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Cultural

Ruth Shady: “Mi padre vio que la Gestapo persiguió a mi abuelo y nunca más lo volvió a ver”

La reconocida arqueóloga acaba de ganar el Premio Nacional de Turismo por su aporte a la cultura y al desarrollo turístico en nuestro país. Aquí un acercamiento a su vida personal sin dejar de hablar de las batallas que libra con su equipo contra los invasores de la ciudad prehispánica de Caral.

La BBC de Londres consideró a Shady como una de las mujeres más influyentes del planeta. Foto: Unidad Ejecutora Caral
La BBC de Londres consideró a Shady como una de las mujeres más influyentes del planeta. Foto: Unidad Ejecutora Caral

La conocemos como “La guardiana de Caral”, la arqueóloga que ha descubierto una de las ciudades más antiguas del mundo. Sabemos de su profesión, de su ciencia, pero ahora hemos querido hurgar en su lado humano, su historia personal, sin dejar de hablar de su temple para defender de los invasores el sitio arqueológico de Caral. En ello, expone su vida y la de su equipo que, incomprensiblemente, no tienen el apoyo de la Fiscalía y la Policía para desalojarlos y trabajar con seguridad. Pero igual, ella, se mantiene de pie. Ruth Shady Solís acaba de ganar el Premio Nacional de Turismo otorgado por el Ministerio de Cultura y la Cámara Peruana de Comercio.

La BBC de Londres la consideró una de las mujeres más influyentes del planeta, pero, paradójicamente, en nuestro país no puede influir en la justicia peruana para que se cumpla la orden judicial de desalojo de los invasores de Caral.

¿Cómo fue su infancia? ¿Para muchos significa un paraíso perdido?

Soy sincera. Yo viví muy feliz toda mi infancia y todo esos años de vida, con el apoyo de mi padre. O sea, como era de Praga, admiraba mucho nuestro patrimonio cultural. Los fines de semana nos llevaba, junto con mi hermana, a conocer a los antiguos pueblitos donde se veía el contraste del patrimonio arqueológico y la población actual. Me decía “mira, hija, cómo vivían tus antepasados. Mira qué bonitas construcciones hacían y mira cómo las hicieron, se organizaban entre ellos. En cambio, miren cómo viven los pobladores ahora. Mira ese niñito no tiene zapato, mira su casita cómo está”. Y, claro, yo quedaba impactada de ver ese contraste del pasado y presente, cuando llegaba a mi casa me ponía a escribir sobre esas diferencias. Yo tenía nueve años.

Tenía su biblioteca...

En cada cumpleaños mi padre me regalaba una colección de libros. Desde muy pequeña conocí libros de cronistas. Recuerdo cómo me impactó la de Garcilaso.

Su padre llegó de Praga al Perú huyendo de la guerra...

Exactamente. Mi padre era ingeniero agrónomo, había estado estudiando en Praga. Él me contó que cuando la Gestapo ingresó a su casa, persiguiendo, primero que a nadie, a los catedráticos, su padre, que era catedrático, tuvo que huir por la ventana. Fue lo último que vio de él, nunca más lo volvió a ver. Mi padre murió a los 47 años. Nunca pudo superarlo. Su madre, camuflándose como sea, huyó con él hasta llegar al Perú. Aquí mi abuelita convocaba a todos los que había conocido en el viaje, pero a mi abuelo nunca más lo volvieron a ver.

Ruth Shady familia

Ruth Shady familia

Es gráfico, el abuelo saltando por la ventana a la nada...

Fue terrible esa historia. Le voy a contar algo, alguna vez conté esta historia cuando comencé a trabajar en el Museo Nacional. El director del museo me había invitado a trabajar. Pero al poco tiempo, un arqueólogo, que no estaba conforme con el cargo de investigadora que me habían dado, puso una serie de letreros al interior del museo en los que decía que yo era tal por cual, burlándose de la historia que había vivido de mi familia. Fue horrible lo que hizo el señor Rogger Ravines.

¿Y en el colegio tuvo señales de su vocación?

Estudié en el Juana Alarco toda mi secundaria y éramos seis aulas. De las seis aulas, tres eran de letras y tres de ciencias. De las seis aulas, yo era la alumna con más alta nota, por excelencia, y todos los años. La directora se preocupaba mucho por nuestra formación, organizaba un día de la semana grupos de trabajo de acuerdo a la posible vocación. A mí me preguntó a qué grupo quería pertenecer. Le dije que al grupo museo.

Su vocación saltó temprano.

