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Domingo

El sabor de la integración

Lo que se ve en medios y redes sociales son actos delictivos, brotes de xenofobia y políticos irresponsables que atizan el prejuicio. Lo que no se ve son las muchas historias de peruanos y venezolanos que vencen la desconfianza, emprenden negocios juntos, constituyen familias y se integran armoniosamente. Historias como las que presentamos en la siguiente nota.

El peruano Jack Torres y la venezolana Arlin Riera son los dueños del restaurante D'stinos, que ofrece platillos de ambos países –como el lomo saltado y el pabellón de la foto– a los vecinos de San Martín de Porres. Foto: Marco Cotrina.
El peruano Jack Torres y la venezolana Arlin Riera son los dueños del restaurante D'stinos, que ofrece platillos de ambos países –como el lomo saltado y el pabellón de la foto– a los vecinos de San Martín de Porres. Foto: Marco Cotrina.

–Los actos delincuenciales van más allá de las nacionalidades.

Dice Betsy Chávez, una licenciada en Enfermería con 25 años de experiencia en atención prehospitalaria y que hoy trabaja como consultora en el área de salud ocupacional para varias empresas inmobiliarias.

A la señora Chávez no le importó la nacionalidad del señor Richard Perales, bombero venezolano, experto en seguridad, cuando le propuso formar, junto con su esposo, Walter Maldonado, una empresa de servicios en seguridad, salud ocupacional y gestión ambiental.

Chávez había conocido a Perales a mediados de 2019 en una obra en la que él ejerció como supervisor de seguridad y salud ocupacional, y se lo volvió a encontrar poco después en otra obra, en las mismas funciones. Siempre le pareció una persona correcta y muy trabajadora.

–Es una persona muy responsable en su trabajo– dice. –Le gusta hacer las cosas bien y tiene buen ojo para prevenir todos los riesgos a nivel laboral.

A Chávez nunca se le pasó por la cabeza que el aplicado supervisor venezolano pudiera ser un malhechor, como tampoco lo pensó de los muchos otros venezolanos que conoció, como trabajadores o pacientes.

–Los venezolanos que he conocido han sido personas muy capacitadas, muy profesionales y muy buenas personas– dice.

La empresa en cuestión se ha constituido hace poco, pero cuenta con la larga experiencia en el rubro que tienen los tres socios, sobre todo Perales, quien dirigió durante años una compañía parecida en Caracas.

Hoy es un ejemplo, entre muchos, de que los peruanos podemos vencer las desconfianzas, forjar amistades y emprender proyectos junto con los inmigrantes venezolanos, a los que algunos, debido al comportamiento de una minoría, acusan de manera generalizada de ser delincuentes y “enfermos”.

Veruska Pereira y Frank Vásquez, dueños de la tienda La Tocineta.

Veruska Pereira y Frank Vásquez, dueños de la tienda La Tocineta.

Lazos de integración

Las últimas semanas han sido de tensión para la comunidad venezolana en el país. El cruel asesinato del peruano Silvano Oblitas, arrojado de un puente por un sujeto de acento venezolano en el estado de Cauca, en Colombia, fue interpretado por muchas personas como una venganza por el homicidio, días antes, del inmigrante Orlando Abreu, en la ciudad de Trujillo.

Las noticias sobre estos crímenes circularon durante días en medios de comunicación y redes sociales. Aparecieron videos de supuestas bandas peruanas y venezolanas que anunciaban su intención de imponer respeto a su país a balazos. Se difundieron imágenes de una marcha xenofóbica en el centro de Lima que terminó con ataques a pedradas a la sede de la embajada de Venezuela en Perú. Y las declaraciones de algunos candidatos irresponsables, que prometieron expulsar a todos los inmigrantes en situación irregular que hay en el país.

Lo que se vio en medios y redes sociales es lo que se suele ver cada cierto tiempo cuando la atención se dirige hacia el tema de la inmigración: crímenes, xenofobia, populismo.

Lo que no se ve son las historias de esos hombres y mujeres peruanos y venezolanos que no se dejan influir por esa narrativa y que, en silencio, están constituyendo sólidos lazos de integración y vida en comunidad.

