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Cultural

Jorge Eduardo Benavides: “No hay institución más frágil que el matrimonio”

Escritor peruano, residente en Madrid, invitado de la Feria Internacional del Libro de Lima. Presentó Volver a Shangri-La, que narra la historia íntima de una familia.

Foto: composición/Antonio Melgarejo/La República
Foto: composición/Antonio Melgarejo/La República

No ha querido plantear con su novela una tesis. Dice que sus personajes son modelos que están en su cabeza y que fueron recogidos de la realidad. Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964) ha publicado Volver a Shangri-La (Alianza Editorial), una novela en que Mariana, que es fotógrafa y abandonada por su esposo Arturo, le cuenta la historia de su vida a su hija a través de viejas fotografías de sus años de infancia y juventud. El propósito es que su hija no repita sus errores como ella repitió los de su madre, una mujer sumisa ante su marido y después abandonada por este.

Benavides aduce que esta novela era un proyecto guardado casi veinte años, del que solo tenía como personaje una mujer peruana, afincada en España y que recordaba a sus padres y las peleas continuas en su casa y que era una fotógrafa ya mayor.

“Lo que faltaba para escribirla era tiempo, decisión y madurez”, dice.

Y la novela se ha completado con personajes que se presentan en oposición y contrastes, y que dan cuenta de los altorrelieves humanos.

—Generalmente escribes en registro realista. ¿Ahora has sido atrapado por la historia ficcional íntima de una familia?

—Sí, en ese sentido, está más en la línea de una novela anterior mía, La paz de los vencidos, que está escrita también con una fuerte vocación de contar la historia íntima del protagonista a través de un diario. Aquí es a través de fotografías. Normalmente soy un escritor más de mapas que de brújula. Suelo escribir con un argumento bien elaborado, preciso. Aquí me dejé llevar un poco porque la historia se sustentara en el recuerdo, en la reflexión, en las advertencias de una madre a su hija.

—Todo lo que le habla Mariana a su hija demuestra que la familia no siempre es el paraíso perdido…

—Claro. Efectivamente, la familia no es así. Como ese famoso inicio tolstoiano: “Todas las familias felices se parecen, pero las infelices la son cada uno a su manera”. Creo que lo único que he hecho es dibujar, poner la lupa en lo que es la vida de esta chica, Mariana, que viene de un hogar roto, no de una manera particular, pues lo que pasó es que el padre las abandonó, se enamoró de otra mujer y se fue. Y, claro, todo ese terremoto que viene a producir esa ruptura en una persona cuando es pequeña. El abandono del padre condiciona tanto la vida de Mariana en relación con los hombres, pero no de una manera hiperventilada, sino de manera sosegada, porque ella no se ha amargado, pero, cuando tiene a su hija, en las circunstancias en que le cuenta -a través de las fotos- lo que ha ocurrido en su vida, uno nota la aprehensión de una madre para que su hija no repita los mismos errores que ella cree advertir en su propia conducta con respecto a su madre. Es la historia de esta familia.

—Alguna vez Nélida Piñón me dijo que la familia tenía dos caras, como una moneda. Podía ser el infierno o el paraíso.

—Exacto, es el lado que a uno le toca vivir. Mariana tiene un tío, Pedro, al que adora. Era un joven muy idealista que a ella le inculca el valor de que los pobres no son despreciables ni gente a las que hay que temer. Le hace ver que no se puede vivir de espaldas a la realidad del Perú, como siempre ha sido en las clases medias con respecto a los demás. El tío Pedro, en la novela, junto a sus amigos, murió cuando fueron atacados por comuneros en Cajamarca.

—Ese pasaje evoca un poco el caso de Uchuraccay...

—Exacto. Es un hecho precursor de ese caso terrible de los periodistas asesinados en Uchuraccay.

—La novela también apunta a que el matrimonio es una institución quebradiza..

—Sí, por supuesto. No hay nada más frágil que esa relación, que es el matrimonio. De alguna manera también se dice que el amor, en ese sentido, no es de gran facilidad, porque ella le advierte a su hija que los hombres se suelen enamorar de las mujeres por aquellas cosas que luego las dejarán. Las quieren porque son audaces, porque son artistas, como Mariana, pero después esa es la cuota que le pedirán que abandone para seguir manteniendo la relación. Eso le pasa a Mariana. Su marido primero la admira por sus fotografías, pero después no le interesa. Es una situación bastante común, por desgracia. Las mujeres casi siempre abandonan sus sueños para acompañar a los hombres que persisten en perseguir los suyos.

