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Roberto Mosquera: “No he crecido cuando he campeonado. Ojalá que ahora sí”

Premia con CDs a sus jugadores, corta inesperadamente sus conferencias, llora a solas. El entrenador del último campeón del fútbol peruano habló con Domingo minutos después de acabar su vínculo con Binacional. Una charla en buzo y zapatillas.

Subibaja. Mosquera acumula dos títulos nacionales (Cristal, 2012; Binacional, 2019) y tres descensos (Unión Huaral, 1995; Deportivo Municipal, 2007; Bolognesi, 2009). Fotografía: Michael Ramón.
Subibaja. Mosquera acumula dos títulos nacionales (Cristal, 2012; Binacional, 2019) y tres descensos (Unión Huaral, 1995; Deportivo Municipal, 2007; Bolognesi, 2009). Fotografía: Michael Ramón.

Un hombre de la estatura de un jockey acaba salir del departamento de Roberto Mosquera, en Surco. Son las nueve de la mañana del viernes, y en unas horas se oficializará que, a cuatro días de la Navidad, el entrenador del último campeón del fútbol peruano ha pasado a ser un desempleado. “No se dieron las condiciones de ambos lados”, dirá Mosquera sobre este encuentro definitivo con Juan Carlos Aquino, presidente de Binacional. Un nuevo vaivén en la carrera de un técnico que ha alternado brillos y opacidades.

¿Cómo así empezó a regalarle CDs a los jugadores?

Has comenzado en alto (risas). En Deportivo Wanka (2000) se me ocurrió grabarle un CD al que hiciera un gol, porque me gusta la salsa. 'Loverita' Ramírez me rompió el bolsillo, porque hizo tantos goles que al final le regalé discos 'Bambarén', 'Bambariquiti' (risas). Yo soy un gran coleccionista de música, porque mi hermano que ya falleció se fue a Nueva York en los setentas cuando se formó la Fania. Vio a todos. Él comenzó a mandar los elepés, y yo comencé a cultivar esa música.

Ya es un detalle regalar un CD, pero grabarlo es otra cosa.

La mayoría de jugadores solo sabían lo que estaba de moda. Y yo tenía música que ellos nunca habían escuchado. Conciertos que había grabado mi hermano y que no los tenía nadie. En los CDs les ponía: Lo que no escuchaste de Héctor Lavoe. Al final hasta los defensas querían hacer goles (risas). Salió bien porque estuvimos seis meses invictos en Huancayo. En el llano nos sacudían, pero allá salvamos la baja.

Lo de regalar CDs es una costumbre que se ha perdido con el tiempo. Ahora toda la música está digitalizada.

Si hubieses visto lo último que hice, me dices que ponga mi puesto en Polvos (Azules). Imprimí la carátula en papel couché. Yo busco fotos poco conocidas de los artistas. Y le coloco las letras que yo quiero. Estoy peleando con Phantom (risas). A Millán (Donald) le di uno de Tito Allen en el primer partido que dirigí a Binacional. Y a otros del equipo les di de Santiago Cerón y Justo Betancourt. Quedaron contentos.

¿Aplazar la final nunca fue una posibilidad hasta que todo se calmara?

No. ¿Sabes por qué? ¿Quién tenía la garantía de que todo se iba a calmar? Nunca pensé en aplazar nada, pero tenía que ser muy cuidadoso para convencer a mis jugadores. Más en esos momentos en los que estaban blanditos, y se me podía caer todo el andamiaje. Teníamos que jugar en nuestro hábitat.

¿El presidente (Juan Carlos Aquino) de Binacional hizo un mea culpa con usted?

Sí, me lo volvió a decir ahora. Es de varones, ¿no? Yo le doblo la edad. Y lo quintuplico en experiencia en el fútbol. Eso no significa que lo haya maltratado. Yo traté de persuadirlo por todos los medios que no podíamos ir a la hoguera de Alianza con sus 30 mil hinchas estando mal físicamente. Con dolor nomás ya es difícil. ¿Pero sin comer y sin descanso? Era perverso ir a Matute. Nos hubieran goleado.

