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Domingo

El momento de la terapia online

La psicoterapia se ha mudado al mundo virtual. Los profesionales de la salud mental se conectan con sus pacientes vía internet. La ola de ansiedad por el coronavirus lleva a más gente a demandar el servicio.

Antes que comenzara la pandemia, la oficinista Laura P. (38) buscó a una psicóloga en Google que le ayudara a sobrellevar sus crisis de ansiedad. La última se manifestó con una fuerte presión en el pecho que le hizo pensar que sufriría un infarto. Para cuando inició la cuarentena obligatoria, solo había ido dos veces a terapia y se negaba a seguir con el tratamiento de forma virtual. Dudaba de que la confianza ganada en las conversaciones cara a cara con su terapeuta fuera la misma a través de la ventana del Zoom: “No tenía sentido, sería muy impersonal, yo relacionaba la pantalla de la computadora con el trabajo, nunca con una sesión con la psicóloga”, dice.

A medida que pasaron los primeros días del encierro, volvió a sentir la presión en el pecho y un aumento inusitado del ritmo cardiaco. La ansiedad había regresado, esta vez potenciada por el miedo a infectarse. Tuvo que aceptar la teleconsulta psicológica y adaptarse a esta nueva forma de comunicación que han adoptado los profesionales de la salud mental para contactarse con sus pacientes sin ponerlos en riesgo.

Muchos como Laura P. continúan sus terapias a través de videollamadas de WhastApp o sesiones de Zoom y Google Meet desde sus camas o mientras pasean al perro pues no tienen la suficiente intimidad en sus hogares. Y los que antes de la pandemia eran escépticos a la terapia recurren, por primera vez, a un psicólogo de forma remota porque no pueden dormir, porque la relación con los hijos es inmanejable, porque perdieron el trabajo, porque alguien se les murió o porque se les seca la garganta y piensan que están infectados. La crisis sanitaria ha gatillado la aparición de trastornos mentales y la telepsicología está ayudando a mucha gente a sobrellevar la tormenta. Solo la línea 113 del Ministerio de Salud (Minsa) atendió hasta la fecha más de 84 mil orientaciones en salud mental a través de una llamada telefónica, la mayoría por problemas de estrés.

Adaptarse a ver al paciente a través de una pantalla tampoco ha sido fácil para los especialistas. “Una mala conexión a internet, una imagen congelada o un audio entrecortado en el momento en que el paciente se abre, puede ser un limitante para conectar con sus emociones” –dice la psicóloga clínica Conny Hinojosa. Perderse los movimientos corporales del paciente como su forma de caminar o detalles que solo son percibidos en las sesiones presenciales, como unas uñas roídas, también puede ser una desventaja a la hora de hacer un diagnóstico virtual.

Sin embargo, Hinojosa ha hecho de lado sus recelos sobre las sesiones ‘online’ para cubrir la alta demanda de consultas psicológicas. Además de tratar a pacientes particulares desde su casa, da el servicio a usuarios del Sistema Integral de Salud vía telefónica (usualmente convalecientes de la COVID-19), a los derivados de la plataforma Teleatiendo del Minsa y, como es profesora universitaria, también da asistencia psicológica a sus alumnos. En total, da terapia a más de 30 personas a la semana. Su carga laboral ha aumentado significativamente. “Y también está nuestra propia carga. También estamos tensos, preocupados y tenemos miedo”, comenta.

“La presencia del cuerpo en la práctica psicoanalítica es fundamental. Cuando haces una llamada, no le hablas a la otra persona sino a un teléfono”, dice el psicoanalista Eugenio Calmet, quien también reconoce las dificultades de la teleconsulta, pero que terminó aceptándola cuando se enteró de la muerte de dos colegas que, al parecer, se contagiaron dando terapia de forma presencial.

Actualmente, tiene una jornada laboral de más diez horas y salta de un paciente a otro en sesiones virtuales de 45 minutos. El coronavirus es el gran tema de sus consultas: “Te hablan todo el día de qué tipo de mascarilla usar, de la ansiedad del encierro, de cuándo llegará la vacuna, necesitan alguien que les dé respuestas –comenta—. La COVID está latente y no deja que el sujeto explore en las cosas que normalmente aflora- rían si no hubiese pandemia El psicoanálisis, que hurga en el pasado de las personas, no puede practicarse en pleno si estas están ancladas al presente como pasa hoy por la crisis sanitaria. Sin embargo, Calmet dice que practica un psicoanálisis de emergencia.

Escuchar, validar y fortalecer

El encierro ha abierto la caja de Pandora de muchas familias. Los problemas de pareja o las fricciones entre padres, hijos y hermanos se han agudizado. Y no podemos evadirlos yendo al trabajo o saliendo a dar una vuelta. La psicoterapeuta Mabel Loaiza ha sumado pacientes nuevos a sus terapias online que le confiesan lo difícil que es la convivencia 24/7.

Le habla una mujer de 37 años angustiada porque su padre sale sin mascarilla y no puede controlarlo, o una abuela que vive agobiada porque el nieto trae amigos a casa sin ser cuestionado por la madre, o aquel hombre de 50 años que ha empezado a tartamudear porque no se atreve a decirle a su esposa que su matrimonio es un fracaso.

Aunque se comunica con ellos a través de una pantalla, Loaiza es una suerte de acompañante que los escucha y valida sus emociones: “De repente alguien tiene miedo a morir y se lo comenta a un familiar y este lo invalida diciéndole que no piense en eso, pero realmente es algo que lo agobia, por eso va a preferir hablarlo con una terapeuta”, comenta. En otros casos, será el único apoyo de su paciente: “Hablo con una chica que tuvo COVID, que vive sola y que está estresada porque aún no se recupera de la enfermedad y tiene que reincorporarse al trabajo. Me dice que no tiene fuerzas, que está deprimida... ¡Pero ella no está deprimida sino convaleciente! Lo único que puedo hacer es calmarla y decirle que haga el menor esfuerzo”.

Pero no todos los que necesitan atención psicológica se adaptan fácilmente al uso de la tecnología. El psiquiatra Miguel Arias se ha visto obligado a dar un par de sesiones presenciales a pacientes ansioso-depresivos que demandan el contacto con el terapeuta y la intimidad de su consultorio: “Algunos no tienen un entorno adecuado en casa y cuando hay elementos distractores se disminuye la efectividad del trabajo terapéutico. Pero, claro, no es lo mismo hacer sesiones vistiendo el traje de protección y usando mascarilla”, señala.

El especialista indica que más personas empiezan a pedir medicación, ya sean ansiolíticos o antidepresivos, para enfrentar los problemas de estrés, ansiedad, insomnio y depresión que han aflorado por la pandemia: “Hay algunos que ni siquiera esperan a tener una primera terapia, y piden una receta porque no pueden regularse”.

La pandemia ha acelerado la migración de la terapia a la virtualidad y también ha puesto en relieve el trabajo de los profesionales de la salud mental. “El terapeuta es diferente a un amigo porque por más empático que éste sea, no tendrá las técnicas o el conocimiento para manejar lo tuyo”, dice Laura P. que se contagió de coronavirus y fue monitoreada una vez por semana por su psicoterapeuta mientras estuvo enferma.

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