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Domingo

Clara Elvira Ospina: “Hay una sobrevaloración de la opinión”

Entrevista a la directora Periodística de América Televisión y Canal N.

Clara Elvira
Clara Elvira

Esta entrevista, hecha por Zoom, debe ser una de las pocas transmisiones en las que Clara Elvira Ospina, periodista colombiana y directora periodística de América TV, mira de frente a su biblioteca, esa que normalmente le sirve como fondo cuando conduce Tiempo de leer, el microprograma de Canal N en el que tozudamente trata de convencernos de que la lectura tiene el poder de salvarnos. Pero eso de tener la biblioteca al frente siempre es una tentación. Así que, entre pregunta y pregunta, Clara Elvira se acercará a sus libros, para luego mostrármelos ante la cámara, entusiasmada. En estos tiempos, la literatura ha sido abrigo y aliento para la exreportera de El Tiempo y RCN. El periodismo, mientras tanto, ha sido otra cosa, un desafío, un reto mayor.

¿Qué libro estaba leyendo cuando empezó la crisis del coronavirus o, por ponerlo en otras palabras, qué libro llevaba bajo el brazo cuando llegó el diluvio?

(Se ríe) Estaba leyendo Alegría, de Manuel Vilas. Él escribió una novela que se llama Ordesa, que es una divagación de él sobre la ausencia de sus padres. Simultáneamente murieron los papás, se divorció, tuvo una crisis. Él es un poco depresivo y esa novela fue un éxito editorial. En la nueva novela, él dice una cosa preciosa sobre la alegría: “Que incomprensible es la alegría que a veces también se pone la máscara de la desesperación”.

¿Y diría que la literatura, la ficción, ha hecho más llevadera la crisis? ¿O no, quizá estamos romantizando el impacto de la cultura en nuestras vidas?

Mira, quiero enlazar esto con lo primero que me preguntaste. Muchas veces me dicen por qué hablo del diluvio. Y yo les respondo que mi peor pesadilla sería estar en el arca, cuarenta días enteros, sin un libro. Para mí el diluvio es estar en un lugar, puede ser la fila de un banco, la espera del médico, un avión, sin un libro. ¿Y a mí qué me pasó? Este tiempo me llevó a trabajar muchísimo, a tener un montón de desafíos, pero sobre todo a tener una profunda necesidad de leer para aquietar la mente de lo inmediato, para cambiar de tema, y para sugerirle lecturas a la gente, porque creo que la lectura salva. Los primeros meses recomendé libros todos los días, porque yo creo que la lectura es un refugio para la angustia existencial.

¿Eran libros en las que la temática era la pandemia o había de todo un poco?

Así, rápidamente, recomendé un libro que estaba vinculado al tema, Peste y cólera, yo había hablado con el autor (Patrick Deville), que había venido a la Feria del Libro, y era un libro muy acorde con los tiempos. También leí el libro de Paolo Giordano, En tiempos de contagio, que salió muy pronto, a finales de abril. Y él lo que decía es que le daba miedo el mundo que iba a quedar después de esto. Es un libro chiquitico pero muy impresionante. Él también decía una cosa que para mí fue muy ilustrativa. Hubo un momento en Italia, cuando la cosa se puso muy complicada, que los diarios coincidieron en no publicar el número de contagiados y muertos en primera plana, como para dar un alivio a la sociedad, como que era mejor no saber. Y Giordano decía que no.

¿Por qué?

Porque para él era peor no saber ya que eso generaba más incertidumbre. Y allí hacía un statement, una declaración, sobre la prensa y la difusión de la verdad, aunque duela. Ese libro es magnífico. Y también hablé del único libro de autoayuda que yo recomiendo, que se llama Los cuatro acuerdos, que es de un señor que se llama Don Miguel Ruiz. Son tan lúcidos estos acuerdos que si tú los cumplieras alcanzarías más o menos la transformación…

El nirvana.

Ajá. Espera (trae el libro y lo pone frente a cámaras). El primer acuerdo es “Se impecable con tus palabras”. El segundo es “No te tomes nada personalmente”.

Qué complicado eso para los periodistas.

Sí. Es que todo el mundo se lo toma personal. El tercero es “No hagas suposiciones”. Y el cuarto es “Haz siempre tu máximo esfuerzo”. Eso es lo que dice el libro. Como te dije, también recomendé literatura, como el Ensayo sobre la ceguera, que me parece muy ilustrativo.

