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Cultural

Isabel Allende: “Mis personajes no están en el limbo o en una burbuja”

Escritora chilena ha publicado Violeta, una novela en la que la protagonista –cuya existencia abarca un siglo– busca vivir intensamente y asume con coraje todos los riesgos que esa decisión implica.

Foto: Lori Barra
Foto: Lori Barra

Isabel Allende está en el Zoom, luego en el Whatsapp. Nuestra cita fue para conversar sobre Violeta (Ed. Sudamericana), su última novela, cuya protagonista nació en el año de la gripe española, 1920, y murió cuando apareció el coronavirus. Violeta vive un siglo y es a través de ella que la autora ofrece, a manera de fresco, la historia de un país sudamericano, en el que ocurre, además de la peste, un terremoto, la crisis económica de 1929, un gobierno socialista, la dictadura militar, cambios sociales y reivindicación de derechos, el auge del feminismo.

“Al morir mi madre, ella fue la inspiración para escribir sobre ese siglo que le tocó vivir, y parte de él lo he presenciado yo, así que no tuve tanto que investigar, todo estaba en la memoria y sentimientos”, afirma la escritora.

La vida de Violeta sirve para exponer lo público y lo privado en nuestras sociedades...

En todas mis novelas, los acontecimientos históricos, políticos, sociales, intervienen en la vida de los personajes, a menudo los determinan. Mis personajes no están en el limbo o en una burbuja. Violeta no es la excepción.

Padece los embates del patriarcado y las fracturas sociales...

Así es. Ella nace en un ambiente patriarcal, autoritario, conservador, católico, rural. Y va evolucionando con el siglo, desde el derecho al voto de la mujer para adelante, el descubrimiento de la píldora, la revolución sexual, feminista, todas esas cosas, además de los acontecimientos políticos del cono sur de nuestro continente.

No nombrar el país de Violeta, aunque se adivina, es como una metáfora para cualquier país sudamericano...

Sí, es un país genérico. Que sea así me permite cierta libertad, que no es mucha, porque trato de atenerme a los sucesos históricos en su fecha. Pero si necesitaba referir un terremoto y no calzaba con la fecha, pudo hacerlo porque no menciono el país.

¿Cuál es el heroísmo de Violeta? ¿Romper con el machismo?

Lo único heroico de Violeta es que vive intensamente. No tiene miedo de correr los riesgos. Yo creo que tantas vidas se ven limitadas por tratar de que sean vidas seguras y quieren estar en un lugar seguro. No, tienes que tirarte de cabeza a la aventura y correr riesgo.

Violeta, cuando recibe la propuesta de matrimonio de Fabián, la campesina Lucinda le da un sabio consejo: “defiende tu independencia, válete sola”. Pero Violeta aceptó el matrimonio.

Eran otros tiempos. Yo tengo nietos y no tienen ninguna intención de tener hijos o formar una familia. En 1920 si una mujer no estaba casada a los 25 años, ya era una solterona, la dejó el tren, decían. Había como una cierta obligación de casarse, de ser madre, de ser esposa. Violeta se somete a eso por las circunstancias.

Se somete al matrimonio, pugna por salir, pero cae en otra relación...

Sí, se libera de ese matrimonio y se mete en una pasión amorosa muy tóxica y la aguanta por mucho tiempo. Entonces, lo que Lucinda le dice, “válete por ti sola”, yo creo que ella lo aplica mucho en la parte económica, de que nadie la mantenga. Porque si ella puede mantenerse sola, tiene la independencia para irse y tener una vida. No hubiera podido dejar al primer marido si no hubiera tenido trabajo. El segundo marido, era fascinante, pero la martirizaba muchas veces, tampoco hubiera podido hacer la vida que hizo, con independencia y criar a sus hijos y liberarse si dependía económicamente de él.

La posición de Violeta ante el machismo es fuerte, dice: “Si los hombres parieran y tuvieran que aguantar un marido, el aborto y el divorcio serían un sacramento”.

Es un poco fuerte para la Iglesia católica, pero es verdad, ¿no? Quién pone las reglas en la sociedad, el patriarcado pues. Los hombres, por ejemplo, no deberían tener derecho a opinar sobre la fertilidad femenina.

¿Cree que ya pasó eso que se dice en la novela de que el destino de la mujer es la maternidad o que la mujer existe a través del marido?

Yo creo que eso pasó, en gran parte, pero hay un factor biológico que hay que contemplar. Olvídate del marido. Los maridos van y vienen, pero la maternidad es una especie de reloj biológico que tenemos adentro y deseamos tener hijos, con toda la carga que eso implica. Yo creo que hay una generación ahora, como te decía de mis nietos, que no quieren familia, pero eso antes no era así. Antes, incluso después de que teníamos la posibilidad de controlar la fertilidad con la píldora, de todas maneras tener hijos era importante para una mujer. Para mí, lo más importante que me ha pasado en la vida son mis dos hijos.