En gran medida, le tocó absorber el dolor del plantel por lo de Juan Pablo (Vergara).

No de todo el plantel. Cada uno tiene su manifestación. Solo que yo no podía hacerlo público porque soy el líder. Y lloraba a solas. Después tenía que salir al frente y decirles: vamos. No es que esté mal llorar frente a tus jugadores. Pero lo decidí así. Fue muy trágico. Tuvimos que turnarnos para estar con su esposa, porque tiene una niña que lacta. El comando técnico tenía que estar con ella cada tres horas.

Constantemente hace referencia a la neurociencia y al hecho de conocer tanto a sus jugadores que los trata de manera distinta. ¿De qué forma lo aplicó durante el duelo?

Fue en función de cómo los veía, cómo hablaban, cómo gesticulaban. Hubo algunos que necesitaron más acompañamiento como Millán. Lo de él era diferente, ¿no? Estuvo en el carro. Pudo ser él. Encima tenía un dolor en las vértebras que le recordaba ese momento. Le dio espasmo en la espalda. Y es el '10' el que une a todo el equipo.

¿Se siente un poco psicólogo?

He estudiado psicología deportiva dos años, pero no me siento psicólogo. Tengo que estar en capacidad de darme cuenta de un problema de conducta de un jugador y derivarlo. Hay otras cosas que sí puedo accionar, como voluntades a través de la palabra. Pero no me siento psicólogo para nada.

¿Pudo dormir el día de las bombardas?

Yo no lo sentí tanto porque estaba para el lado de Salaverry. Pero muchos jugadores estaban para Pershing, y ellos sí que lo sintieron. Es algo muy bajo que no necesitaba Alianza. Mi dolor es que pensaron que Alianza no podía ganarnos. Un hincha no debe pensar así. Yo no le puedo decir cómo pensar, pero así no.

¿Con qué se encontró en Juliaca más allá del fútbol?

Fui a comprobar que Odebrecht también había hecho daño allí, desviando dineros que son para una sociedad emergente. Después de Lima, Juliaca es el lugar más corrupto. Autoridades que se hacen los distraídos con sus mandatos. Mi interés de hacerlo público es para que cambie. Creo que la integridad con la que hemos trabajado puede ayudar. Nunca hablamos mal de nadie. Nunca calificamos decisiones. Nos dedicamos a lo nuestro.

En Juliaca hay algo tan cotidiano que no se puede hacer que es caminar por la vereda, porque todo está invadido por el comercio ambulatorio.

He caminado en la pista todo este tiempo. No hay autoridad. Pones un carrito sanguchero y no pasa nada. Viene un policía municipal y te dice: no puedes estar ahí. Sobrino, diez soles diarios. Allí está la corrupción. Me dicen con pena que hay algunos policías que quieren que los destaquen allá. Ojalá no sea así.

¿Cuánto de este título le pertenece al profesor Arce?

No se puede medir un logro tan bonito en números porque enfrían la situación. De repente él tuvo más partidos o de repente yo hice más puntos o redondeé algo que no se iba a redondear. Hay un recuerdo muy grato para lo que hizo Arce. Lo dije en la Alcaldía, y el día que nos hicieron un reconocimiento en una plaza pública. Compartimos la responsabilidad de haber sido campeones. Él a su manera y yo a la mía. Pero fuimos eficientes y eficaces cuando nos necesitó el equipo.

Descender no es morir como técnico, ¿no?

Depende de qué técnico, depende de la preparación y el carácter. Yo soy un luchador. No me amedrenté y un día le dije a mi familia que iba a ser el mejor entrenador del Perú. Se pueden haber reído para adentro, pero no me dijeron nada. Y lo he sido. Es ante la adversidad donde mejor y peor me he sentido. Es difícil tener tantas adversidades como me ha sucedido a mí (tres descensos). Cuando la vida te golpea, te golpea. No he crecido cuando he campeonado. Ojalá que ahora sí. Campeonar te crea un montón de virtudes que de repente no tienes. Es como Polo cuando salió. La ‘Joya’ Polo le pusieron luego de meter un gol. Detuvo su crecimiento. A mí me llamaron la atención en un programa porque le llamé crack a Mimbella. Yo dije que era un proyecto de crack. Se diluyó en el tiempo. Yo estuve seguro, pero no fue. Desde ahí tengo más cuidado cuando califico.

