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Domingo

El estigma de la guerra

La palabra es terapia para cuatro mujeres que fueron abusadas sexualmente por militares durante el conflicto armado. Mujer de soldado es un documental que se estrenará en el próximo Festival de Cine de Lima.

Cuatro amigas del colegio se reencuentran. Han vuelto a su pueblo natal tras haber migrado hace años. Magda Surichaqui las recibe en la que fue la casa de sus padres. Manta sigue siendo un pueblo huancavelicano de pocos habitantes, unas 120 familias a lo mucho. Las amigas empiezan una larga conversación mientras pelan papas para el almuerzo y juegan al trompo. En plena intimidad, comienzan a recordar el pasado que las une: todas fueron víctimas de violencia sexual durante la guerra contra Sendero Luminoso en la década de los ochenta. A Magda Surichaqui la violó, a los 17 años, un soldado de la base militar de Manta a quien apodaban ‘Conejo’ y con quien tuvo una hija. Lo mismo vivieron Santosa Contreras y las hermanas Magna y Virginia Gonzales, cuando todavía eran unas escolares. Todas tuvieron hijos con sus victimarios.

Las mujeres tuvieron que abandonar su pueblo porque sus paisanos y sus propias familias les dieron la espalda. “Amante de soldado” o “pellejo de militar” las llamaban. Se convirtieron en parias y en víctimas de insultos. Lo vivido les dejó una herida profunda. “No le tienes confianza ni a tu propio marido”, dice Santosa. “Yo le tengo cólera a mi hijo mayor, así como su papá será de pegalón”, le responde Magda. Las amigas hablan y por un día alivian la carga del pasado.

Esta es la trama de Mujer de soldado (Buenaletra Producciones), un documental dirigido por Patricia Wiesse, quien llegó a la historia de las cuatro amigas a través de los abogados del Instituto de Defensa Legal que las asesoran en el juicio que han emprendido contra los militares que las abusaron y que tras cuatro años aún no ha concluido.

Hace mucho que la realizadora buscaba testimonios de mujeres que sufrieron abuso sexual durante la guerra. Pero ya sea por miedo o por vergüenza, nadie quería hablar y fueron muchas a las que les pasó. El Registro Único de Víctimas contabilizó hasta cinco mil casos de mujeres atacadas sexualmente, sobre todo campesinas y quechuahablantes. La Comisión de la Verdad y Reconciliación concluyó que no fueron casos aislados y que fue una práctica generalizada.

“Estoy harta de que mi historia sea anónima. Quiero que todos sepan lo que nos pasó”, le dijo Magda a Patricia cuando la conoció. Y en 2017 se inició el rodaje del documental. Un equipo de quince personas con luces y cámaras se movilizó desde Lima a Manta, pero hubo pobladores que no lo tomaron a bien.

Durante las grabaciones les subían el volumen de sus radios o cuchicheaban cuando veían pasar a las cuatro amigas. Incluso hubo quienes se les acercaron para decir cosas como: “Si ellas mismas fueron a buscar a los militares”, “eran las consentidas y estaban por su propia voluntad”, “¿cuánto quieren de reparación?”, “¿quieren estafar al pueblo peruano?”.

Todo ha sido registrado en el documental. “Un día más y nos sacaban del pueblo”, dice la productora y parachoques del equipo, Jenny Velapatiño. La presencia de las cuatro amigas despertaba un sentimiento hostil. Por eso se fueron del pueblo años atrás. El estigma no las dejaba vivir tranquilas.

“Mujer de soldado es un documental sobre la solidaridad entre mujeres y la resiliencia, sobre cómo, a pesar de todo, estas se sobrepusieron, entablaron un juicio y se negaron a seguir escondiéndose”, añade Velapatiño. Se estrenará en la 24 edición del Festival del cine de Lima y competirá en la categoría documental con otras doce producciones.

“Regresaré del juicio con la frente en alto”, dice Magda, en otra de las escenas, mientras se pierde entre los eucaliptos de Manta y empieza a cantar en quechua. Magda, que era la mejor en su clase, quería ser cantante, pero el conflicto armado más encarnizado del país cambió su vida, pero no la ha enmudecido.

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