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Él baila ballet

Fue atacado en las redes por aquellos que creen que los hombres no deben usar mallas ni bailar ballet. Él lo hace desde los 8 años y empuja una prometedora carrera dancística. Una que requiere de la disciplina de un deportista de élite y del espíritu de un artista.

Cuando un bailarín de ballet salta soporta tres veces su peso con la punta de pies al caer. Tres veces. Pero no son los pies los únicos que hacen el esfuerzo para que un Grand Jeté –salto en el que parece que flota con las piernas abiertas casi a 180 grados– salga perfecto. También actúa la fuerza de sus pantorrillas, sus glúteos, el abdomen, la espalda, una musculatura cincelada por un entrenamiento de gimnasta. De ese arduo esfuerzo físico –que el bailarín camuflará con una sonrisa– dependerá la belleza de sus movimientos en escena. La concentración será clave para no dar un mal paso y provocar un esguince o una luxación.

De saltos y caídas, de ensayos inacabables hasta la alcanzar la perfección sabe bien Brian Gómez, primer bailarín del Ballet Municipal de Lima (BML), 22 años, un tatuaje de aves de alas abiertas en el antebrazo derecho: “La gente piensa que el ballet consiste en hacer movimientos frágiles y suaves, y no sabe que detrás de todo hay mucho dolor, ampollas en el pie, lesiones en las rodillas, ligamentos rotos, músculos desgarrados”.

En catorce años de carrera, Brian sufrió varias lesiones de consideración mientras bailaba. La primera, que lo dejó varias semanas postrado en cama, fue en Cuba. Se desgarró el músculo de la espalda baja mientras realizaba un ‘Casiol rivoltade’ en un ensayo, un salto muy complicado que se practica incluso en las artes marciales. La segunda fue durante una función en Lima, cayó sin querer de rodillas y salió sangrando del escenario, pero bailando y sonriendo, claro, disimulando el dolor.

Pese a la cuarentena, el bailarín cubano –que radica en Lima desde los 17 años, tras ser contratado por la compañía del BML que lo fichó al verlo bailar como Romeo en una presentación– ha seguido llevando clases vía Zoom y cumpliendo sus rutinas de ejercicios desde muy temprano, y en casa, junto a su enamorada Masiel Valderama, que también es bailarina profesional.

“Soy muy fan de Cristiano Ronaldo y, como los futbolistas, entrenamos mucho y cuidamos bastante nuestra alimentación. Las mujeres más”.

Para no perder el contacto con el público, Brian dicta desde hace unas semanas clases online gratuitas por las redes sociales del ballet municipal. “Queremos acercar la danza a los cibernautas y dar a conocer el trabajo de los bailarines”, dice Guadalupe Sosa, maestra y ensayista de la compañía.

Desafortunadamente, hace unos días, mientras daba clases de ballet para varones, Brian fue hostigado en vivo. Como si se hubieran puesto de acuerdo, algunos usuarios soltaron frases homofóbicas que hacían referencia a sus partes íntimas y a un reguetón llamado ‘Perreo del Sideral’, de contenido abiertamente racista y de aversión homosexual. Mencionaron, además, a la ‘Beba Army’, una comunidad online de jugadores de Dota 2 –un videojuego muy popular de las redes– que también habría hostigado de forma virtual a la actriz Mayra Couto, luego de que denunciara por acoso sexual a su excolega Andrés Wiese, atacando su cuenta de Instagram, que finalmente fue cerrada.

La clase de Brian también fue cancelada cuando Guadalupe Sosa, quien la seguía en ese momento, visualizó las ofensas: “Lo que más me sorprendió fue que las vistas empezaron a subir de cien a doscientas muy rápido. Y los comentarios se ponían cada vez más ofensivo tuvimos que parar”. El video alcanzó en Facebook las 129 mil visualizaciones. Mucha gente censuró a los acosadores.

“El acoso hacia Brian evidencia esa masculinidad hegemónica que asigna comportamientos determinados para hombres y mujeres, y condena y castiga a aquel que rompa ese orden”, dice la psicóloga Sofía Mondragón de la Red Peruana de Masculinidades. Para Jaikel Rodríguez, también psicólogo de la Red, se apela a la ridiculización como mecanismo de control social de lo indebido que, en este caso, es un hombre que baila ballet: “Pero esa actitud también evidencia el miedo machista que intenta cubrir su propia fragilidad a través de la violencia”.

‘Más que un tutú rosado’

Para el bailarín cubano, lo su- cedido pasa por la poca información que tiene el peruano promedio sobre el ballet. En su Cuba natal, los escolares son educados en arte desde los primeros años ya sea danza, música, pintura o canto. Ver a un niño vistiendo un leotardo es tan natural como verlos patear una pelota. El ballet, además, es un arte cercano al gran público. Brian fue influenciado por su abuela, quien era seguidora de la diva del ballet clásico Alicia Alonso. Sus dos hermanos mayores son también bailarines profesionales: uno de flamenco y el otro es integrante de la Compañía Nacional de Danza de España.

“Las familias cubanas más humildes alientan a sus niños a desarrollar un arte para sacar a sus familias adelante. Porque, aunque la gente no lo crea, el ballet te permite vivir, somos artistas profesionales”, comenta Gómez.

El solista del BML, Felix Morante, 26 años, dice que el público se deja llevar por estereotipos que refuerzan las academias aficionadas de ballet: “No sé si sea como estrategia de marketing, pero refuerzan la idea de que el ballet es solo vestir un tutú rosado y es mu- cho más que eso. De hecho, fue creado y bailado por hombres para la corte de Luis XIV”.

Morante, de madre rusa, también fue blanco de bullying en su adolescencia, cuando re- tomó la danza tras haberla dejado a los 9 años. “Yo sabía qué mundo pisaba, para mí el ballet era arte puro y lo respetaba, y así mis conocidos me llamaran maricón, yo me decía: allá ellos, hasta allí les da la cabeza”.

Muchos varones llegan tarde a la danza por el prejuicio machista de sus padres, que prefieren mil veces inscribirlos a una academia de fútbol que a un taller de ballet, al que relacionan con un espacio exclusivo para niñas. En la compañía de ballet del BML aún predominan las bailarinas en número, son 23 chicas contra 14 chicos. Con el fin fomentar que más varones se plieguen a la danza, la Academia de Ballet Lucy Telge, por ejemplo, otorga becas a los bailarines.

Brian Gómez recuerda a Billy Elliot –aquella película que cuenta la historia de un niño cuya vocación por la danza lo rebela contra su padre–, pero siente más cercano a Yuli, un biopic sobre el legendario bailarín cubano Carlos Acosta que, a diferencia de Billy, fue un niño que luchaba contra su destino como bailarín porque no quería ser diferente a los otros niños y porque no quería alejarse de su familia. Acosta llegó a ser el primer afro en interpretar algunos de los papeles más famosos del ballet en Estados Unidos y Londres. Brian se identifica porque como Yuli ha pasado las fronteras de su país con su arte. Seguirá dando clases virtuales. Y seguirá saltando y cayendo cuantas veces sea necesario para alcanzar la belleza

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