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Cultural

Marco Sifuentes: “Los peruanos no tenemos memoria de largo plazo, por eso cada 30 años se repite la historia”

La República entrevistó a Marco Sifuentes, periodista y escritor que participó del Hay Festival Arequipa 2022, evento cultural internacional donde presentó su último libro “Perú Bizarro”.

Marco Sifuentes, periodista y escritor. Foto: Rodrigo Talavera/La República
Marco Sifuentes, periodista y escritor. Foto: Rodrigo Talavera/La República

Marco Sifuentes, conocido en internet como @ocram, actualmente es director del exitoso podcast La Encerrona. Años atrás fue el creador de los portales web de noticias Útero.pe y La Mula. Entre otros, es autor de los libros “Casi Bicentenarios”, “La Encerrona”, “H & H” y “K.O. P.P.K”.

Esta vez, participó del Hay Festival 2022, evento cultural internacional que se desarrolla en Arequipa, donde durante un conversatorio junto a Jeremías Gamboa presentó su último libro “Perú Bizarro”, que reúne 79 episodios y anécdotas del pasado peruano con un tinte de humor ácido que cuestiona todo lo que se enseña en las clases de historia. El libro reconstruye la memoria del territorio, que va más allá de la capital, y su relato incompleto de todo lo que significa ser peruano.

Acerca de su libro “Perú Bizarro”, un término que podría englobar mejor a todos estos relatos podría ser “cultura”, ¿le parece?, ya que es imposible definir esta palabra porque significa muchas cosas. Y así es nuestro país, diverso, multicultural. ¿Será por eso que en Perú es tan difícil integrarnos?

—No. Aunque me aterra un poco lo que dices, porque en el libro hay varios relatos de corrupción. ¿Eso significa que es parte de nosotros?, ojalá no. Yo creo que los peruanos sí llevamos bien la diversidad que tenemos, pero hay otro lado donde todos discriminan a todos. Creo que la diversidad del Perú es un valor es una fortaleza que tiene como país. Creo que el problema va más porque un montón de gente tiene ciertos privilegios y no le gusta que esos privilegios se extiendan a más personas y les conviene ir construyendo discursos, el último es el de los venezolanos, y hace 50 años eran los gitanos.

Hablaba de discriminación, ¿usted cree que a discriminar nos enseñaron los españoles en la época de la Colonia, ya que ellos vinieron a imponernos lo que creían correcto?

—El libro comienza en 1821, no antes, no me siento con las armas para hablar de un Perú antes de 1821. Pero sí es cierto que los peruanos somos el producto de ese abuso. También es cierto que buena parte del mundo viene de traumas así. El nuestro es particularmente grave porque sí es cierto y no es una exageración que los incas eran, o en general la cultura andina, es uno de los núcleos de la civilización del mundo. Es muy importante e impresionante lo que sucedió aquí.

Lo que creo es que todo el mundo tiene que hacer lo mejor con lo que tiene. Entonces esto es lo mejor que tenemos los peruanos, tampoco podemos cambiar nuestra historia, tampoco podemos no ser el producto del trauma que somos ¿no? Entonces ciertamente hay una responsabilidad histórica y todo, pero también llega un punto en el que tenemos que madurar como país y asumir nuestros propios rollos; y parte de asumir esos propios rollos es, por ejemplo, cortar con legados nefastos de la colonia. De hecho, Lima, pero también Arequipa son sociedades bien coloniales y eso es algo que tenemos que romper ¿no? y buena parte de los dramas del Perú ya actual, pues tienen que ver con eso, con que hay un núcleo de gente que no suelta eso.

En su libro ofrece relatos de diferentes regiones del país. ¿Cuál ha sido la más compleja de investigar?

—Creo que lo más duro del libro ha sido resumir las historias. Si me preguntas por una región que haya sido difícil, siento que el sur andino ha sido muy descuidado por cierta historia oficial, sobre todo la que nos han enseñado en el colegio. Hay mucha oralidad en el sur andino y eso es difícil trasladar al registro histórico que es escrito ¿no?

Una de las hipótesis personales del libro es que el sentimiento tan de izquierda que se vive en el sur andino tiene que ver con que Mariátegui se volvió parte de la cultura oral. Las enseñanzas de Mariátegui se volvieron parte de esta cultura y por eso es tan difícil de rastrear. Si no hay un registro escrito, pues ¿cómo sigues las pistas, no? Esa parte es bien difícil, entonces por eso es una hipótesis mía.

Busqué si algún historiador la ha rastreado un poco más, no he encontrado; sobre todo Puno, pero en general yo creo que la influencia de las enseñanzas de Mariátegui están impregnadas en el sur andino, a diferencia del resto del Perú, se nota mucho. En particular Puno porque, de acuerdo a la historia, ahí ocurren unos levantamientos.

Ahora hay muchos historiadores que están viendo todos estos temas. Lo que pasa es que la historia que nos enseñan en el colegio es una historia que se hizo en 1950 y hay muy poca actualización acerca de ella.

