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Domingo

Los Ayar, mito explicado

Una nueva lectura de la célebre leyenda fundacional del Tahuantinsuyo derriba la visión militar que se tenía de los héroes que forjaron una cultura que se extendió por todo el área de influencia de la Cordillera de los Andes.

Ilustración: Luis Alejandro Alemán Catacora
Ilustración: Luis Alejandro Alemán Catacora

Luego del cataclismo, surgieron Ayar Manco y Mama Ocllo, Ayar Cachi y Mama Cora, Ayar Uchu y Mama Rahua, Ayar Auca y Mama Huaco: cuatro parejas míticas dispuestas a fundar el Cusco. De aquel accidentado camino fundacional sobrevivieron Manco y Ocllo, hacedores del Tawantinsuyo. Esto es más o menos lo que aprendimos en el colegio, junto con la archiconocida leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo emergiendo del Titicaca para luego fundar el ombligo del mundo.

Al igual que Roma, Cusco también tiene dos mitos fundacionales que conocemos gracias a las crónicas del siglo XVI, pero que en los últimos treinta años fueron estudiados por el doctor Rodolfo Sánchez Garrafa, desde disciplinas como la etnografía, antropología y la lingüística. Esta investigación es publicada ahora con el título Los Ayar, la refundación del centro del mundo.

“Elegí este cuerpo de relatos por su mayor complejidad narrativa, la significativa cantidad de averiguaciones sistemáticas destinadas a su esclarecimiento, desde los primeros años de la conquista y la variedad de versiones proporcionadas en los textos cronísticos escritos del siglo XVI en adelante. Aunque la realización de este estudio, que tiene la forma de ensayo, me llevó unas tres décadas, fue muy pronto que tuve consciencia respecto a la simplicidad y estereotipación que han caracterizado a los intentos de explicación ensayados en más de cuatro siglos, en cuanto a este ciclo de origen fundacional”, nos dice Sánchez, quien a su título de antropólogo, su doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, sus cátedras y su media docena de publicaciones suma su perfecto conocimiento y habla del quechua y el aymara.

La obra aporta una nueva visión del relato mítico de los hermanos Ayar. Si en la escuela los presentaron como una gesta de corte militar o como una simple alegoría de actividades agrícolas, Sánchez Garrafa revela un poderoso trasfondo: “El mito de los Ayar permite desprender toda una teoría andina del poder político-religioso, y su reinterpretación, que descalifica la visión más común y difundida”, añade el autor de Muerte y mundo subterráneo en los Andes.

Para Sánchez Garrafa, no es extraño que el Tawantinsuyo tenga dos mitos fundacionales. “Pasa, por ejemplo, con Roma, cuya fundación dio lugar a los mitos de Eneas el troyano y, por otro lado, al más difundido, que corresponde a los héroes Rómulo y Remo. Los mitos son construcciones arquetípicas, cuyos términos, mantenimiento y difusión obedecen a motivaciones de orden político-social y religioso, particularmente los mitos de origen, ya que proporcionan una justificación o explicación legitimadora del orden establecido”, añade.

Supremos sacerdotes

Para el autor, “el ciclo de los Ayar”, que muestra a unos ancestros sabios y héroes, corresponde a la etapa de señorío sacerdotal, que habría caracterizado la aparición de los Qhapaqkuna en el Qosqo (Cuzco), la antigua Hakamama. En tanto que el mito de Manqo Qhapaq y Mama Oqllo corresponde a la etapa imperial del Tawantinsuyo, tiempo vinculado a la solarización del culto oficial inka y a una disminución o limitación del poder de los muertos.

El aporte lingüístico es básico para comprender el enorme valor de esta investigación. Desde el quechua difundido por los curas que llegaron con la conquista, hasta el puquina, ese “idioma secreto de los incas” que desapareció abrumado por el avance del aymara.

“El resultado de mis estudios es concluyente –sostiene Sánchez Garrafa–. Una lectura sistemática de los textos mitológicos, que se sujeta a las exigencias de la cosmovisión andina, solo es posible buscando apoyo en registros lexicográficos del aymara en primer lugar y, complementariamente, del quechua. Esto, naturalmente, no quita que diversos términos tengan otros orígenes y se les pueda hallar sentido apelando a lenguas como puquina, uru, uruquilla, entre otras, en la medida en que esto se vaya haciendo posible”.

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