Vi que en un evento de la Universidad Externado de Colombia contó que escribía cuentos, ¿qué hace falta para que los publique?

No, no. Con tanta gente que escribe bien, mejor no. Antes, en Colombia, escribía en tiempos muertos, entre un noticiero y otro, pero no he vuelto a escribir. Algún día, de pronto.

¿Cuántos son?

Debo tener unos cuarenta cuentos.

No son pocos.

(Se ríe). Bueno, algo bueno puede salir de ahí algún día.

David Hidalgo, el director periodístico de OjoPúblico, llama “mentiras con grandes colmillos que pueden causar mucho daño” a las Fake News, ¿cómo las define usted?

No, es difícil hacer una definición con tantas buenas que hay. Yo lo que te diría es que la mentira publicada y empaquetada en un medio, hacia la comunidad, ha existido siempre. Ahora han surgido estos términos de posverdad y fake news, y se han vuelto tema de debate, pero en todas las guerras se han inventado historias. Muchos periodistas han inventado crónicas sobre cosas que no han ocurrido. Y los políticos normalmente han usado falsos estudios, falsas versiones. Yo creo que hay algunos políticos que son capaces de guardarse cierta información, porque no es el momento, porque la van a decir más adelante, sin mala fe, estratégicamente. Y creo que hay políticos que dicen directamente mentiras porque tienen el alma dañada y porque no les importa.

Claro, aunque los que están ahora bajo el escrutinio público son los medios.

Yo lo que creo es que estamos en un tiempo de transición para los medios. En el mundo entero hay una ola de desconfianza frente a todo lo establecido, y eso incluye a los medios. Hay un análisis muy potente sobre este tema en el libro de Moisés Naím, El fin del poder, donde él plantea que ahora la gente se atreve a cuestionar y a decir “no les creo”. Lo que es paradójico de nuestro tiempo es que la gente desconfía muchísimo de los poderes establecidos, y allí se incluye a los medios tradicionales, pero confía ciegamente en cosas delirantes que les llegan por WhatsApp. Uno de los tuits más lúcidos de estos días es ese que dice: “Mi mujer no me cree cuando le digo que me encontré casualmente con unos amigos, aunque no había planeado ir con ellos a tomar, pero sí cree cuando le dicen que con una crema en la barriga va a bajar cuatro kilos en una semana” (sonríe). Es un asunto de lo que queremos creer.

¿Cuál es la noticia falsa más alucinada que ha visto en estos días?

Ay, no sé. Sobre el Covid creo que la más taquillera fue la del congresista Arapa, quien dice que reparten el virus desde una avioneta. De hecho, en Canal N siempre hacemos la frase de la semana. Y esa era claramente la frase de la semana, pero allí surgía una duda, ¿qué pasa si yo la pongo y alguien desprevenido la ve y se la cree? Pues allí lo que hicimos fue preguntarle a la ministra para que le conteste a Arapa. Y cuando tuvimos su versión, la pusimos junto a la de él, contrastándola. La otra cosa es cuando hay una mentira rodando. ¿Y entonces qué hago? ¿Hago una noticia y amplifico la versión falsa? ¿O lo dejo así?

¿Qué hacen en América?

Es la decisión de qué Fake News se desmiente y cuál no. Y en general nosotros creemos que es mejor desmentir. Pero a veces no sabes medir si vale la pena hacerlo, porque la gente, insisto, cree en lo que quiere creer.

¿Usa mucho las redes sociales?

Uso las redes sociales para mirar, para informar, pongo noticias que estamos transmitiendo en vivo, comparto mis videos del programa de entrevistas, y algunas cosas que me parecen interesantes. No las uso para pelear.

Le preguntaba por las redes porque quería saber qué haría si ve que uno de sus contactos, alguien al que aprecia, comparte información errónea sobre tratamientos contra el Covid.

