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Richard Coleman: “El rock argentino se estancó hace 20 años”

Fue uno de los socios creativos de Gustavo Cerati, el extinto líder de Soda Stereo. Tocó con Charly García, fundó Fricción y 7 Delfines, bandas representativas del rock gaucho. El guitarrista Richard Coleman no se ha dormido en ese pasado laureado. Mantiene una trayectoria activa que combina con un programa de radio. “Espero que nada haya quedado en el tintero”, me dice después de una entrevista larga que hemos tenido para anunciar su viaje al Perú. La mañana del jueves 2 octubre, Coleman no dijo una palabra sobre el regreso de Soda Stereo en marzo de 2020, show del que será parte. Zeta Bossio, Charly Alberti – los integrantes originales de la banda– y un grupo de artistas invitados harán un tour de homenaje a Cerati, fallecido hace cinco años. En el cartel figuran Chris Martin (Coldplay), Juanes, León Larregui, Mon Laferte. El viernes 3, Coleman escribió en sus redes sociales: “Se anunció lo esperado, me siento honrado con la convocatoria”. Luego prefirió el silencio para no atizar una polémica encendida por algunos músicos y fans de la banda argentina que critican esta vuelta sin Cerati. Aunque esa discrepancia no ha parado, la sodamanía comenzó a agotar las entradas para los conciertos de marzo del próximo año. Antes de esa aventura, Coleman tiene un compromiso con Dolores Delirio, la banda peruana que cumple 25 años de trayectoria. Participará como invitado, el sábado 19 de octubre, en su show de aniversario (Centro Cultural Festiva). “Está buenísimo volver a la capital peruana después de nueve años”, me confiesa. La última vez fue con la banda de Gustavo Cerati. Tocaron en San Marcos, en la gira Fuerza Natural. Luego partieron a Colombia y a Venezuela, donde el cantante sufrió el ataque cerebrovascular del cual ya no se recuperó. •

¿Cómo será tu participación en el concierto de aniversario de Dolores Delirio?

• Los escuché en los noventa, es una banda de culto. Evidentemente todos somos de culto cuando pasamos cierta edad y continuamos insistiendo con lo nuestro. Tocaremos temas de ellos y míos.

¿Qué recuerdas del Perú en tus viajes con la banda de Cerati?

• Algunos paseos por una zona céntrica con edificios último modelo de acero y cristal (Miraflores). Con Adrián Taverna, el sonidista de Gustavo, nos escapamos a las Galerías Brasil, donde venden discos piratas. Encontramos cosas raras. Shows en vivo de Soda Stereo que ni el mismo Adrián tenía. Comí muy bien, un público maravilloso, había un furor con las camaritas, nos tomaban fotos hasta rascándonos la nariz.

Richard, tu trayectoria estuvo muy vinculada a Gustavo Cerati, fundaron Fricción en los ochenta, luego formaste parte del elenco estable de su banda en las giras Ahí vamos y Fuerza natural.

• Con Gustavo nos conocimos en el año 82. Fui miembro de la formación de Soda Stereo antes del debut. Los chicos me convocaron, buscaban un cuarto integrante. Ensayamos varios meses canciones mías y las de ellos. Pero al tiempo me di cuenta de que ellos funcionaban como un trío, tenían un sonido potente y una interacción muy fuerte. Eso a la larga iba a traer problemas. No me sentía parte del grupo. Y se los dije. Luego nos hicimos muy amigos con Gustavo.

En tu disco Siberia Country Club, Cerati pone guitarras y también participa Ulises Butrón, amigos que ya no están. ¿Qué sentimiento te generan esas muertes?

• Es un asunto muy personal y doloroso como para cualquier persona que pierde a un ser querido. Ahí no te puedo dar mucha reflexión. Pero por otro lado me siento afortunado de haber compartido con talentos de semejante talla (…). Gustavo pone guitarras en “Normal”, hace un solo espeluznante. Yo comencé a grabar ese disco (Siberia Country Club) en 2009 en su estudio. “¿No me vas a invitar a tocar en un tema?”, me preguntó.

Además de su paso por grupos como Fricción y 7 Delfines, Coleman tiene trazada una carrera de solista con cuatro discos en la mochila. Fácil (2017), el último, obtuvo una nominación al Grammy Latino. Es un virtuoso de la viola. Aprendió con una guitarra acústica heredada de un tío folclorista. Era su héroe. Luego recibió clases de un profesor de barrio cuando le interesó la guitarra eléctrica. Steve Hackett, Robert Fripp, David Gilmour, Andy Summers y Adrian Belew son influencias que marcaron su estilo. En los ochenta, Charly García lo convocó para que toque con él.

¿Viviste un tiempo con Charly García?