Como con Andy Polar, por ejemplo.

Es difícil no pensar que es un crack. Con ese peso y esa talla lo que juega es increíble. Pero ya soy más cauto para no detener su crecimiento.

Además de Advíncula, ¿a qué otros jugadores ha reubicado con acierto?

Cuando llegué a Cristal, yo quería a Cazulo. Y Cazulo estaba en Vallejo. Y Vallejo le había puesto un cheque en blanco. Nos faltaba solo un ‘10’ y un ‘6’. Me fui para la playa a vacacionar, y me llama El ‘Chino’ Benavides: adivina a quién tengo a mi costado. No me estreses le dije. Estoy con Jorge Cazulo. Acaba de firmar. Pásamelo. Yo no lo conocía. Y le dije: te tengo una mala noticia: vas a jugar de ‘6’. Profe, nunca he jugado de ‘6’. Yo he jugado por derecha o de centrodelantero. Por derecha no puedes jugar, porque he jugado yo. Es imposible (Risas). La raya a ti te limita, y a mí me iluminaba. Tienes que ser muy habilidoso. ‘Patrulla’, Mosquera, Muñante. Tú eres lineal. Vas a jugar al lado de Lobatón. No tengo otro puesto. Yo te voy a enseñar. Déjame a mí. Como buen uruguayo me dijo: ok, yo creo en usted. Fue el mejor extranjero. No es para crearme virtudes. Tú me preguntas y yo te contesto.

¿Usted es kinésico, visual o auditivo?

Kinésico. Todos tenemos las tres, pero soy muy afectivo, muy afable. Mi hijo es igual que yo.

¿Eso no ha sido tomado a mal por algunos jugadores?

Yo tengo un trato cercano, pero pongo en su sitio a quien tenga que poner en su sitio.

¿Lleva la cuenta de cuántos jugadores ha separado?

No, no es una cantidad navegable.

Pero debe ser de los que más ha separado...

En Aurich saqué a seis de una. Los mandé seguir. Y seguían en lo mismo.

¿Cómo que los siguió?

Fue una coincidencia. Un amigo tomó unas fotos y estaban allí. En el diario salió una de mis declaraciones: se acabó el recreo. A ver, yo trato de no usar el poder, yo busco la autoridad. Que te aprecien y te respeten, pero que no te tengan miedo. Primero les digo: ¿quién de tu familia gana cinco mil dólares? Tu primo gana el sueldo mínimo cargando cemento, y a los cuarenta años va a estar mal del pulmón. Todo para ganar un jornal. ¿Y tú que ganas cinco mil dólares no puedes llegar sano a entrenar una hora y media?

¿Ha perdonado en algún caso?

No.

¿A nadie? Ha sido inflexible en toda su carrera entonces.

Inflexible es cuando tomas una decisión apartada de un preaviso. No tengo por qué ser flexible porque ya lo dije. Si lo haces, incumples un acuerdo. Depende de ti, no de mí.

¿Qué falló en el 8-3 ante River Plate? (Había goleado 3-0 en la ida de los cuartos de final de la Copa Libertadores 2017 con Wilstermann. Le metieron un 8-0 demoledor en la vuelta).

