar hundido en el sofá junto a sus niños, el show no conoce de cotidianidad: lo requiere implacable y juicioso. Un día después de esta conversación, su esposa Silvana le preparará un video collage con postales familiares; un repaso de cuando se conocieron, se dieron el primer beso y conformaron su familia, la intimidad de su hogar. “A seguir con amor y salud”, escribirá Mauri. Al lado, un corazón azul.

¿Cómo fue tu paso de manager a productor?

Genial. Fui exitoso como manager, pero en el trabajo artístico encontré un mejor lugar. Lo disfruté mucho.

¿Y cómo se lidia con esos monstruos del escenario?

Es muy emocionante porque tienen el talento, pero también la disciplina para hacerlo. Ojo, son muy diferentes. Imagínate el temperamento de la Guzmán comparado al lado de Franco de Vita. Pero no hay artista sin carácter, que no es esa cosa que hace vibrar, sino que tiene que ver con inteligencia emocional. Hay que tener carácter para dominar. Dame un toque, no te vayas. (Mauri interrumpe la entrevista. Su manager lo llama. Vuelve segundos después) Papito, me dicen que debo salir. Lánzame un par de preguntas y ya.

Hace poco tocaste un tema que polariza: el consumo de marihuana y su legalización. ¿Estás a favor?

Cien por ciento. Es algo muy personal. Si (el consumo) se realiza en un balance correcto, tiene beneficios emocionales y hasta en la salud. Eso ya tiene respaldo científico. Debemos quitarnos el mito y legalizarla en todo el planeta, sí.

También has sentado una postura contundente contra Trump y contra la gestión de AMLO frente la pandemia. Mi última inquietud va sobre el feminismo y el #Metoo en la industria musical.

Es la realidad. Está bien que hablemos de igualdad en todo sentido. Hace 20 años estábamos en la nada y hemos avanzado mucho. Pero aún falta más mente abierta, una sociedad educada y mandatarios honestos, no papeles de idiotas. (Mauri hace una V con el índice y el dedo medio). Ahora sí me voy, viste que mi manager es una fiera.