Lo dejo. Mira, es que yo creo que este es un momento muy complicado en el que la crisis personal de todos los ha llevado a tomar decisiones extrañas y, simultáneamente, hay una sobrevaloración de la opinión. Todo el mundo tiene una opinión, todo el mundo quiere expresar su opinión, y todo el mundo opina sin saber, sin pensar y sin ponerse en los pies del otro. Es muy difícil, para mí, tomar partido tan rápido. Entonces, ¿quiénes son exitosos en redes? Los que van sin asco, los que van con la lengua afilada y los que en one tienen una opinión sobre todo. Esos son exitosísimos. Y yo no puedo. Yo creo que las redes son para informarse, y para divertirse. Pero ver esto, en el que todo el mundo juzga, sentencia y califica, no puedo. Mi trabajo son los hechos, profundizar en los hechos. Lo que hay que dar es contexto, ayudar a entender, no juzgar.

¿Cómo ha adecuado su rutina a esta nueva manera de convivir? ¿Qué ha sido lo más difícil?

Mira, instalé mi cuarto frente al televisor. La mesa donde mi hijo hacía plastilina ahora tiene encima otra mesa, y encima va el iPad, ese es mi lugar de trabajo. Y todo el día estoy viendo Canal N. Y los domingos voy al canal, para ver Cuarto Poder. Y también hago otros menesteres, como arreglarme el pelo y maquillarme sola para grabar. Mi esposo es mi camarógrafo. Es el más guapo que he tenido (se ríe).

¿Qué es lo más dramático que ha visto en Perú durante la pandemia?

Lo más triste es ver tanta gente cercana, tanta gente del canal que ha perdido seres queridos. Es gente que un día te dice que no irá a trabajar porque tiene a su papá enfermo, que lo lleva al hospital y no consigue cama. Luego, por fin consigue que lo ingresen en la Villa. Luego te llama y te dice: “Me lo trasladaron a un hospital, pero no hay cama UCI”. Y después te llama para informarte: “Se murió mi papá”. Eso es muy doloroso. Es muy triste ver gente joven, responsable y cumplidora, golpeada personalmente por una cosa tan complicada. Ver el dolor de una compañera a la que se le murió el abuelito, o el de una persona a la que se le murió su pareja, que vuelve a los dos días, y está trabajando, que cumple, porque qué más puede hacer. Todas esas cosas generan un dolor muy duro para trabajar.

¿Qué es lo más dramático que ha visto en Colombia en estos días?

Bueno, yo de Colombia me ocupo más bien poco, porque tengo que ver las cosas en Perú. Por supuesto mi alma, mi corazón, mi todo, está con Colombia. Y durante muchos días vi que teníamos diez mil casos confirmados y 300 muertos diarios. Colombia es un país de 43 millones de habitantes, pero 300 muertos por día es una barbaridad. El primero de septiembre se abrió la economía, levantaron la cuarentena, y pasaron a la Fase 3, y me dio mucha pena ver San Victorino, que es una mezcla de Gamarra, La Victoria y el Mercado Central, llenito de vendedores ambulantes. Es la misma realidad, la misma pobreza. Es muy triste ver tanta miseria, ver como se ha expuesto la miseria en este tiempo, y como la gente ha tenido que sacrificarse y arriesgarse. Es muy doloroso.

Volvamos a la literatura para que esta conversación no sea tan triste. ¿Qué novela colombiana ha sido fundamental para usted?

Yo siempre contesto que está fuera de serie Cien años de soledad. Pero para mí una novela que fue muy impactante fue El coronel no tiene quien le escriba. Hay una novela de un periodista y escritor, Germán Castro Caycedo, que se llama Mi alma se la dejo al diablo. Es espectacular, una crónica periodística sobre un hombre al que le encuentran su diario en la zona cauchera, y lo último que escribe es eso: “mi alma se la dejo al diablo”. ¿Qué más? Hay una novela de otro escritor que se llama Fernando Soto Aparicio, Mientras llueve, es una historia de amor y de miseria muy dura, una novela urbana muy bien escrita. Y tiene una cosa, y es que una mujer le escribe una carta a un hombre con tinta roja. Y a ella le dijeron que la tinta roja daña la vista. ¡Y cada vez que escribo con tinta roja me acuerdo de esa novela! Son esas cosas que se le quedan a uno tan en el fondo.

En el Perú creemos que nuestro poeta mayor es César Vallejo, eso casi nadie lo pone en duda. También amamos los cuentos de Ribeyro. Pero en novelas nos pasa algo, no nos ponemos de acuerdo, no sabemos si apostar por José María Arguedas o por Mario Vargas Llosa, ¿en Colombia ocurre algo parecido?

