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Domingo

Contacto cero en la ruta

Ningún conductor del Metropolitano se ha infectado de coronavirus. La pandemia también deja buenas prácticas. El aislamiento de los conductores con cortinas de plástico y la doble desinfección de los buses ha dado resultados positivos.

Es uno de los focos de mayor riesgo de contagio de coronavirus. En un día normal, los buses del Metropolitano trasladaban a más de 300 mil personas. En las horas punta, la estación de Naranjal, en Independencia, era un hervidero de gente. Más de 25 mil personas se cruzaban, se rozaban, se gritaban y hasta respiraban en la nuca del otro cuando el bus iba lleno.

Debido a la emergencia sanitaria, el número de unidades, usuarios y roces ha disminuido significativamente. Circula la mitad de la flota, de 600 buses han bajado a 300. Se movilizan 130 mil usuarios a diario, y lo hacen usando el tapaboca y el alcohol en gel reglamentario. Se respeta más que nunca el distanciamiento social. El codazo por un asiento vacío parece una conducta en extinción.

Sin embargo, pese al aparente orden y la asepsia, el riesgo de contagio aún es latente. El transporte público, así como los mercados y los lugares donde hay aglomeraciones de gente, son los focos de mayor concentración del virus. Imagínese usted con cuántas personas tiene contacto al día un conductor del

Metropolitano o los orientadores de chaleco amarillo. La buena noticia es que ninguno de ellos se ha contagiado de Covid-19 hasta el momento, y vaya que son días riesgosos, pues el número de infectados en Lima ha pasado los 25 mil, sin contar a los asintomáticos, los que sin saberlo podrían esparcir la enfermedad si no usan protección.

En medio de esta crisis, los directivos de este servicio han ideado buenas prácticas para romper la cadena de contagios a las que vale ponerles el ojo.

Reducir los riesgos

Días antes de que se contabilizara el primer infectado, el equipo del presidente ejecutivo de Protransporte, Fernando Perera, preparaba un plan. El virus exportado de Wuhan ya se extendía por Europa rápidamente, y el funcionario se adelantaba a lo que sucedería en Lima viendo la experiencia española.

Le informaron que los buses de transporte público de Madrid pasaban por dos turnos de limpieza. Replicó la experiencia aquí. Los buses del Metropolitano y los corredores complementarios empezaron a ser desinfectados al mediodía por dentro y fuera con agua, jabón y lejía; y, por las noches, serían vaporizados con amonio cuaternario, un desinfectante que mata virus y bacterias en un minuto, y es reconocido por su efectividad por la Agencia de Protección Ambiental de los EE. UU.

Como es natural, los choferes comenzaron a entrar en pánico a medida que la escalada de contagios subía. El uso de mascarilla, guantes y alcohol para desinfectar sus manos no les daba una verdadera sensación de aislamiento. Se decidió, entonces, que usaran protectores faciales y, además, se separó su habitáculo con cortinas de plástico. Nadie ocuparía las dos primeras hileras de asientos cercanos a ellos. El contacto con el público se reduciría a cero.

Actualmente, los conductores tienen un protocolo que se activa si es que se detecta algún pasajero con síntomas evidentes. “El bus se detiene en la estación, ningún pasajero baja, el conductor llama al personal de seguridad, y estos a una ambulancia del Minsa o a médicos del Sisol. Ellos deciden si le ordenan aislamiento o lo llevan al hospital”, indica Perera.

Y si un conductor se siente mal también tienen un plan. Hace unas semanas, uno, de repente, tuvo dificultades para respirar. Inmediatamente, lo llevaron al Hospital Loayza y le realizaron una prueba rápida que salió negativa. El hombre había tenido un ataque de ansiedad, diagnosticó el médico.

Cuidar a los conductores no es para menos, ellos al igual que los policías o el personal de limpieza pública, deberían figurar en la lista de los héroes anónimos que hacen posible que esta ciudad siga funcionando.

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