Me equivoqué en el hotel. Yo había pedido un hotel lejos de la ciudad y fuimos al Sheraton. Falló la directiva en no llevar seguridad. Un día antes del partido entraron veinte tipos, rompieron todo, y le hicieron un corte de quince centímetros a un chico universitario que era hincha del equipo. Mis jugadores estaban condicionados. Así como he administrado dolor, ahí tuve que administrar el miedo. Segundo, subimos al bus y estaba toda la familia de la dirigencia. Le dije al presidente: tienen que bajar todos. Este no es el bus parrandero. ¿Usted cree que el presidente de River está con toda su familia tomándose selfies con los jugadores? Un desastre. Llegamos al estadio y no teníamos ropa adecuada. Hizo cero grados. Debí ponerle más celo a eso. El comisario dijo que íbamos a calentar en el camarín. Y yo dije: no, vamos a calentar en el campo. Por un tema psicológico. Que nos reputeen. Que nos insulten por 30 minutos. Entramos al vestuario, nos ponemos las camisetas, rezamos y salimos al campo. Ya sabes a lo que te vas a enfrentar. Pero calentar en un sótano de cancha sintética no te da ese roce, no te pone en contexto. Pero si te gritan 30 minutos te adecuas a la situación y ellos se quedan sin voz. Terminó el primer tiempo y pusieron un parlante que no se escuchaba mi voz en el camarín. Un abuso de poder tremendo. River se demoró diez minutos en salir. Cuando salieron éramos trozos de hielo. Encima se me lesionaron los dos laterales. Y, bueno, nos fue como nos fue. Fue duro. Lo primero que dicen es se vendió, se regaló, qué mal técnico. Primera vez que cuento todo esto.

¿Por qué termina sus conferencias repentinamente?

Eso comenzó en un partido que dirigí a Municipal en el estadio Nacional. Jugamos contra Cristal. Cristal nos debió meter diez goles. Faltando diez minutos lo llamo al hijo de Rey Muñoz y le digo: entra por derecha. ¿Qué hago?, me dijo. Haz un gol (risas). Entró, viene un centro, la agarra el arquero y se la tira a Sawa. Sawa se pasa a tres defensas, la tira, él entra por la derecha y mete gol. Voy a la conferencia. Estaba en el túnel del estadio Nacional. Y había cámaras por todas partes. Profe, ¿por dónde estuvo el secreto?, me preguntan. La verdad que Cristal nos ha debido meter cinco goles y no sé cómo hemos ganado uno a cero. Y apagaron las luces y se comenzaron a ir. Ahí comienza. Estaban esperando la clásica: (engola la voz) en una noche de fútbol en el estadio Nacional, miro a los que están calentando y me inspiro y le digo a Rey Muñoz: ¿tú te acuerdas las jugadas que hacíamos con Sawa? Se lleva a cuatro, tú entras por el segundo palo. Es una jugada de movilidad por mecánica. Mecanizamos esa jugada. Vamos a hacerlo. Línea 2, circuito 4. Por allí llegas tú. Ya, profe. Mentira. Fue un ‘champú’. Al no hablar esa retórica apagaron todo. Así que aproveché y me fui. Ya qué me pregunta me iban a hacer. De allí empecé a hacerlo en forma más pensada. Porque sé que la quinta pregunta va directa acá (se señala la yugular).

¿En serio piensa que su tiempo para dirigir a la selección peruana ya pasó?

Creo que sí. Son sentires, ¿no? Yo dificulto que ese momento llegue porque soy peruano. Pensamos así. Somos cuadriculados. No soy del agrado de muchos, y no vivo para agradar a muchos. Me dicen agrandado. Claro que tengo que ser agrandado para ganarle a Peñarol. Tengo que creérmela para ganarle a Palmeiras. Tengo que soñar. Después, como ves, soy súper simple. Pero para dirigir tengo que disfrazarme, y a los que no creen mucho en ellos les incomoda.

¿Es un personaje entonces?

No tengo un personaje. Yo no hago algo ficticio de mi vida, lo que hago es convencerme de que voy a ganar. Mi trabajo es ese. Si no estoy convencido, voy a balbucear frente a veinte muchachos. Si lo estoy, habrá una posibilidad.

¿Fue un error dirigir a la selección en ese amistoso ante País Vasco? (Cayó 6-0 en el San Mamés de Bilbao, en el 2013).

El error fue que hubo representantes de jugadores que en su momento me dijeron que algo no estaba bien y los mandé al cacho. Y la mayoría no me los prestó. Terminé con una lista con jugadores que no deberían haber estado en la selección, pero yo tenía que cumplir con un partido. Era la crónica de una muerte anunciada. Mi comando me dijo: hay que renunciar. Si he dicho públicamente que la selección es como el servicio militar obligatorio, teníamos que ir y morir.

