En Arenales a puertas cerradas
Durante ocho días interminables, las distintas comunidades del universo ‘friki’ en Lima se quedaron sin su lugar de culto por no contar con la certificación de Defensa Civil. Historias e histerias del centro comercial Arenales.
La isla del anime, la madriguera otaku, el punto friki, el centro no oficial del Dota en el Perú, el Akihabara peruano. Algo de eso y más —mucho más— es el centro comercial Arenales.
Solo el hecho de llamarlo centro comercial supone la constatación de su hechura y la resistencia tozuda a los anglicismos (aunque los genios de la administración lo hayan rebautizado como Arenales Plaza).
En los ochenta fue un encanto de la modernidad (dos salas de cine y primer ascensor panorámico, escenario de una persecución en la película Juliana). En los noventa, un edificio fantasma (a causa del terrorismo y los escombros de la hiperinflación). Y en los dos mil, un inmueble devaluado (algunos stands del quinto piso eran regalados mientras pagaras luz, agua y arbitrios).
Hasta que dos hermanos (los Antezana) fundaron una revista de anime (Sugoi) y el virus se expandió. Los veinteañeros que habían crecido jugando Contra y viendo Saint Seiya se dieron cuenta de que había gente como ellos, que no solo no querían renunciar a sus aficiones, sino que deseaban sumar más.
Llegó el día en que los mamelucos de bebés —que exhibían no pocas tiendas— fueron reemplazados por pósters de Counter Strike y, más tarde, de Yu-Gi-Oh! A los juguetes se les empezó a llamar coleccionables. Los metaleros barbones se buscaron otro hueco para darle paso a Tuxedos Mask de hueso y pellejo (la Edad de Piedra de los cosplayers). Y de repente, la 'chibolada' dejó de comer empanadas y algodones de azúcar para ir por un ramen de Naruto.
Una revolución cultural que ya ronda por los quince años. El edificio no cambió, pero cambió su gente. Y, desde luego, todo lo que allí pasaba.
Carloncho Store
En el primer piso del centro comercial Arenales, en Lince, entre Metro y un restaurante de comida japonesa, hay cincuenta sillas patas arriba, y cuatro hombres trabajando: los hermanos Delgado, Carlos (36) y Santino (33), y dos de sus empleados.
Desde la tarde del jueves 30 de enero, cuando oficiales municipales irrumpieron para desalojar pacíficamente a mil personas y clausurar temporalmente sus puertas por no contar con un certificado de Defensa Civil, los pedidos en Carloncho Store no han cesado. Pedidos de cartas Yu-Gi-Oh!, ese ajedrez con cartones plastificados, inspirados en el manga japonés, que pueden costar más de mil soles.
Carlos y Santino comenzaron jugando en el piso de este edificio de techos bajitos y vigas anchas, previa chapada de micro desde Los Olivos. Triunfaron en torneos (Carloncho fue el primer peruano en ganar un evento internacional), importaron cartas que valían su carátula en oro y entonces, sin advertirlo, pasaron de vender en los alrededores a abrir su propia tienda.
“Era la oportunidad de hacer algo para mí”, dice Carloncho, padre sustituto de su hermano desde los veinte años (perdieron a su madre en un accidente, y su padre quedó inválido). La decisión fue tan firme que renunció a una ‘chamba’ estable y dejó la universidad en noveno ciclo de administración.
Quizá por eso le hinca tanto ver a este lugar despoblado. “Cumplí mi sueño, junto a mi hermano, de darle un espacio a la gente para jugar. Verlo vacío es triste”, se lamenta.
Santino —ingeniero industrial de la San Marcos que también lo dejó todo— ha hecho un alto obligado a sus talleres infantiles gratuitos de fin de semana. “La gente acababa su día aquí. Jugaban un par de partidas, y se iban tranquilos a sus casas. Ahora les falta algo”, dice mientras juega con su baraja.
MasGamers
El alquiler mensual del primer local de Jimmy Guevara (39), en los noventas, le costó veinte dólares.
Así de precaria era la situación del centro comercial en aquellos años. Precariedad que marcó su despegue, y el de muchos otros aficionados.
Lanzó su revista (las primeras en blanco y negro) y, con ello, instauró una de las marcas más confiables del universo geek: MasGamers.
Un stand en el cuarto piso donde el cliente puede decir: aquí lo encuentro todo. Consolas, computadoras, teclados, sillas gamers, llaveros, chaquetas, funkos. Se les escapa poco y nada.
“El centro comercial rescata a ese niño que tienes dentro, cuando no tenías responsabilidades y te la pasabas jugando”, sostiene Guevara.
Su socio y amigo, Erick Paz, lo cataloga como un lugar único en el Perú y Latinoamérica. “En estos días la gente no tiene dónde encontrarse, pero se siguen reuniendo alrededor. Son fieles, porque no hay dónde”.
Arropados del prejuicio exterior, los frikis han ido aceptándose como tales aquí, convirtiéndolo indirectamente en un punto de turismo, aún desapercibido para PromPerú.
“Le han cerrado la puerta a una cultura. Es un golpe cultural”, remarca Riza Collazos, editora de contenidos de MasGamers, en sus oficinas. Un espacio de varias habitaciones, a media cuadra del centro comercial, donde instalarán en breve simuladores de carros, sillones masajeadores y algún arcade.
En agosto de 2019, el festival MasGamers, celebrado en el centro de convenciones del Jockey Plaza, batió todos sus récords: tres días, 30 mil visitantes, 45 auspiciadores, 160 medios de prensa, y pozos de hasta 20 mil soles.
Critteria coleccionables
El sarcófago de Mumm-Ra, el Inmortal, y sus espíritus del mal; la moto de la película Akira, y el cubil felino son algunas de las joyas más preciadas de Critteria Coleccionables, el stand de ensueño de Bruno Lecca en el quinto piso de Arenales.
Sus vitrinas producen la caída instantánea de los mentones en los visitantes. Desde un muñeco de Rocky Balboa hasta las Tortugas Ninja. Bruno aplica, con eficiencia y calidez, la psicología del vendedor: ofrece lo que el cliente necesita o lo que no sabía que necesitaba.
Su memoria es una enciclopedia de la juguetería. Compra, vende y, además, repara. Pero también alza la voz, con la autoridad que le otorgan sus trece años en este establecimiento.
“El problema no es que las leyes hayan cambiado o la municipalidad sea severa. El problema es que la administración del centro comercial no tomó en serio a Indeci. Y no nos comunicaron nada. Los inquilinos no tenemos ni voz ni voto”.
El viernes por la tarde, tras levantar las observaciones de Defensa civil en tiempo récord (aspersores contra incendios, detectores de humo, cableados eléctricos, limpieza de fosa séptica), y una multa de S/. 6.450, el centro comercial Arenales reabrió.
La modernización y el brandeo (estampar mangas por los pasillos) aún son tareas pendientes. Pero el goteo terminó: no hay más damnificados. El reino de los ‘frikis’ está de vuelta.
*Agradecimientos: The King of Gamer (TKOG). Correo: admin@kingdomofgamer.com Móvil: 970813046
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