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Luis Núñez: el salvavidas que supo levantarse

Ejemplo. Afectado por la polio desde los ochos meses de nacido, El Tío Lucho, jamás se rindió. Fue salvavidas en las bravas playas de Mollendo, bombero y trabaja hace 32 años como técnico de enfermería en EsSalud. Fue voluntario de la Cruz Roja y fundó el grupo de teatro Clown Siciliano.

Nunca dejó que le digan “cojo”, la primera persona que se atrevió, regresó a casa con la nariz partida y bañado en sangre. Luis Santos Núñez Montero, el Tío Lucho, siempre se hizo respetar e hizo su vida alegre, productiva y llevadera.

A los ocho meses de nacido, Esther Núñez Montero, su madre, se dio cuenta de que tenía poliomielitis, una enfermedad degenerativa que no encontró vacuna hasta varios años después de su aparición en el mundo. No pudo curarse y quedó con una discapacidad en la pierna izquierda.

“Siempre fue un niño inquieto. Es el menor de mis cuatro hijos. Paraba más en la calle que en la casa. Trepaba muros, corría más rápido que otros niños y su espíritu altruista lo mantiene hasta hoy por lo que para mí es un orgullo. Hace mucho bien a la gente”, dice con voz elevada doña Esther.

Al Tío Lucho también le dicen “Huarachita”, recuerda pasajes en su barrio, la cuarta cuadra de Alto de la Virgen en Mollendo. “Yo bailaba huaracha, me daban una propina y me iba a la tienda, me quedó el apodo para siempre”.

Recibió apoyo y confianza de todos los que lo rodeaban. Uno de ellos fue Luis Barbosa Segura, profesor de Educación Física. En la primaria, en el colegio Iquitos, Luis Núñez se presentó con un certificado médico que lo exoneraba de hacer los ejercicios y deportes.

El profesor lo rompió para decirle: “Tú vas a correr y hacer las cosas como los demás, vas a correr, si te caes te levantas y sigues adelante, yo te voy a apoyar”, le gritó.

Esas frases lo marcaron para toda la vida. Decidió aprender a nadar en la piscina que está junto al bravo mar de Mollendo, conocida como la “aguadita”. “Fuera de la piscina está el mar y ahí me lanzaron. Sobreviví moviendo mis manos y piernas, nadé. Fui feliz y los que estaban a mi lado me aplaudieron”.

Bromista, alegre, entusiasta y emprendedor. A los 15 años, decidió postular a la compañía de Bomberos Número 12 de Mollendo.

Por su estado físico el Comandante Napoleón Bernedo, le dijo que en ninguna parte del mundo iban a aceptar que una persona así integre el cuerpo de bomberos. Sin embargo, le dio una luz de esperanza al decirle que si hacía algo para ganarse el privilegio de ingresar lo iba a tener en cuenta.

Por eso es que se hizo amigo de algunos salvavidas a quienes les dijo que podía ayudarlos en los rescates de bañistas porque nadaba bien y necesitaba el curriculum para mostrárselo al comandante Bernedo.

Lo aceptaron. Su trabajo era, en cierta forma, indirecto porque no podía utilizar el uniforme formal. Cada vez que había que sacar a alguien del mar lo hacía por su cuenta o apoyando a los de salvataje. Cuando rescataba a una persona la dejaba en la orilla para que sus amigos hagan los trámites normales y él se retiraba.

“Una vez un compañero ingresó al mar que estaba muy bravo. Dos muchachas se estaban ahogando. Las tomó a las dos pero las olas lo golpearon y solo pudo quedarse con una. Nadé hasta el tumbo para tomar a la otra señorita. Cuando la alcancé la ola de tres metros nos hundió y ella en su desesperación casi me asfixia”, recuerda Luis.

No sabe de dónde sacó fuerzas y la tomó en sus brazos para salir poco a poco. “La rescaté pero terminé muerto de cansancio. La gente me aplaudía mientras me iba a la carpa donde mi madre estaba envuelta en llanto por la preocupación”, recuerda. Nunca se le murió un bañista en los brazos.

En toda la ciudad se hablaba de las hazañas logradas por Luis. Obviamente se le permitió ingresar al Cuerpo de Bomberos como instructor de primeros auxilios. Se le dio el uniforme rojo e inclusive cuando se casó hubo cruce de espadas y por varios minutos sonaron las sirenas. Mollendo se paralizó con su matrimonio.

Después formó parte del batallón de la Cruz Roja y se graduó de Técnico en Enfermaría y Fisioterapeuta. Trabaja en el Seguro Social hace 32 años.

En el Hospital Edmundo Escomel ha visto sufrir a mucha gente con la pandemia. Como hombre de la salud asume el reto de seguir peleando. “Es feo escuchar que uno se acostumbra a ver el dolor de los demás y se vuelve insensible. La profesión nos enseña a tener carácter de resistencia porque si nos ponemos a llorar o tristes no podemos dar la atención adecuada. Tenemos que ser duros y salvar vidas”, reflexiona.

El Tío Lucho reconoce que por su forma de ser ha tenido algunos problemas. “Puede que mi sinceridad y mis reacciones hayan mortificado a algunas personas pero soy así, lo bueno es que me siguen queriendo y cuando se les pasa la idiotez me buscan otra vez”, dice alegre.

La vida para Luis Núñez es un diario comenzar y siempre se levanta como le dijo que lo haga su profesor de Educación Física.

Bachiller en Periodismo de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa. Trabaja para los diarios Líbero y La República desde el 2014. Ha trabajado en diversos medios escritos, radiales y televisivos de Arequipa.