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Caridad ante las cámaras

En estos tiempos en los que la pobreza se agrava a causa de la pandemia, la ayuda social resulta invalorable. Pero ¿qué pasa cuando viene acompañada de cámaras y se difunde en las redes sociales? Para algunos, visibiliza una realidad y alienta a otros a ayudar. Para otros, hace de la pobreza un espectáculo con intereses secundarios.

Se hace de noche. La mujer está sentada en el piso, con una caja de frunas.

El hombre se acerca con la cámara del celular por delante y le pregunta:

–Mami linda, ¿usualmente cuánto haces en un día, mamita preciosa?

La mujer, con la tristeza a flor de piel, le dice que no ha vendido nada.

–Nada más me quitan– dice, al borde del llanto.

El hombre le estira un billete de cincuenta soles.

–Aquí tienes preciosa, para que estés tranquila, linda, ¿ya? Te quiero muchísimo, eres muy importante, preciosa.

La mujer agradece, visiblemente conmovida. Le dice al hombre que espera que Dios lo bendiga en su trabajo.

–Te amo, mamá– se despide él. –Te quiero mucho, hermosa.

En el video que recoge esta escena, los últimos segundos pasan en cámara lenta. El rostro de la mujer en zoom, los ojos conmovidos, mientras suena de fondo musical la canción de la película “Up”.

El video es uno de los alrededor de 30 que Osito Lima ha subido a su cuenta en TikTok regalando dinero o víveres –por lo general, dinero– a trabajadores que encuentra en la calle. Policías, barrenderas, recicladores y, sobre todo, humildes vendedores y vendedoras ambulantes.

La recepción ha sido abrumadoramente positiva, al punto de que este misterioso personaje cuenta a la fecha con 3.7 millones de seguidores en esta red social y más de 217 mil en Instagram.

Pero, entre los aplausos, se han colado también las críticas y las sospechas: ¿es necesario grabarse dando dinero a las personas? ¿Es necesaria esa cortina musical, ese zoom a los ojos llorosos? ¿Son sinceras esas frases tan amorosas? ¿Qué hay detrás de toda esta puesta en escena?

CÓMPRALE AL AMBULANTE

Lo que Osito Lima está haciendo no es nuevo. En los últimos años, Internet se ha llenado de youtubers de toda Latinoamérica que recorren sus ciudades y se graban a sí mismos regalándoles dinero a indigentes, llevándoles pizza o tortas de cumpleaños a recicladores o niños de la calle, o –la práctica más usual– comprándoles toda su mercadería a vendedores ambulantes.

Lo hacen Daniel Saavedra y Adelin SoleMag en México, Soledad Mejía en El Salvador, Mono Hurtado en Bolivia e Iro Ramírez en Colombia, por nombrar a algunos. En Perú, el más conocido es Gerardo Pe', cuyo video comprándole todos sus productos a vendedores de la calle en Arequipa tiene 1.3 millones de visualizaciones.

Algunos videos buscan provocar emociones descaradamente y otros son más naturales, pero todos tienen el mismo patrón: el del joven que llega con la billetera en la mano para “salvar el día” del pobre de turno.

–Es la espectacularización de la pobreza– dice el sociólogo Jerjes Loayza. –En los videos no ves una actitud cívica de ayuda consensuada, sino una intención de espectacularizar la solidaridad, donde se termina atropellando la dignidad de las personas.

Loayza dice que se atropella su dignidad porque se las muestra como individuos que necesitan de la ayuda de otros para existir.

–Se establece un juego de dependencia y subordinación en el que la otredad es ninguneada, el otro aparece como un vacío, solamente aparece como algo que puede recepcionar, pero no algo que puede ser– dice.

La espectacularización de la ayuda social tampoco es nueva. En el Perú viene desde las épocas de Augusto Ferrando y se ha reproducido en cada programa de televisión que llevó pobres a su set para regalarles cosas y, con música emotiva de fondo, mostrar un primer plano de sus lágrimas agradecidas.

Hoy, las cámaras en los teléfonos y las redes sociales parecen haberles dado a todos el poder de crear su propio show de ayuda social.

ALIENTA SOLIDARIDAD

Los defensores de Osito Lima sostienen como uno de sus principales argumentos que sus actos de caridad alientan a otras personas a ayudar.

Le preguntamos su opinión a Ana Paula Albín, gerente general de PROA, una plataforma digital que conecta a los ciudadanos que quieren cooperar con organizaciones de ayuda social y que en los últimos tres años ha movilizado a más de 35 mil voluntarios.

–A mí me parece genial toda la connotación positiva que está generando, porque realmente está instalando esta idea de la solidaridad– dice. –Él está proponiendo una forma de que la gente pueda tomar un poco la ayuda en sus manos. Y ahorita con lo que está pasando [con la pandemia] la gente está súper activa y quiere saber cómo ayudar.

Buscamos, también, a Carmen Roca, representante en Perú de WIEGO, una organización que trabaja con mujeres en empleos informales, para preguntarle cómo veía el tipo de ayuda social que hace el Osito Lima con las vendedoras ambulantes.

–Tal vez no entiendo la motivación que tiene detrás– dice –, pero al menos pone sobre el tapete una realidad que es parte de nuestra vida diaria y a la que mucha gente no le pone atención.

Roca dice que muchas veces les ponemos etiquetas a los ambulantes –que bloquean el paso, que ensucian las calles– y no nos detenemos a conocer la realidad que las empuja a salir a las calles a vender. Videos como los de Osito Lima –dice– pueden servir para que esa realidad se sepa.

LECCIÓN DE MARKETING

Osito Lima ha dicho que no tiene interés en la política y que lo único que quiere es motivar a las personas a ayudar a los que menos tienen.

Pero no ha negado específicamente que su proyecto pueda convertirse en una fuente de ganancias. Es lo que persiguen los youtubers que regalan dinero a los pobres. Sus videos haciendo estas obras supuestamente altruistas tienen anunciantes y patrocinadores. Incluso, en algunos casos, estos son nombrados dentro de los propios videos.

Las visualizaciones en Tik Tok no dan dinero, pero hay otras formas en las que los TikTokers pueden ganarlo (regalos en transmisiones en vivo, asociaciones con marcas para activaciones y asistencias a eventos, etc.). O, simplemente, usar esa popularidad para generar ingresos en el mundo real.

–Con una pequeña inversión de 100, 200 soles que les sirvan para ayudar a la gente, comprándoles sus bolsas de caramelos, pueden conseguir más likes y más llegada y luego alquilar su espacio o su figura en todo tipo de posibilidades– dice el sociólogo Jerjes Loayza.

Su identidad y el rumbo de sus proyectos se conocerán, eventualmente. Por lo pronto, su forma de hacer caridad se ha convertido en un referente no solo para muchos ciudadanos, sino también para empresas que las han tomado como lecciones de marketing para lograr engagement y reproducciones.

Reportero. Comunicador social por la UNMSM. Especializado en conservación, cambio climático y desarrollo sostenible. Antes en IDL Reporteros y Perú.21. Premio Periodismo Sustentable 2016. Premio Especial Cáritas del Perú. Finalista del Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación 2011.