Como Betsy Chávez y Richard Perales. Amigos en el trabajo, profesionales, que un día, cuando él se lamentaba de que la plata no le alcanzaba, decidieron formar una empresa juntos.

O como Veruska Pereira y Frank Vásquez, quienes también fueron primero amigos antes de ser socios en su primer emprendimiento: una tienda de embutidos y quesos a la que bautizaron como La Tocineta.

Veruska llegó hace cuatro años al Perú junto con sus padres y sus hermanos. En Barquisimeto, la familia Pereira tenía una charcutería, pero la crisis económica la llevó a la quiebra. En Lima, mientras sus papás se las arreglaban como podían, vendiendo alfajores y marcianos en las calles, ella consiguió trabajo como administrativa en un negocio de metal mecánica.

La empresa funcionaba dentro de una galería, en el Cercado de Lima, y fue allí donde Versuka conoció a Frank, un ingeniero industrial que atendía el área administrativa de otra compañía del mismo rubro.

Durante las reuniones sociales del grupo de peruanos y venezolanos que trabajaban en la galería, los amigos hablaban de hacer negocios juntos. Un día Veruska le propuso abrir una tienda de embutidos y quesos. Ella ponía su experiencia y la de su familia en el ramo. Él, su conocimiento de las normativas para crear una empresa. Pondrían el capital inicial a partes iguales. Frank se tomó su tiempo para evaluar la propuesta. Estudió la zona donde estaría la tienda, la competencia, los potenciales clientes. El negocio prometía. Y se embarcaron.

Veruska y Frank abrieron La Tocineta en agosto de 2019, en Breña. Les ha ido tan bien, incluso en pandemia, que en unos días abrirán su segunda tienda, en Jesús María. Muchos de sus clientes son venezolanos que viven en el barrio y compran allí sus quesos llaneros, guayanas y de mano, su leche Campiña y sus panes de guayaba. Los clientes peruanos llevan, sobre todo, embutidos, quesos frescos y paria, pero sucede con frecuencia que los peruanos llevan algo venezolano y los venezolanos, algo peruano. Y luego vuelven, encantados, para llevar más.

Almuerzos en paz

En San Martín de Porres, a una cuadra del Plaza Lima Norte, está D’stinos, el restaurante de Jack Torres y Arlin Riera. Allí se pueden encontrar tanto platos criollos –un lomo saltado, unos tallarines a la huancaína– como venezolanos: carne guisada, chuleta ahumada o pabellón. Es un restaurante de menú, que atiende a la gente del barrio, y donde clientes de ambos países almuerzan en sana convivencia.

Desde que se hicieron novios, hace tres años, Jack y Arlin planearon tener su propio negocio. Él por entonces era profesor en academias de fútbol. Ella, inmigrante de Barquisimeto, trabajaba en un centro comercial. Juntos, hicieron de todo, desde ofrecer helados y tortas hasta vender hamburguesas. En enero del año pasado encontraron este local. La pandemia no los ha derrotado.

Arlin dice que la familia de Jack le tiene afecto y que en las últimas semanas, le han comentado que es injusto que por los delitos cometidos por unos pocos inmigrantes se quiera echar a todos del país. Ella dice que, felizmente, no ha vivido muchos momentos en los que haya sido atacada por su nacionalidad y que, en general, los peruanos la han tratado muy bien.

Jack es más consciente de los comentarios feos que algunos compatriotas dedican a su novia, pero reconoce que no son demasiados. La xenofobia que se ve en redes sociales contrasta con la cordialidad que se vive en su salón a la hora del almuerzo. Ellos dicen que la mejor forma de mantener las cosas en paz es ignorar ese tipo de publicaciones. No compartir videos que hablen de venganzas, por ejemplo. Ser amable con el compatriota. Serlo con el extranjero.

Reportero. Comunicador social por la UNMSM. Especializado en conservación, cambio climático y desarrollo sostenible. Antes en IDL Reporteros y Perú.21. Premio Periodismo Sustentable 2016. Premio Especial Cáritas del Perú. Finalista del Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación 2011.