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Domingo

Oro manchado

La minería ilegal en Madre Dios es expuesta en Netflix. La serie de documentales Dirty Money sitúa al Perú como principal exportador de oro a EEUU, metal que es utilizado por narcotraficantes para blanquear dinero.

Los grandes también pueden jugar sucio. Esta es la impresión que dejó Dirty Money en 2018, una serie de documentales de Netflix que, con la pericia del mejor periodismo de investigación, desnudó los grandes vicios de corporaciones como Volskwagen, que engañó al mundo el 2015, al vender autos ecológicos que no lo eran, o de HSBC que mantenía vínculos con peligrosos carteles mexicanos.

En el menú de la primera temporada hubo de todo: corrupción de funcionarios de alto nivel, lavado de dinero, despilfarro, estafas, y su creador Alex Gibney (ganador del Oscar por Taxi to the Dark Side) obtuvo buena críticas por el tratamiento que le dio a estas truculentas historias.

Este año hizo una nueva temporada de cinco capítulos, y el Perú protagoniza uno de ellos, Oro sucio, y no para bien. El equipo de Gibney puso los dardos sobre el creciente y boyante negocio del oro en Miami con la siguiente hipótesis: el oro extraído de forma ilegal de las selvas de Perú y otros países de América Latina se ha convertido en el principal instrumento de lavado de dinero para el narcotráfico en Estados Unidos.

Dirty gold

El documental resalta la figura de Frank Maderal, un fiscal estadounidense que describe la ruta que usan los narcos en Estados Unidos para comprar oro extraído de la selva de Madre de Dios y así blanquear sus “ganancias”. La figura sería la siguiente: ya que las jugosas fortunas amasadas por la venta de drogas –que pueden ascender a millones de dólares– no pueden consignarse en una cuenta bancaria sin levantar las sospechas del FBI, los narcos envían ese dinero a países como Perú y Venezuela para comprar oro. El dinero sucio regresa a EE.UU. convertido en toneladas de metal que son vendidas a refinerías formales de Miami que –sin mayor fiscalización sobre su origen– pagan millones de dólares a sus inescrupulosos vendedores. Y listo, el dinero mal habido de la venta de drogas, invertido en oro, ingresa a una cuenta bancaria.

Otra voz importante es la del periodista Manuel Calloquispe quien, a través de su programa de televisión, difunde denuncias sobre el daño que provoca la minería ilegal en Madre de Dios. Armado con una cámara de video, se interna en La Pampa, un territorio tomado por las mafias, donde los mineros arrasan con los árboles y donde hombres y mujeres desaparecen sin dejar rastro. “Tierra de nadie”, así califica el reportero a esta zona convulsionada que, vista desde el cielo, se abre como una mancha mostaza en medio de la selva peruana.

Oro sucio logra, además, registrar el peligroso proceso de la extracción del metal. Retrata a los mineros, los eslabones menos favorecidos de esta actividad ilegal, que exponen su salud manipulando químicos y sacrificando sus vidas por un jornal irrisorio de 60 soles al día. Los que ganan siempre serán los intermediarios. Para darnos una idea, en la investigación se afirma que un minero puede extraer hasta 1,757 gramos de oro al mes, por ese peso, en EE.UU., se paga hasta US$ 39 mil dólares. Sin embargo, el minero cobra solo US$ 400.

En la hora que dura el documental veremos desfilar a otros protagonistas: al que transporta el oro, desde la selva al aeropuerto Jorge Chávez, en Lima; a las mujeres que son capturadas por las mafias para trabajar en los bares de La Pampa; a traficantes locales de oro ilegal como “Peter Ferrari”, el contacto con refinerías formales de Miami que compraban el oro peruano sin cuestionar su procedencia, metal que después era vendido a la Casa de la Moneda estadounidense.

Otra vez, el equipo de Gibney desentraña un negocio turbio donde grandes compañías con fachada legal están involucradas. (J. G.)

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.