En el libro cuento cosas que historiadores han investigado hace 30 años y que para mucha gente son novedad. Eso es parte de la misión del libro si quieres. O sea no puede ser que haya historiadores que hace 30 años han hecho estas cosas y que la mayoría de gente no se ha enterado. La idea de hacer este libro y, además en el formato que tiene, es tratar de hacerlo accesible para la mayor cantidad de gente posible.

¿Por qué le obsesionan tanto los años 20 y los años 90?

—Hay una cosa que siento que es como un fenómeno: mientras más viejo te estás haciendo, más te va interesando la historia. Los 90 porque yo los viví, yo era adolescente en los años 90 y pasaron muchas cosas muy delirantes en este país que de pronto se han perdido bajo la alfombra.

Ahorita nomás estamos reportando casos de Vaticano que era este narco que acusó a Montesinos de recibir plata de él y que al día siguiente apareció torturado. Ese tipo de cosas han pasado en los años 90 y, bueno, los ‘vladivideos’ son cosas muy alucinantes que yo viví y siento que se van olvidando, que la gente no las tiene tan presentes, que muchas lecciones que debimos haber aprendido no las aprendimos.

Entonces, por eso me obsesionan los años 90. Hay un motón de cosas que se pueden coger de ahí y a la gente le van a sorprender a pesar de que muchos lo vivieron.

Y los años 20 porque creo que fue una etapa de la historia en la que hubo un nivel de pensamiento que no hemos vuelto a lograr, al mismo tiempo tenías a Haya, Mariátegui, Vallejo y Valdelomar, o sea una lista larguísima de gente. Todos se conocían, todos discutían y hablaban no solo de política, de arte, del mundo o sea eran un intento de introducir al Perú al mundo para que no seamos un país aislado, sino dentro de las corrientes mundiales y cada uno tenía sus propias aventuras, pero también entre ellos se conocían.

Fueron unos años muy potentes que no creo que hayamos vivido ni antes ni después y que no por casualidad es el inicio de la formalización si quieres de los intelectuales de las regiones. Es el punto de quiebre en el que ser un intelectual ya no significaba ser de Lima: Valdelomar es de Ica, Haya y Vallejo de La Libertad, Mariátegui de Moquegua y así, o sea ellos llegaron como a romper eso; entonces eso también es impresionante y explica mucho. La intelectualidad limeña se había anquilosado y llega esta gente con ideas frescas y eso hace que los años 20 se vuelvan solo fascinantes. Fueron hace 100 años, no creo que estos años 20 sean iguales, pero pues ojalá.

Mencionabas que en los colegios el curso de Historia está bastante desactualizado…

—En mi calidad de haber sido consumidor de cómo se enseñó la historia del Perú, puedo decir que siento que no me ha sorprendido, por ejemplo, encontrarme con historias en este libro que ya eran conocidas cuando a mí me enseñaron historia; sin embargo me enseñaron otra cosa. Digamos, cuando te enseñan sobre Grau, tú crees que es famoso porque le metieron un bombazo y se hizo polvo su bota. Entonces creces pensando que no tiene sentido que sea famoso porque cuál es la gracia de haber sido pulverizado, no hay un mérito de estar en un banco y que te caiga una bomba. Pero en realidad, ya cuando empiezas a averiguar por tu cuenta quién era Grau, cómo era Grau, qué significó para la gente que estaba viva cuando él estaba vivo, es como que ahorita muriera alguien realmente muy famoso y muy querido, porque en ese momento él lo era y popular también, entonces fue un shock. No es que la gente se enteró que Grau existiera cuando murió, que es más o menos la idea que tienes en el colegio, sino que el tipo ya era una celebridad en ese momento, y muere en estas circunstancias que son muy trágicas, entonces eso nomás ya me parece que es terrible que se enseñe de esa manera ¿no?.

¿Los peruanos necesitamos un consuelo, pastillas morales para sentirnos mejor?

—La historia como se enseña es una historia bien victimista, pues es una historia en la que todos nuestros antepasados son unos perdedores de las batallas y a nosotros, pobrecitos, nos conquistaron y teníamos todo; pero nosotros como sociedad peruana somos responsables del genocidio de los Rapa Nui en la isla de Pascua, el genocidio indígena por el caucho en la Amazonía, todo lo que le hicimos a la comunidad Nikkei durante la Segunda Guerra Mundial.

Entonces, de verdad, nosotros no hemos sido abusados nomás, hemos sido abusivos también que es parte del ciclo, digamos. En cualquier ciclo de violencia una persona abusada de niño se convierte en un abusador de grande y así y bueno a nosotros nos ha pasado eso, nosotros hemos sido abusados, pero también hemos sido abusadores, es un círculo; entonces si nos enseñan solo un lado, si nos enseñan el lado pobrecito donde perdimos la guerra y perdimos esto y lo otro pues no nos están dando el panorama completo

¿Usted cree que no tenemos memoria?

—Yo pensé que era un cliché de que los peruanos no teníamos memoria, pero creo que tenemos más memoria a corto plazo de la que creemos y eso se ve cuando la gente vota, creo que lo que si no tenemos es memoria de largo plazo y por eso creo que cada 30 años hay como una repetición.

¿Usted cree que vamos a seguir en el mismo circulo años después?