Hay una marca feminista, por ejemplo, la tía Pilar, de quien se dice que tiene temperamento de coronel o que diga que Dios se equivocó de género con ella...

En ese entonces había una cierta idea de lo que era la feminidad y creo que perdura. Hay una idea de lo que es lo femenino y qué es lo masculino. Ahora uno se puede cambiar de género o decidir a qué género quiere pertenecer. Esa es una cosa muy nueva. Eso no existía antes, tú nacías en un género y estabas determinado, además la cultura, la familia, la religión, se encaminaba por allí. Te vestían de rosado desde que nacías o de celeste, si eras hombre. Y de allí para adelante, todo, los juguetes que te compraban, los libros que leías, tenían que ver con tu género. Eso ahora ha cambiado.

Teresa Rivas es lesbiana, ¿aparece como pionera del feminismo en sociedades como la nuestra?

Fue una luchadora social, sin duda. El hecho de que fuera lesbiana es como un paso inesperado, que no era para su época. Cuando yo era chica, había un par de amigas de mi mamá que vivían juntas. La gente decía que se quieren mucho y que son amigas desde la infancia y que ahora comparten el departamento para ahorrar. Pero en realidad eran pareja. Habían sido pareja toda la vida y nadie lo decía. Si se tratara de un hombre, dirían gay, se le echaban encima, pero en las mujeres como que estaba permitido.

-Nieves, la hija de Violeta que se asume independiente, cae en la droga, ¿grafica que transitar por la libertad es también, de algún modo, transitar por el filo de un cuchillo?

Yo creo que muchos jóvenes caen en la droga porque está disponible, casi todos la prueban. El que esté tan a la mano es un problema. Cuando yo estaba creciendo, en el medio que circulaba, las pocas persona que fumaban, era marihuana, y eso. Pero droga dura, eso no había al alcance de uno. La libertad siempre implica riesgos, siempre te puedes equivocar de camino, pero yo siempre digo, mejor la libertad con todos los riesgos. En el caso de Nieves, yo viví la droga muy de cerca, porque me casé con un americano que tenía tres hijos y los tres hijos era adictos. Los tres murieron, dos por droga y el otro por consecuencia de la droga. Jennifer, hermana de los otros dos, fue la base para el personaje Nieves.

En la novela hay amor, ¿el amor es motor del bien y del mal?

A ver, una cosa es pasión y otro cosa es el amor. Yo creo que por pasión uno hace tanta estupidez. El amor le llega a Violeta al final de su vida. Con dos personas. Sobre sus relaciones, el primero fue obligación; el segundo, por pasión. Después se enamora de la persona menos adecuada, pero tiene una relación de compañerismo y de amor tranquilo. Al final de su vida encuentra un amor, el noruego.

¿Usted tiene algo de Violeta?

(Risas). Te voy a decir, cuando yo pienso en mi vida me doy cuenta de que he estado siempre enamorada. Ha sido una especie de cruz enamorarme siempre, desde los 7 años. Y ahora me casé a los 77 y anda tú a saber si no me voy a casar a los 99 de nuevo.

Con razón Violeta dice “qué larga es la servidumbre del deseo”.

(Risas). Claro, mientras tengas hormonas, es muy larga... Yo no sé cómo será contigo, Pedro (risas).

-Ah, le digo, mi papá va por los 101 años, así que yo bien puedo ir por la ruta de usted...

-Qué bueno... Sabes, mi padres, uno murió de 102 y el otro de 98.

-Violeta tiene muchos amores, ¿con cuál de ellos usted se quedaría?

Depende de la edad (risas)... Pero, por Dios, Pedro, depende de la edad. El último amor, de su vejez, es encantador, pero ¿eso es lo que vas a querer tú a los 20 años, noooo. A los 20 años tú quieres pasión, otra cosa... No me hagas esa pregunta porque voy a decir cosas (risas). Lo único que te puedo decir es que yo he vivido enamorada desde los 7 años. Y no me arrepiento de ningún amor. Más bien me arrepiento de los que no los llevé a cabo.

La dictadura

-La novela tiene su lado épico, como los años de depresión económica o los años de la dictadura o la devastación del terremoto. La familia se va al “destierro” rural. ¿Usted también conoció el exilio?

