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La lengua y el mestizaje

Visiones. El director del Instituto Cervantes reflexiona sobre este tema intercultural a propósito del próximo Congreso Internacional de la Lengua Española en Arequipa.

Garcilazo de la Vega
Garcilazo de la Vega

Luis García Montero , director del Instituto Cervantes.

Mi dedicación a la poesía me ha enseñado que no es bueno regalarle las palabras al enemigo. Como poeta y defensor de los valores de la cultura humanista, comprendí pronto la hostilidad de los comportamientos utilitarios que fundaban el bien y el mal en la rentabilidad económica inmediata. La crisis poética que el modernismo capitaneó a finales del siglo XIX reaccionaba contra el utilitarismo hasta el punto de convertir la inutilidad en un eje principal de su orgullo lírico. La palabra poética formaba sus propios dialectos, una comunicación entre poetas que se separaba como aristocracia erudita del lenguaje de la sociedad y como militancia bohemia del mundo trabajador de la vida cotidiana. Pronto tomé conciencia de que era más importante reivindicar la utilidad de la poesía, llevarla al uso común de una lengua materna y de una sociedad. Los valores humanistas son útiles, aunque no utilitarios, porque cualquier progreso económico separado de las raíces humanas acaba en catástrofe, como hemos tenido oportunidad de comprobar a lo largo de la historia.

El Congreso Internacional de la Lengua Española se celebrará en Arequipa el próximo mes de marzo. Cuando se decidió dedicarlo a estudiar las relaciones entre la lengua y el mestizaje, sentí una íntima alegría como director del Instituto Cervantes. Conozco bien los estudios que se han publicado contra la sublimación del mestizaje: puede ser un proceso despectivo ante las identidades indígenas. Esos procesos han existido y cualquier lector de Los ríos profundos de José María Arguedas comprende bien con qué facilidad se extienden los prejuicios interétnicos. El mestizo suele mirar al indígena con la misma soberbia que el blanco puro usa para mirar al mestizo. Es así, pero renunciar por eso a reivindicar el mestizaje supone regalarle la palabra al enemigo, es decir, a los partidarios de las identidades cerradas y del supremacismo. Supone también renunciar a la complejidad, ese valor intelectual que defendió Salazar Blondy para poner en duda las interpretaciones legendarias de las herencias esenciales e intocables, simplificaciones de una realidad contradictoria.

Hablar del mestizaje supone, desde luego, volver los ojos al “Prólogo al lector” que el Inca Garcilaso escribió en 1592 para La Florida del Inca, declarándose de forma inseparable hijo de un español y una india. La puesta en marcha de una nueva realidad cultural a la que pertenecemos los casi 500 millones de hablantes nativos de español no permite hoy negar de forma simplificadora su valor histórico, pero tampoco desconocer las tensiones que Garcilaso de la Vega, hijo de una mujer indígena abandonada por su padre debido a un mandato del rey, quiso asumir al añadir la palabra Inca a su apellido nobiliario. La realidad de esas tensiones quedó pronto condensada en la mirada y la crónica de Guamán Poma de Ayala.

Luis García Montero: “No me identifico con las tradiciones poéticas que lo que quieren es crear un lenguaje solo para poetas”.

Luis García Montero: “No me identifico con las tradiciones poéticas que lo que quieren es crear un lenguaje solo para poetas”. Foto: composición LR

Aceptar la complejidad de la historia frente a cualquier simplificación imperialista es el mejor modo de tomar conciencia histórica de los procesos que han formado nuestra lengua y la comunidad basada en ella, la mejor manera también de aprovechar la importancia que implica en el panorama internacional tener como propia la segunda lengua del mundo en hablantes nativos y respetar, al mismo tiempo, el valor de las lenguas no hegemónicas. Así lo reivindica la plataforma CANOA, puesta en marcha por el Centro Cultural Inca Garcilaso, el Instituto Caro y Cuervo, la Universidad Autónoma de México, La Universidad de Buenos Aires y el Instituto Cervantes. Canoa fue la primera palabra de origen indígena que entró a formar parte de la lengua española.

Defender el mestizaje frente a las identidades cerradas supone oponerse a una realidad en la que las personas no puedan mirarse a los ojos, como ocurre en muchas escenas de Los ríos profundos entre blancos, mestizos e indígenas. Supone también comprender con Ciro Alegría los peligros que implica un mundo ancho cuando se vuelve ajeno. Al sentir la dinámica del váyanse a otra parte, no son de aquí, su personaje Benito Castro hizo bien en avisar: para nosotros, los pobres, el mundo es ancho, pero también ajeno.

Lector de César Vallejo, Ciro Alegría, José María Arguedas, Blanca Varela, Mario Vargas LLosa y Alfredo Bryce Echenique, defender el mestizaje en el mundo de hoy implica para mí conversar entre matices diversos hasta elegir la importancia de las identidades abiertas y la fusión que genera la convivencia en un marco de igualdad. Soy poco partidario de las supersticiones ancestrales y de la puesta en duda de los valores de la razón que nos iluminó el sentido de las instituciones democráticas ilustradas. Pero lector de la conmovedora elegía quechua Apu Inka Atawallpaman, tampoco soy ahora partidario de desconocer la importancia de las tradiciones indígenas, su amor a la tierra y sus herencias seculares, porque temo un mundo devorado por la prisa, el tiempo mercantilizado del usar y tirar y la avaricia económica que engulle la naturaleza y pone en peligro la supervivencia del planeta.

Los literatos, los filólogos, los historiadores, los juristas, los tecnócratas, los científicos y los académicos hacen bien en reunirse para meditar sobre la palabra mestizaje. Caben muchas cosas en esta palabra.

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