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Los cuidabosques de Oxapampa

Incendios inapagables, sequías prolongadas, animales y plantas en extinción. ¿Qué le espera a la Amazonía? Dos citadinos responden con hechos: Bosque de Churumazú y El Palmeral, proyectos privados para restaurar bosques montañosos en Oxapampa. Sus casas de ahora en adelante.

Digamos que se conectó.

Después de una vida de oficina, trabajando en una multinacional de tecnología y negocios durante 27 años, con dos hijas de veintitantos, habiendo vivido en Bogotá, Sao Paulo, el DF y Lima, claro está, Eduardo Jackson se montó en su auto en algún momento del 2016 y recorrió en apenas quince días: Chongoyape, Jaén, Bagua, Pomacocha, Chachapoyas, y Celendín.

Buscaba inspiración y certezas. Experiencias exitosas de áreas de conservación privada. Un rótulo medioambiental que le daba un nuevo sentido —y un nuevo aire y un vuelco abismal— a su vida: comprarse un bosque. Un pedazo de bosque. Veinte hectáreas de bosque.

Ya conocía Oxapampa, ese valle en Pasco colonizado por alemanes y austriacos hace un par de siglos. La conoció en el 2012 en un viaje sin mayores pretensiones. Hasta que vio, olió, probó, caminó y respiró. Escogió la ladera de una montaña boscosa, propiedad de un descendiente alemán dedicado a la ganadería, y en mayo de 2016 mandó a construirse una casa de madera sobre un pastizal. Al año siguiente dejó su casa en La Molina, y se mudó definitivamente al distrito de Chontabamba.

Y aquí andamos, junto a este economista que cursó algunos ciclos de Medicina, en su terraza-mirador, escuchando trinos y bramidos, y viendo cómo la ciudad se ve tan minúscula entre tantos árboles.

Bosque de Churumazú lo bautizó, en honor al centro poblado que está en sus faldas, y a los caracoles que lo invaden (Churu significa caracol en quechua; y Azu, quebrada en yanesha, la etnia amazónica oriunda del lugar). Jackson no solo quería habitarlo sino conservarlo y, en la medida de sus posibilidades, restaurarlo.

“Muchos de los desastres 'naturales' son causados por el hombre. No es filantropía sino conectarse con el problema y hacer algo”, dice mientras se coloca unas botas de caucho.

El 'problema' son las especies endémicas de las 142 aves que sobrevuelan este ecosistema (Moscareta peruana, Frutero enmascarado, Hormiguerito de vientre cremoso, entre otros).El 'problema' es la flora amenazada: el nogal, la palmera basanco, el cedro montano, y algún tipo de helecho. Especies maderables que durante mucho tiempo se sobreexplotaron. Consecuencias catastróficas de la mueblería fina.

Por eso cada vez que Jackson se topa con alguno de estos árboles, en sus paseos cotidianos por Churumazú, los acaricia o los abraza. Son brote y resistencia, vida.

Lo hará muchas veces en esta caminata, que el llama de interpretación ambiental. Ya han pasado por ella más de 400 visitantes. Gente que se marcha de aquí con otra idea de la naturaleza. Una perspectiva mucho más consciente del daño y su repercusión.

¿Por qué hay que proteger los bosques?, cuestiona, en medio de la trocha, sujetando sus binoculares, como si fuera una pregunta de rutina. Porque producen oxígeno es lo que nos han enseñado desde siempre. Porque son los pulmones del planeta podríamos decir casi de paporreta.

Pero hay más. Y entonces Jackson se da media vuelta, dándole la espalda al pequeño abismo, da unos pasos, se agacha y hunde sus manos en la tierra. Una tierra marrón con raíces, semillas y bichos. “Esto es una gran esponja”, me dice. Y yo no sé qué responderle. No me lo enseñaron en ningún lado.

Sin un bosque sano perdemos agua. Y agua de la mejor calidad. Cuando llueve —explica Jackson—, el agua se almacena en el subsuelo, se filtra, y luego cae de a pocos por gravedad. Brotará después, cual ojos de agua, en forma de riachuelo y luego formará ríos. En cambio, cuando un bosque se tala o se quema pierde su capacidad de retención hídrica y simplemente cae. En ocasiones llevándose todo a su paso.

No solo se evitarían desastres sino que se aseguraría el futuro del agua dulce de esta parte del planeta. Cuando los bosques se deforestan, el agua de lluvia desciende con sedimentos, perdiendo su filtrado natural. Los manantiales se achican.

“La lluvia de la sierra del Perú proviene de la humedad que generan los bosques de la Amazonía”, sostiene después de contar con detalle cómo las nubes de lluvia no solo se cargan con el agua de los océanos sino a través de un proceso de evapotranspiración de las plantas.

En noviembre de 2017 el Estado peruano reconoció al Bosque de Churumazú como un Área de Conservación Privada. ¿Qué certificaba la resolución ministerial? Que su trabajo iba en serio. Que es un ecosistema en proceso de restauración.

A lo largo de todos estos años han plantado un aproximado de 3 mil 500 árboles, mil de ellos obra y gracia de una delegación de Scouts, en noviembre de 2019.

Un proyecto de esta envergadura necesitaba de más esfuerzos. Así surgió Riaco (Red de iniciativas de áreas de conservación de Oxapampa). Más personas con las mismas motivaciones, aunque no necesariamente con las mismas vías.

La última en asociarse ha sido Patricia Reyna, una psicoterapeuta que cambió su departamento barranquino de 70 m² por 100 mil m² de bosque. Un departamento donde había pasado treinta años de su vida, y sus dos hijos habían mutado de bebés a adultos. Cuatro paredes con historia.

Pero ella también conectó. Y aunque en un inicio se cuestionó si su tiempo había pasado, si estas cosas no eran más bien para gente joven, emprendió. No dependía de nadie y ya más nadie dependía de ella.

Armó su casa con una madera recia llamada Chontaquiro frente a un conjunto de palmeras, en El Tingo, en el kilómetro 11 de la carretera a La Suiza, también en Chontabamba, Pasco, en una suerte de rectángulo boscoso. Le bastó con abrir los ojos para dar con el nombre: El Palmeral.

En abril serán dos años de eso. Adiós televisión, no más teléfono. A no ser sus terapias por videoconferencia. La música la ponen las aves, los monos, y las cigarras.

A diferencia de Eduardo Jackson, Patricia Reyna ha encontrado otras maneras de hacer sostenible su proyecto: organiza baños de bosque, una terapia espiritual muy difundida en Japón que consiste básicamente en sumergirse en la atmósfera del bosque para reducir niveles de estrés.

También tiene en mente implementar terapias holísticas con arcilla y barro. Y aprovechar los manantiales como jacuzzis naturales. Todo ello sin desviarse de la meta: recuperar especies nativas como el uculmano y el diablo fuerte. Nutrir la materia orgánica. Convertir en humus lo que ahora es paja.

Bosque Churumazú y El Palmeral, contagiosos ejemplos de que se puede hacer algo. Cuidar a los bosques es cuidar el futuro. Garantizar que exista.

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