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Una noche de pisco acholado

A todo perú. Miles de hinchas celebraron los goles peruanos a nivel nacional. Ahora esperan que la hazaña se repita ante Brasil.

Por: Edgar Gamboa H.

En la previa, el pronóstico más desalentador llegaba desde el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi): Lima soportaría una temperatura mínima de 15°C, que en la práctica se sentiría como un 12°C o hasta un 10°C, debido a la humedad y la llovizna prevista. Pero nada, ni siquiera el mal tiempo, podría aplacar los ánimos y el optimismo de 32 millones de peruanos. Al menos, los de esa importante mayoría que nunca perdió la fe en nuestra selección.

En la Plaza Mayor de Lima y en el Parque Kennedy, en Miraflores, los puntos más importantes de concentración de hinchas en nuestra capital, la esperanza era unánime. Y aunque los ‘scores’ afloraban con fe sincera, no había lugar para triunfalismos: “1-0 con gol de Paolo”, “2-1 con goles de ‘Orejas’ y Paolo”, auguraba el respetable. Nadie, ni siquiera el más optimista, imaginaba la goleada, con penal atajado incluido.

Por ello, la alegría y los festejos se hicieron interminables. En costa, sierra y selva. En norte, centro y sur, como dice la canción. Unidos todos, en una noche que ni siquiera soñamos y que, literalmente, le quitó el sueño a muchos. Una noche que no esperábamos pero que llegó. Porque lo merecíamos. Porque la mejor hinchada del mundo lo merecía.

Era necesario un triunfo de tal magnitud, 3-0, contundente, ante el rival de siempre, el que ahogó más de una vez nuestras esperanzas y al sufrimos en las dos últimas décadas. Ese rival que nos miró por encima del hombro y que se sintió ganador desde antes de iniciar el partido. Que nos subestimó.

Como la campaña de nuestra selección en esta Copa América, la alegría del aficionado fue de menos a más, calentando de a pocos, en una noche fría pero cálida a la vez. Como los golazos de ‘Orejas’, Yotún y Paolo, el triunfo de anoche nos dejó postales diversas. En Arequipa, en Cusco, en Chiclayo, en Loreto, en Puno, en Madre de Dios, en todo el Perú se celebró esta nueva hazaña.

Desde aquella eliminación en Santiago, para el Mundial de Francia 98, teníamos una cuenta pendiente. Anoche la saldamos. Acostumbrados a pelear por nuestra identidad con nuestros vecinos, hoy los peruanos podemos darnos el lujo de celebrar a costa de ellos. Con un pischo acholado, por supuesto.

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