(Risas). La directora inmediatamente organizó el grupo museo... ¿y sabe cuántas éramos?... ¡Solo dos! Y allí, una profesora nos llevaba a museos. Eso fue una felicidad. En la universidad, el profesor Javier Pulgar Vidal se preocupaba en llevarnos a conocer la realidad. Recuerdo que nos llevó de viaje con un vehículo de la universidad desde el litoral hasta la puna, una ruta transversal para que conociéramos las zonas ecológicas. Y eso era en estudios generales.

Pero usted se inició con estudios de educación...

Le voy a explicar. Cuando terminé el colegio elegí estudiar arqueología, pero mi madre me dijo “hija, eres mujer, no vas a encontrar trabajo de arqueología. Te vas a dar cuenta de que necesitas otra carrera por si no consigues trabajo en arqueología. Piénsalo. Primero estudia pedagogía”. Yo me puse a pensar y dije “mi mamá está equivocada”. Yo voy a estudiar primero arqueología. Y así fue. En las mañanas, Arqueología en San Marcos, en las tardes iba al ICPNA a estudiar inglés y luego regresaba a San Marcos a estudiar Educación.

Usted fue una rebelión...

(Risas). Mi mamá tuvo que aceptar. Mi papá me apoyaba en todo. Yo llegaba a mi casa a las 10 u 11 de la noche... y en esa época, pero yo era tranquila, vivía en Surco y allí teníamos todas las oportunidades.

Sé que su primera práctica de arqueología lo hizo en Chota y que su profesor tuvo que pedirle permiso a su madre para que usted viaje...

Efectivamente, me incluyeron para ir a Pacopampa, Chota. Le comuniqué a mi mamá y ella me dijo “no, en esas zonas no hay carreteras ni nada. Si el profesor quiere que tú vayas, que venga primero a pedirme permiso”. Entonces, le pedí a mi profesor que, por favor, hable con mi mamá. Y así fue, Pablo Macera convenció a mi madre y pude viajar.

Llegó a Chota, tierra del presidente Pedro Castillo, ¿confía en que moverá un dedo para resolver los problemas de Caral?

La verdad, no lo sé. Lo único que te puedo decir es que la ministra Gisela Ortiz le ha puesto atención, ha ido a Caral y les ha dicho a los invasores que esa tierra es un sitio arqueológico del Estado y no tienen derecho de estar allí. Y es verdad, porque tenemos los documentos desde el año 2002, cuando esas tierras fueron declaradas patrimonio de la nación. Desde el 2005 están en los Registros Públicos y desde el 2006 a nombre del Instituto Nacional de Cultura.

¿Cómo se originó la invasión del sitio arqueológico?

Es una historia larga que viene desde cuando este sitio se llamaba Chupacigarro. Hubo un señor, de apellido Solís, que no es mi familia, que llegó años después de la reforma agraria y como no le tocó tierra, invadió el sitio arqueológico, que entonces tenía cuatro nombres con Chupacigarro. Después, a Chupacigarro Grande le puse Caral por una historia que hallé en una crónica. Pero cuando llegué, el poblado también ya decía Caral. Bueno, ese señor Solís se quedó allí, pero como en esa tierra no había agua, se dedicó a trabajar para otros y convenció a sus hijos de que viajen a Barranca y a Lima, como suele ocurrir. Cuando llegué, en 1994, no había nadie, solo una casucha abandonada.

O sea, lo de ahora es otra invasión...

Claro, el problema comenzó con mucha fuerza después, el 2009, cuando Caral fue declarado patrimonio mundial. Un señor, de apellido Solís, vino a pedirnos trabajo y se lo dimos y ocupó una casa abandonada. En ese entonces, aún no conocía la historia del primer Solís, que ahora sus hijos reclaman tierra de Caral como una herencia de familia.

Hasta donde sé, hay una sentencia de desalojo de los invasores ya de hace años.

Sí, pero no se ejecuta. Nada ha cambiado y todo el equipo, incluida mi persona, estamos amenazados por estos señores que no respetan nuestro patrimonio.

El dato

Al cierre de nuestra edición, autoridades de los centros poblados del valle Supe –tenientes gobernadores y un presidente de tres localidades– han emitido un memorial firmado el 4 de diciembre en el que denuncian que en el centro poblado de Peñicos días atrás ha jurado una directiva que se autodenomina “Frente de defensa de los intereses del valle de la cuenca del río Supe-Ámbar”, presidida por el Sr. Iván Carlos Girón Sánchez. El memorial advierte que esta directiva no representa a los centros poblados porque no ha sido elegida democráticamente, que la desconocen y piden que no se dejen sorprender.

Este grupo sería una coalición de invasores del valle Supe, incluidos los del sitio Caral.

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.