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Domingo

Padres 24/7

Desde hace seis semanas, los padres deben educar, cuidar y entretener a sus hijos mientras a la vez procuran conservar sus trabajos desde sus computadoras. Padres que solo descansan cuando sus hijos duermen. Padres que ya no tienen fines de semana. ¿Cómo pensar en uno mismo cuando tu casa es una guardería?

Benjamín Alonso Bessombes Sánchez nació un domingo de resurrección, en el que el mundo estuvo enfermo. Un soplo de vida, de 3 kilos 360 gramos, en una época donde todos los días contamos muertos.

Se adelantó dos semanas, un sábado al filo de la medianoche después de que su papá cerrara edición. ¿Qué pasa si te dan las contracciones en la madrugada?, le había advertido Carlos a Evelyn, la mamá. Sus temores se estaban cumpliendo. Ya habían asimilado de que su tercer hijo no tendría baby shower, pero no estaban preparados para buscar un hospital, en pleno toque de queda.

La primera parada: la Internacional, en el Centro de Lima. Después de ver cómo trasladaban a un paciente con coronavirus, la parada solo podía ser breve. Los nervios crecían porque Evelyn no quería contagiarse ni contagiar al bebé, pero también porque no contaba con su médico de cabecera. El médico con el que había dado a luz a sus otros hijos, y con el que muchas de las mujeres de su familia se habían convertido en madres.

Enguantada y enmascarillada, Evelyn llegó a la clínica Limatambo, en San Isidro, en dilatación 4. Permaneció algunas horas, con la dificultad que supone realizar ejercicios de respiración con una mascarilla puesta; conoció a su obstetra diez minutos antes de parir; hasta que a las 6 de la mañana con ocho minutos del domingo escuchó el primer llanto de Benjamín, y supo que todo andaba bien.

A los dos días fueron dados de alta. Casi dos semanas de eso. A Carlos Bessombes, editor de Economía de este diario, le queda un día de licencia de paternidad. A partir de mañana (jueves) tendrá que cuidar el sueño de Leo Salvador, su segundo hijo de año y medio, quien se levanta muchas veces durante la madrugada; leer sobre reajustes laborales, AFPs, anuncios de inversión y designar comisiones desde su laptop mientras vigila a Carlitos Alessandro, el mayor de cuatro años y, además, le echa un ojo a Benjamín Alonso. Aunque por ahora Evelyn se está encargando exclusivamente de él. Tres nenes cuyo segundo nombre contiene la ‘AL’ debido al fanatismo blanquiazul de sus padres.

Es una carga emocional importante, pero se puede sobrellevar”, dice Carlos, ya acostumbrado a los bostezos. Evelyn Sánchez, comunicadora, quien teletrabajó hasta el último día que aguantó su vientre, prefiere no andar con rodeos: “a veces cuando tienes hijos, tu trabajo es tu lugar de descanso por más chamba que tengas”.

A Benjamín sus abuelos paternos solo lo conocen por videollamada (los maternos viven un piso abajo, en la misma casa). Nadie puede visitarlo todavía. Y aún no ha sido inscrito en la Reniec. Solo cuenta con un certificado de Nacido Vivo. Un milagro de un domingo 12 de abril de 2020, el año en el que todo cambió. Un milagro de resurrección.

Ni un momento sola

Lorette Sedan no conoce hace buen rato el significado de la soledad.

Una dulzura de dos años, llamado Gael, la persigue a todas partes. Incluso hasta el baño, cuando se ducha. Además, debe sentarse con Leanna, su niña de ocho años, a revisar sus tareas. Tareas que no siempre están al día, pues ella no ha dejado de trabajar.

Desde que empezó la cuarentena, Lorette debe trasladarse dejando un día desde Magdalena hasta La Molina, distrito en donde es asistente de gerencia de la municipalidad. Por ahora sus labores se han abocado en el acopio, decoración y armado de canastas que están repartiendo en las zonas más golpeadas del distrito.

Lorette también hace las compras y en muchas ocasiones cocina. Lorette vive junto a Rosa, su madre, una mujer que se restableció de un tumor en el cerebro. Lorette se las tiene que ver sola. Los padres de sus dos niños no son un gran apoyo, precisamente.

“¿En qué momento me relajo? Nunca. Por eso cuando termine esto me voy a desaparecer (risas)”, dice esta muchacha, de 28 años, que muy pocas veces puede terminar de ver sus series. Ya no hay adónde pasear los sábados y domingos. Todos los días son lunes.

Es bonito estar con ellos, pero cansa”. Confesión sincera de una madre agotada que también necesita divertirse.

Cuando la organización funciona

Los hijos de Lizwendy Barrera no han parado de aprender. Un horario establecido desde que se levantan ha conseguido que Ninalía (4 años) y Marcus (un año) tengan siempre qué hacer. Desde insertar pelotitas dentro de cajas agujereadas, repasar el alfabeto francés hasta escuchar cuentos y asistir a animadas noches de cine en la sala de su casa.

Lizwendy aplica el método Montessori, un modelo educativo donde se promueve la autonomía y la independencia del niño de escoger lo que le gusta. No sorprende entonces que Ninalía duerma sola en su cuarto desde el año y dos meses. Esta tripulante de cabina que desde enero está a tiempo completo con sus hijos se ha preocupado, además, de alejarlos de los celulares y de que no vean más de una hora de televisión al día. Está convencida de que en este mes y medio sus niños han avanzado más que en sus nidos.

Un año de educación no se puede reemplazar por clases virtuales. Este año es perdido. Deberían tomar la decisión de una vez para que nadie siga pagando por las puras”. Recién a las 9 y media de la noche, cuando Ninalía y Marcus han caído como lirones en sus camas, Lizwendy tiene una rendija de tiempo para tomarse una copa de vino con su esposo Axel, un francés que teletrabaja en una multinacional de productos electrónicos.

Tampoco soy súpermadre. Hay ratos en que estoy cansada, y quiero escaparme y no hablar con ellos. Yo salía al parque para respirar un poco. Pero ahora no se puede”.

Ya no se pueden muchas cosas. Las casas se han vuelto guarderías, y ellos padres 24/7. Así como los niños preguntan todos los días cuándo volverán al parque, ellos preguntan cuándo volverán sus fines de semana. También tienen derecho. También deben pensar en ellos, aunque ya no estén solos. Se llama vivir.

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