No, en Colombia no hay duda sobre Gabo. No hay forma. Me cuesta creer que alguien diga que en novela ha habido alguien más grande que Gabo.

Alguna vez le dijo a El Comercio en una entrevista: “Creo que hacen falta editores con los pantalones bien amarrados, capaces de decirle a un escritor quítale 150 páginas a tu libro”, ¿por qué?

(Suelta una carcajada) A ver, hace poco estaba entrevistando a Leonardo Padura, y yo le hablaba de la recopilación de datos que hizo para escribir El hombre que amaba a los perros. Y él me responde: “Yo investigué cinco años para escribir esa novela, tenía muchisísima información, pero no quería que me pasara lo que le pasa a los escritores modernos, que sienten que tienen que meter todo en sus novelas. Y luego el lector coge la novela y dice: Ah, bueno, a este le sobran 150 páginas”. ¿No te ha pasado? Y esto lo digo yo siempre. Yo creo que hay gente que escribe y se enamora de lo que dice y todo eso. Yo leía hace poco un libro sobre periodismo literario en el que alguien decía: “Si la lees y sientes que te quedó muy bien escrita esa frase, bórrala”. Cuando la gente dice: “Ay, qué bueno que me quedó esto”, lo que pasa es que ese texto está cargado de frases que le sobran. Me gustan las cosas breves. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

De acuerdo.

Además, creo que se ha perdido esa profesión del editor que te puede decir: “No, esto no es por aquí, dale la vuelta”. Eso pasa en periodismo, que el editor viene y te dice: “Te sollaste, voltéala, venga, reescribámosla”. Yo tenía un jefe que hacía eso, que me escribía todo al ladito, que me la corregía. Y nadie se indignaba por eso. Pero obviamente los escritores son unos personajes muy importantes, pero creo que les haría bien tener unos editores de más carácter que les digan: “No, si nadie te va a leer un libro de ochocientas páginas, que no eres Borges”.

¿Qué ha aprendido del periodismo peruano?

Es algo que a veces puede pasarse y convertirse en un defecto, pero que por lo general es una virtud: esa manera de personalizar las historias y ponerles nombre. En Colombia, como hay una relación distinta con la intimidad de la gente, las historias muchas veces no tienen nombre. Aquí tienen nombre y apellido. A veces se pasan, ya te digo, pero es una virtud. Y además tienen mucha investigación. Es verdad que hay unas facilidades que no hay en otros lugares. En Colombia yo no puedo acceder a la dirección de una persona, ni a su ficha Reniec, ni a su récord migratorio, hay una intimidad más protegida. Aquí se puede acceder al récord migratorio. Y eso te puede decir muchísimas cosas sobre la gente.

Aparece poco ante los medios, no es una persona a la que le guste dar entrevistas.

Yo creo que el que mucho habla, mucho yerra. No sé cuántas veces he errado en esta entrevista. A mí me gusta trabajar muchísimo. Si cometemos un error, el error es mío. No me gusta salir como la gran estrella de los medios. No me gusta la figuración porque creo que no lo necesitamos los periodistas. No me gusta estar en las fotos de sociales.

¿Siente que el gremio es un poco caníbal, que nos gusta estar lanzándonos cosas?

No, no me gustaría calificar al gremio. Hay una frase que usa Iñaki Gabilondo para hablar de la relación de los políticos con los periodistas: “Hay que guardar la distancia del erizo”.

¿Cómo es eso?

Bueno, no hay que estar muy cerca que te pinche, ni muy lejos que no sientas su calor. Yo lo parafrasearía para decir que la relación entre los periodistas debe ser esa, con una cierta cercanía, pero con suficiente distancia. Y lo peor que podemos hacer es periodismo sobre periodistas. No encontrarán en mí un calificativo a mis colegas. No creo en eso de caerle al colega cuando se equivoca, cuando nosotros somos tan falibles, cuando nosotros nos equivocamos permanentemente, me parece que no es necesario. No me gusta, no lo hago.

Periodista formado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es editor y reportero del suplemento Domingo de La República. También ha publicado en el diario El Tiempo de Colombia y La Tercera de Chile. Fue reportero de la sección política de este diario. Tiene un blog sobre fantasía (cuervosobrepalas.wordpress.com) y otro en el que comenta su trabajo periodístico (cambiodetitulares.wordpress.com)