—Claro, Mariana le dice a su hija: “A menudo las mujeres corremos el riesgo de convertirnos en apéndices de nuestras parejas”.

—Es una cosa que nosotros vemos, que no se puede ocultar. Es lo que voy descubriendo a través de lo que escribo, que las mujeres, para bien o para mal –por desgracia, casi siempre para mal-, han vivido una vida de apéndice con respecto a la vida de los hombres, y que cuando quieren abandonar esa área de influencia les es muy difícil. Eso le pasa a Mariana, pero se da cuenta de que, sin querer, ella misma está repitiendo el patrón de conducta de su madre. Yo no creo que haya una sola mujer el mundo que alguna vez no haya dicho: “Qué horror, no me quiero parecer a mi madre”.

—Ella no considera a su madre como un buen modelo…

—Sí, y ella teme no serlo también para su hija.

—Pero ella viajó a España, con su hija, a pesar de que su madre le decía: “No descuides tu matrimonio” o “tienes que ponerte guapa para él”.

—En esta novela no he querido lanzar una tesis, me he limitado a seguir la vida de mi personaje y me he dado cuenta de que eso es bastante común, por desgracia. A veces las madres inculcan eso en las hijas. Es decir, por un lado el mensaje es “tienes que tener tu vida libre de los hombres” y luego le dicen “hazle la cama a tu hermano”. Es esquizofrenia…

—Pero tiene la rebelión de decidir su viaje y se va…

—Sí, rompe con todo, se va a España. Aunque se cuenta poco de su vida, se sabe que como fotógrafa tiene relativo éxito…tampoco la iba a poner a limpiar pisos, sería muy dramático. Tiene bastante con esa soledad que alguna vez he visto en las madres solteras o, peor, madres abandonadas.

—El signo trágico de la novela es que tiene un curso casi simétrico, la historia de la madre como que se repite en la vida de la hija…

—Como dije, no he propuesto una tesis. Las novelas se van descubriendo en la medida que se escriben. Yo he descubierto que, efectivamente -creo, además, es la contemplación de la vida habitual-, es muy difícil desembarazarse de ciertos patrones que uno ha aprendido o ha visto de pequeño. Por eso, algunos hombres perspicaces, cuando han sido maltratados de niños, deciden no tener hijos. Se aferran a esa idea. Mariana se va dando cuenta de que si acaso ella está cometiendo el mismo error que su madre porque, al fin y al cabo, en algún momento, dice, no parecemos madre e hija, sino hermanas vinculadas por el abandono del papá.

Machismo

—En este universo de mujeres, la figura del padre y de Arturo, esposo de Mariana, simbolizan, de algún modo, el machismo camuflado. Aparecen como buenas gentes y luego son otros.

—Tampoco quise caricaturizarlos, sino, de alguna forma, lo que hice fue mirarlos por dentro. Cuando uno escribe y tiene modelos en la cabeza, van saliendo. Uno se da cuenta de dónde salen esos personajes. Y salen de cosas que yo he visto. Como te digo, no hay en la novela una mínima porción de tesis, solo observación de la realidad, de lo que pasa. No he querido dar ninguna consigna o alegoría. A mí siempre me han sorprendido estas circunstancias, y más en sociedades como la peruana, que los hombres suelen abandonar muy rápido su posición de gente liberal, etc., para convertirse en gente sumamente conservadora, en el mejor de los casos, cuando no abiertamente machista, con cierto desprecio a la mujer, y no hablo de los casos flagrantes, sino de la vida cotidiana.

—El tío Pedro es idealista, como telón de fondo está las huelgas, los paquetazos, la huelga de la Policía del año 75, Sendero Luminoso. ¿La grisura de la historia de la familia se compagina con la realidad del Perú?

—Cuando se escribe del Perú, es imposible evadir la historia social, política, sobre todo de esa época. Tenía que estar en la vida de ellos.

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.