Fue seis a cero...

Sabíamos que pasaría.

Fue su único partido, ¿no?

Sí. Es que no fue la selección sino un equipo de la Agremiación. La Federación le da a la Agremiación un partido para que hagan caja y puedan entrenar. Pero te pones la camiseta de la selección peruana y eres la selección. Como eran agremiados todos, llamé a la selección. Pero no fue ninguno. Y me fregué.

Hace mucha alusión a su calidad moral. ¿Le faltó malicia para dirigir a Alianza?

¿Malicia? No, al contrario. Creo que no. Fueron unos hinchas a apretarme y a uno le dije que lo esperaba en el vestuario. El utilero iba a cerrar por fuera y yo le iba a avisar cuándo abría. Que me repitiera lo mismo, pero sin mil atrás. Yo solo peleo en el mundo de las ideas, pero ya que me estás invitando a un camino que crees conocer y que crees que yo no conozco, bueno, aquí estoy. Y no fue.

Me refería a los jugadores...

Los jugadores no estaban preparados para recibir tanta presión profesional. Los puse en vereda. Y algunos sintieron el rigor. Lo mejor que pasó por Alianza es que después de mi ida estaba muy claro quién se tenía que ir. Porque no alcanzaron la estatura profesional de un comando que tiene carácter, y que entrena. Aquí no hay pichanga, ni negros contra blancos. Acá se trabaja. Algunos no aguantaron.

¿No hubo complot entonces?

Para mí no. Nunca me ha pasado en ningún equipo. Es imposible.

Encontré unas declaraciones cuando usted recién asumió como director técnico de Alianza Lima. Y dice así: “Hace unos días, almorcé con Jayo en mi casa y realmente nos hemos reído cuando vimos en unos diarios que decían: ‘Mosquera no quiere trabajar con Jayo’. Yo no tengo miedo de trabajar con nadie. Juan Jayo y Francisco Pizarro suman y se quedan. Yo no tengo miedo al serrucho”. ¿Quién se quedó después que usted se fue?

Yo no lo sentí como un serrucho. ¿Quién se quedó cuando se fue Carbone de Cristal? El asistente. ¿Barreto lo ha serruchado a Vivas? No. Nunca lo sentí como un serrucho. Menos cuando es un exjugador de Alianza, y es el recambio natural.

¿Qué está leyendo?

Te dirán que es imposible de Juan Fueyo (Se va a su cuarto a traerlo). Lo compré antes de viajar a Juliaca. Te dirán que es imposible campeonar con Binacional.

El éxito es el viaje, ser feliz es definitivamente la meta (leo la tapa del libro).

Es lo que siento yo, pero al revés. A mí la meta no me hace feliz. A mí hace feliz el viaje. El cómo. Las vicisitudes.

¿Lee mucha autoayuda?

Leo de todo. Vargas Llosa, García Márquez, Fedor Dostoievski. Por eso tengo facilidad de palabra y la gente me hace trizas. Tengo cosas que decir. No hablo idioteces. Una vez me preguntaron por Mourinho y dije: me gustaría ver a Mourinho en Sport Huancayo a ver qué pasa. Que vaya a Binacional a ver cómo es la situación. Cuando tienes que administrar pobreza, ahí se ve.

Ya que menciona a Mourinho, ¿qué le genera que le digan ‘Mousquera’?

Incomodidad. Primero porque no me gusta Mourinho. Cuando pierde dice que te regaló los tres puntos porque los necesitabas, y cuando gana dice que no pasa nada contigo. No me gusta esa altivez.Y por otro lado, vivo orgulloso de mi apellido. Yo no soy Mou, soy Mosquera.

¿Realmente Roberto Mosquera compite contra Roberto Mosquera?

Si tuviera que competir conmigo ahora, ¿qué tendría que pasar en el 2020? Campeonar otra vez. Bueno, campeonaré para estar a la altura. Suena a ego, ¿no? Pero, ¿a quién entonces? Yo mismo soy. Esta es mi mejor versión.

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