Ellos lo llaman el destierro irónicamente porque, la verdad, nunca antes fueron más felices. Allí en ese “destierro”, encuentran en una comunidad campesina el cariño desinteresado y viven, pobremente, pero sin miseria. Ellos recordarán después esos años como los mejores de su vida. En mi caso fue diferente, porque, como pasó con miles y miles de chilenos, salimos al exilio por la dictadura. No pude soportar vivir con terror. Eso fue diferente. Cuando uno cambia de país, deja todo detrás. Pierdes a la familia, pierdes a los amigos, el trabajo, todo. Es muy fregado, fíjate que fue bien fregado para mí que me pescó en la edad en que empezaba a despegar en una carrera.

-No se menciona al dictador ni al presidente derrocado, pero se adivina el país. ¿La dictadura precipitó cambios en la sociedad chilena?

Sí, la dictadura cambió a la sociedad, pero también cambiaron los tiempos y hoy en día la sociedad hubiera cambiado de todas maneras. Pero, sin duda, hubo un cambio extraordinario, porque mediante un sistema represivo extremo, la dictadura impuso un neoliberalismo en que el capital, los empresarios, la empresa privada, tenían toda la libertad del mundo, pero los trabajadores estaban reprimidos, no había sindicatos, no había partidos políticos. Nadie representaba a las fuerzas laborales. Claro, se dio una explosión económicas que en las estadísticas mostraba un Chile que había progresado mucho económicamente.

-Y es así como Chile es tomado como país modelo de progreso....

De hecho, sí progresó, pero no hubo distribución equitativa de los recursos ni de las oportunidades. Todos se privatizó y eso fue un fenómeno que ocurrió durante la dictadura y que los gobiernos democráticos que sucedieron a la dictadura no lo cambiaron. Entonces, al final de octubre del 2019, ocurrió lo que se llamó “El estallido social”. Salieron millones de personas a las calles. Salieron porque llevaban medio siglo de increíble desigualdad económica y clasismo. Exigieron que se hiciera una nueva Constitución en la cual hubiera más equidad. Es que en Chile hay un puñado de gente que están entre las más rica del mundo, incluyendo el presidente de la república que tiene millones y millones en los bancos en cuentas secretas. Pero no solo es lo que han ganado durante tantos años sino también hay corrupción y, además, no han pagado impuestos. Luego viene una clase media que vive a crédito y hay una pobreza disimulada, que es la gente que vive marginalizada, como los pensionados, por ejemplo. Además, existe una economía paralela de la gente que no depende para nada del Estado. Son aquellos que venden salchichas en las calles, esa gente que no figura en la estadísticas consumiendo nada. Eso no puede ser en un país que es progresista y que, se supone, tiene tanto dinero.

El volcán social

-Chile es, geológicamente, un país de volcanes, pero nadie esperaba la erupción de ese social del 2019?

No se lo esperaba la clase dirigente, los empresarios, tampoco los partidos políticos. Los tomó a todos por sorpresa porque la gente que salió a las calles no tenían líderes políticos. No salió con una bandera de nada, no sabían por qué reclamaban al principio, hasta que fue evidente que lo que estaban reclamando era un cambio de estructura en el país, y para eso había que cambiar la Constitución. Entonces, una nueva Constitución viene tras la pregunta qué país queremos, cuáles van a ser las normas para cumplir con el sueño de este país. Entonces, vamos a hacer esas normas. Primera norma, paridad de género, mujeres y hombres son iguales en la administración del país. Segundo, todo el mundo, incluido los pueblos originarios, los LGTB, todos debemos estar representados. Este no es un país homogéneo, este país es diverso. Vamos a aceptar esa diversidad. Los recursos naturales deben pertenecer al pueblo, no pueden estar en manos privadas. Como estos, varios otros puntos de la Constitución podría cambiar la estructura del país, sin embargo nadie quiere tocar algunoss aspectos de la economía que sí han funcionado, porque no queremos otra Venezuela.

En la novela se dice: nos hemos liberado de la criminalidad de los delincuentes, ahora los crímenes los comete el Estado.

Esa es la verdad. Hay mucha gente que hoy en día añora el autoritarismo de la dictadura porque había más seguridad en las calles. A esa clase social, a esas familias en particular, no las tocó la dictadura, pero aquellos que vivieron la represión, prefieren la inseguridad de la calle a los crímenes con total impunidad del gobierno.

El hecho de que el nuevo presidente Gabriel Boric haya nombrado a la nieta de Salvador Allende como ministra de Defensa, ¿eso es como pararle el macho al poder militar?

No sé cuál es la intención en eso, pero es bien curioso. Primero, que sea mujer, después que sea nieta de Salvador Allende y educada en Cuba. Entonces, yo no sé cuál fue la intención y cómo lo va a poder hacer. Imagínate, entenderse con aquella institución que produjo el desbande de su familia, la muerte de su abuelo y un país en dictadura con 17 años. Creo que no va a ser nada fácil.

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.