—Sí, yo creo que sí. Al menos que empecemos una revolución radical no solo sobre cómo se enseña la historia, sino en general de nuestra identidad. Por ejemplo, esta elección de Castillo y Keiko es igualita a la elección de Fujimori y Vargas Llosa, 30 años atrás, idéntica. Tienes al outsider y por otro lado a todos los influencers diciendo que se van a ir del país si no gana Keiko. Es lo mismo, Vargas Llosa era el candidato del establishment como Keiko Fujimori. Tenías a Ferrando que decía que iba a cancelar su programa si ganaba Fujimori igual que Magaly dijo que se iba a ir del país si ganaba Pedro Castillo; tenías a todos los medios apoyando a Vargas Llosa, tenías todos los medios apoyando a Keiko; tenías a todos los pitucos apoyando a Vargas Llosa de una manera en la que no se daban cuenta que le hacían más daño que bien, tenías a todos los pitucos apoyando a Keiko de una manera en la que no se daban cuenta que le hacían más daño que bien; es idéntica y si te vas 30 años antes también tienes algo parecido y así.

Entonces no aprendemos y me parece que estos ciclos de 30 años no son gratis o sea 30 años suele ser una generación es decir una generación sale de juego y los que vienen se olvidan de todo lo que hubo antes porque no se los han enseñado, entonces me parece que en el 2050 seguramente vamos a estar en una coyuntura igualita a la de hoy.

¿A qué se refiere con que no podemos tener identidad sin memoria?

—Digamos que tú sales de aquí, te golpeas la cabeza y te da amnesia ¿cuánto queda de tu personalidad? ya que tu personalidad está construida en base a tus recuerdos, o sea si en la calle alguien te grita algo dependiendo de cómo haya sido tu experiencia de vida vas a reaccionar ¿no? Todos reaccionan de acuerdo con su memoria, por eso a las personas que les da amnesia se quedan como pasmadas, no saben cómo responder porque no tienen nada dentro, entonces creo que es lo mismo que le pasa al Perú. O sea, hemos ido construyendo esta identidad que tenemos sobre la gastronomía, la música, cositas ¿no? Yo creo que Gastón hizo un gran trabajo, digamos que nos devolvió el orgullo de ser peruanos a partir de él, de su revolución, de cómo el enfocó el boom gastronómico, como él integró a los campesinos, a los productores, ósea estuvo muy bien y él creo que hizo un gran trabajo en la construcción de una identidad; pero igualmente creo que empezamos a construir la casa por el techo, faltan las bases ¿no? falta la historia, finalmente falta que nosotros sepamos quiénes somos, entonces eso también es, si no hay memoria pues no hay identidad, no sabes cómo reaccionar ante las cosas que pasan por qué no te acuerdas qué pasó, si los peruanos se hubieran acordado qué pasó hace 30 años entre Vargas Llosa y Fujimori quizá la elección no hubiera sido como ocurrió.

¿Es la corrupción uno de los ejes perturbadores de nuestro país?

—La cuarta parte del libro tiene esta categoría que se llama “Conchas”. Trata de historias de política que tienen que ver con corrupción, entonces sí ¿no? Es un país en donde no hay mucha ley lamentablemente. En el libro se dice algo así como que el caso Odebrecht, hace 50 años era el caso IPC y 50 años antes era el caso Dreyfus; entonces es lo mismo. Además de que en todos esos casos hubo booms económicos.

Los peruanos desconfiamos mucho de nuestras instituciones, ¿qué pasa en una sociedad que no puede confiar en sus autoridades?

—Hasta las pequeñas cosas en Perú son un parto. Los peruanos no confiamos en nadie, entonces a la hora de no confiar en nadie nos vamos poniendo un montón de trabas y vamos asumiendo y normalizando esas trabas por todos lados. Hay mucha formalidad alrededor de la confianza porque en realidad hay desconfianza y eso hace que esta sociedad avance de a poquitos. Somos el país de América Latina con menos comercio electrónico por algo, porque no hay confianza, la gente tiene miedo de poner su tarjeta de crédito en una web porque no hay confianza. Entonces, eso hace que la sociedad sea más incómoda para todos en el Perú.

¿Cuál cree que es la solución para salir de la situación actual en que se encuentra el país y cuál sería el peor escenario?

—La peor situación es que se queden todos los cinco años. Yo creo que no es una solución, pero la salida son las nuevas elecciones. No es una solución porque no va a solucionar nada, los mismos problemas van a seguir ahí y seguramente los mismos partidos políticos, pero yo creo que en esta situación en la que todo colapsa al mismo tiempo, seguir así 5 años es muy grave. Entonces sí, deberían ser nuevas elecciones generales sabiendo que no es una solución, sino una salida que es otra cosa totalmente distinta. Solución será una reforma política, esta es una situación de urgencia en la que necesitas una salida de emergencia, por ahí tenemos que ir, pero no estamos yendo.

Estudió Comunicación Social en la Universidad Católica de Santa María. Especialista en comunicación para el desarrollo. Y con la convicción plena de que la finalidad del ser humano es siempre buscar la verdad.