• (Risas…) Él vivió conmigo. Su apartamento se incendió por “un pequeño problema”. Yo vivía con mi novia y él nos pidió si podía quedarse con nosotros hasta que arreglen el suyo. Tocar con él fue una época muy importante y de aprendizaje para mí. Ensayábamos de seis a ocho horas. Charly deja el personaje y se convierte en un gran director de banda. Antes de Parte de la religión, que iba a grabarse en Nueva York, me retiré. Yo quería insistir con mis proyectos.

El rock argentino carece del peso de otras décadas. ¿A qué lo atribuyes?

• El paradigma cambió y el rock no es la voz de esta generación. Por un lado, eso está bien. Yo, siendo joven, quería hablarles a mis pares, y no quería que los adultos entendieran mi proyecto o discurso. Si yo entendiera el significado de la movida de los chicos de 20 años, habría una falla en ellos, cierta complacencia que a veces la encuentro. La culpa también es del rock estancado en los últimos 20 años en Argentina. No se busca la excelencia ni calidad. Me enojo mucho con eso y me peleo cuando digo esas cosas. En la generación que me sigue no hubo buenos cantantes y tampoco bandas preocupadas por la fineza.

En una de las canciones de tu disco Incandescente hablas de niños en la escena virtual, gente que no escucha a otra gente, que el mundo que conoces ya fue. ¿Una crítica a la tecnología?

• El disco habla de lo obsoleto y la manera de reinventar cosas que hoy parecen inservibles. Me considero un hombre grande (en edad), pero soy un artista que convive con la tecnología para trabajar en la música. No tengo mayores problemas con ella cuando se pone al servicio de la creatividad.

Antes grabar un disco era una tarea titánica. Hoy puedes hacerlo en casa.

• Sí, pero también lo puedes hacer mal. El prescindir del equipo de trabajo tiene su trampa. La facilidad para publicar un trabajo hace que las redes se llenen de obras sin terminar. Son cosas con las que no estoy muy de acuerdo porque soy un defensor de la excelencia. Fíjate que hay una paradoja entre lo inmediato y efímero. Las cosas obtenidas en forma inmediata duran muy poco, no soportan una lectura muy profunda.

Pero en estos tiempos todo es efímero: la música, los libros. Hay mucha información y no hay tiempo para procesarla.

• Claro, vos viste que esa es la trampa de la tecnología. Nos colocaron un soma, la droga de la felicidad de la que habla el libro de Aldous Huxley, todo el contacto de la velocidad y los dispositivos crearon un nuevo vicio, un vicio superficial, hace que la gente no tenga tiempo porque usa ese tiempo en nada (ríe), eso sin juzgar a nadie. Observo eso con cierta tristeza, toda esa falta de tiempo y lo inmediato. Por otro lado, ese monstruo de sociedad de consumo en lo que devino el mundo de la tecnología. Hoy es un monstruo. Eso de tener y no tener al mismo tiempo. El acceso a la información lo tenés en la palma de la mano, y está bueno para informarse y sacar conclusiones, pero sí nos arruinaron la memoria.

¿Cómo afrontas tu proceso creativo?

• No me siento a escribir y me salen 25 temas. No la tengo fácil. Soy más de transpiración que de inspiración. Empiezo con el deseo de generar algo nuevo. Siempre estoy estimulado por una sensación contemporánea que me retrotrae al pasado y trato de encontrar la verdadera raíz. Hay jóvenes de 20 a 30 años que hacen cosas de la música que yo escuchaba. Me entusiasma como lo replantean a los sonidos actuales. Trabajo con esas mezclas y busco otros desafíos.

¿Qué bandas te interesan ahora?

• Algunos grupos, White Lies, The Others, My Morning Jacket, una solista británica: Anna Calvi. Luego, desde Roxy Music a The Clash. A Bowie lo tengo muy mamado, el último disco que hizo, Blackstar, me parece fabuloso.

¿Tu último disco, F-A-C-I-L, tiene un sonido distinto a las anteriores producciones, no es el Coleman clásico?

• Tomé las influencias del pospunk. Hice algo bailable, sin que fuese frívolo. Traté de darle un poco de pulso al groove. También quería molestar a la gente que espera que sea uno siempre igual. Me sorprendió la nominación para los Grammy Latinos del año pasado. Estuve enternado, una alegría por una parte y por otra cumplí mi objetivo: llegar al punto de la frivolidad (risas).

Recientemente grabaste In Bloom, un tema de Nirvana, un grupo algo envejecido.

• Nirvana no me motivó, de ellos me gusta el MTV Unplugged, donde encontrás el corazón de sus composiciones. La versión de In Bloom la oí a Sturgill Simpson, músico country contemporáneo. Me dio ganas de tocarla en mis shows acústicos. Luego mi amigo del sello Ultrapop pidió grabarla.

¿Qué discos tuyos crees que sobrevivirán al tiempo?

Para Terminar, de Fricción es clásico. El primero de 7 Delfines y a mi pesar se acordarán de la versión de Héroes (Bowie). Pero lo más estimulante es seguir haciendo música nueva. No me recuesto en mis laureles.

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