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Marcela Mitaynes, una asambleísta ‘made in Perú’ en New York

Por primera vez, una peruana migrante ocupará un escaño en la Asamblea Estatal de New York. Representante del ala progresista del Partido Demócrata y amadrinada por la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, esta activista quiere abrir el camino para otras políticas latinas.

Hubo un episodio que reforzó la decisión de Marcela Mitaynes de postularse a la Asamblea del Estado de New York. En medio de una reunión comunitaria, una niña inmigrante de 11 años narró de forma descarnada cómo su familia era hostigada por la dueña del pequeño departamento que rentaban en Brooklyn. Constantemente la mujer les golpeaba la puerta, les prohibía recibir visitas, los amenazaba con desalojarlos y les decía que se regresaran a su país.

Marcela, que había seguido de cerca su caso y les brindaba asesoría como activista desde Vecinos ayudando Vecinos –una organización que ayuda a inquilinos de bajos recursos–, escuchó que un periodista le dijo a la niña que, si se lo proponía, podía llegar a ser la presidenta de los Estados Unidos. Las palabras la sobrecogieron, pero en seguida pensó que esto solo sería posible si la niña veía a alguien igual a ella en un puesto de poder.

“Una de las suyas le tenía que abrir el camino y esa sería yo”, dice Mitaynes, una peruana que se trasladó con su familia a los Estados Unidos cuando era una bebé, y que hace unas semanas concretó sus aspiraciones al salir electa por el Distrito 51 de Brooklyn.

En julio pasado, tras una campaña muy complicada por la crisis del coronavirus –de hecho, Marcela se infectó y tuvo que hacer proselitismo por teléfono–, venció en las elecciones primarias del Partido Demócrata a un contrincante difícil, Fé- lix W. Ortiz, vicepresidente de la Asamblea, que venía siendo elegido desde hacía 26 años y que contaba con el apoyo de la facción tradicional del partido.

“Había sentimientos de la gente que él ya no percibía, yo sabía que tenía una oportunidad única para derrotarlo, aunque nada en política está garantizado”, comenta la lideresa de ideología progresista, que fue amadrinada por Alexandria Ocasio-Cortez, la joven congresista de la corriente más izquierdista de los demócratas.

Para las elecciones de noviembre, y dado el escaso número de votantes republicanos registrados en su distrito, su triunfo era seguro. Marcela, de 45 años, se ha convertido en la primera compatriota nacionalizada estadounidense y en la primera mujer indígena que logra un lugar importante en la arena política neoyorquina.

En enero próximo empezará sus actividades en la Cámara Baja con una agenda muy clara: continuará impulsando leyes a favor de la protección de inquilinos. Incluso plantea una serie de reformas para frenar los desalojos suscitados por la crisis económica de la COVID-19, entre ellas, la creación de una ley que subvencionará los alquile- res e hipotecas de 2020, y auspiciará un programa de asistencia a los pequeños propietarios. Su agenda también contempla la atención médica gratuita para todos los neoyorquinos y cobrar impuesto a los ricos.

Mitaynes no es una política improvisada, está inmersa en la problemática de los inquilinos desde hace más de diez años. Ella misma vivió junto a su familia la pesadilla de ser desaloja- dos del departamento que rentaban y en el que vivieron tres generaciones.

Activista de larga data

La hoy lideresa demócrata proviene de una familia del distrito de Rímac. En la década del setenta, y con tan solo nueve meses de vida, emigró con sus abuelos y su padre a la ciudad de New York. Consiguieron un departamento en el vecindario de Sunset Park, en Brooklyn, cuando este barrio aún tenía alquileres accesibles. “El cholo cotahuasino” como era conocido su abuelo, folclorista nacido en Arequipa, muy querido por

la comunidad, crio a su nieta hablando castellano. “Dentro del departamento se hablaba y se leía el periódico en nuestro idioma, afuera podías hablar lo que quisieras. También a mi hija le inculcó no olvidar sus raíces. Veía el Chavo del Ocho con ella”, dice Marcela.

El 2006 fue un año dramático. El edificio donde vivía su familia fue comprado por un nuevo propietario que amenazaba con subir considerablemente la renta. La mayoría de los departamentos eran alquilados por migrantes latinos que fueron desalojados porque no pudieron pagar. Marcela, que había ido a la universidad –aunque no ejerció la contabilidad por hacerse cargo de la crianza de su hija– hablaba bien el inglés y se sintió lo suficientemente lista para llevar su caso ante la corte de New York.

“Yo me preguntaba cómo harían para defenderse mis vecinos, algunos ancianos, otros latinos que no hablaban bien el idioma, los acosaban todos los días”. El nuevo propietario la acusaba de haber hecho arreglos en el departamento que ponían en riesgo la estructura del edificio. “Tenía más de treinta años de antigüedad, tuvimos que renovar los muebles de la cocina, no sabíamos que teníamos que pedir per- miso. Los nuevos propietarios nos obligaron a poner todo tal cual lo habíamos encontrado y nos pidieron 11 mil dólares para recuperar los gastos que habíamos causado”.

Su familia perdió la contienda legal, tuvieron que abandonar el departamento de dos habitaciones y rentar otro de las mismas características, cuyo alquiler costó el doble. En el ínterin, el abuelo de Marcela falleció. Ese fue el inicio de su carrera como líder comunal.

Se comprometió con la organización que la había asesorado para encarar el desalojo, Vecinos ayudando Vecinos, donde actualmente trabaja como coordinadora del programa de defensores y organizadores de inquilinos. “Cuando fui por primera vez como vecina para informarles sobre mi caso, me di cuenta de que había más inquilinos pasando por lo mismo que yo. Hoy trabajo organizando, educando y empoderándolos para pelear contra las injusticias de los caseros”.

El año pasado, Mitaynes coronó su carrera como activista al aprobarse la Ley de estabilidad de vivienda y protección de inquilinos, que los protege de aumentos arbitrarios de renta, desalojos injustificados, cobros injustos por reparaciones, entre otras cuestiones. Durante meses movilizó a sus vecinos para presionar a los políticos. Incluso se manifestó en la puerta de la legislatura estatal, en Albany, donde fue arrestada por des- obediencia civil.

“Quién diría que un año después volvería del otro lado, ya no como activista sino como asambleísta”, comenta Marcela. “Pienso en las familias con las que he trabajado, en sus hijos, y sobre todo en sus hijas, creo que, al verme en mi nueva posición, les resurgirá la esperanza”.

Visitó Machu Picchu junto a su hija hace unos meses. Sobre la crisis que está pasando el país dice: “La gente está pidiendo erradicar a los corruptos, pero no olvidemos que nuestra responsabilidad civil no termina cuando vamos a votar, hay que enterarnos bien quiénes son los candidatos y sus influencias, hay que ser vigilantes”.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.