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Rafael Gutarra: “La literatura desbloquea la mala memoria”

El escritor ha publicado La sombra del orongoy, una historia situada en una Piura del futuro, pero que no está libre del presente y pasado.

"Es necesario recordar, comprender y reparar lo que nos hizo daño", afirma Gutarra.
"Es necesario recordar, comprender y reparar lo que nos hizo daño", afirma Gutarra.

Por: Ana Isabel Seminario

No es de Piura, pero como si lo fuera. Hace más de treinta años Rafael Gutarra Luján llegó a esta tierra caliente, de historias y leyendas, que ha nutrido su imaginación y escritura como autor de ficciones. Pero, como casi todos los escritores en el Perú, de algo tiene que vivir. Gutarra Luján es profesor de Lengua y Literatura en la Universidad Nacional de Piura.

Como escritor, acaba de publicar La sombra del orongoy (Sietevientos Editores), una novela distópica. La historia situada en una Piura del futuro y está contada en tres tiempos diferentes, en los que la realidad se mezcla con los sueños y los recuerdos. Son, aproximadamente, 15 los días que realmente acontecen en la vida de Joshua, el narrador protagonista, quien en el intento de rehacer su vida escapa de la convulsionada ciudad para dedicarse a lo que ama: escribir. Mientras lo intenta, el pasado lo alcanza y el amor se vuelve sinónimo de poder. La sociedad estalla en violencia y los respiros que da frente a los otros personajes son siempre respiros de fatalidad, donde las aparentes víctimas son realmente los victimarios.

¿Qué simboliza el orongoy en la novela?

Cualquier hecho mínimo que afecta a la humanidad, a la tierra, al universo... El orongoy es un insecto que puede significar lo bueno y lo malo, o de algo tan pequeño que afecta a lo grande, de algo que ya no está bien en este mundo. Este bicho, polinizador de los cultivos de altura, es negro y rechoncho, al mismo tiempo es ágil y zumbador, y pica y causa dolor cuando se le aprisiona.

¿La fatalidad está marcada en la novela?

La fatalidad está enraizada en la realidad actual, en los hechos de la vida cotidiana. Solo las ganas de vivir, de sobrevivir, nos dan ánimos para continuar con la existencia. En la novela está signada como una pequeña distopía, prevista hace cuatro años, cuando empecé a construir la novela.

Todos sus personajes ejercen poder de alguna manera, ¿por qué?

Parafraseando a Miguel Gutiérrez, que decía que el amor es una relación de dominio, en la cual el que ama menos domina al que ama más. Sí, los personajes de la novela buscan mandar. Es que los seres humanos somos animales políticos: el poder es nuestro objetivo. ¿Quién no ha ejercido poder en su vida? ¿Quién no ha sido víctima del poder?

Somos una sociedad violenta...

La violencia nos permite reafirmarnos. Somos animales humanos, territoriales y dominantes. En todo momento nos mantenemos así. Que lo encubramos con posturas de buenos modales nos hace parecer una sociedad distanciada de la violencia. Pero no es así. Por miedo al otro, al diferente, al desconocido, sencillamente queremos controlarlo, someterlo, nunca nos es indiferente.

¿A qué nos lleva el acto de dominar?

A no establecer una buena comunicación y, finalmente, conduce al estallido de la violencia. Que, en plena pandemia, los jóvenes llamados Generación del Bicentenario hayan tenido la valentía de salir a las calles a manifestarse en contra de un presidente impuesto hasta sacarlo es un ejemplo de esto.

¿No hay espacio para el amor romántico ni para la amistad en su novela?

En la novela el amor no existe (o se está extinguiendo) y la amistad está deteriorada, incluso las familias están destruidas. Hay dos figuras: una del pasado, la familia del narrador y la familia de su amigo, Solim, que también está destruida; y, en la actualidad, la familia de la esposa de Solim también está destruida por la violencia. Yo creo que la familia nuclear ya no existe; más bien, hay una cierta cantidad de tipos de familias que funcionan de otra manera.

¿Existe influencia de Ernesto Sabato?

Claro que sí. También de Henry David Thoreau, eso de escribir sobre la vida en el bosque, apartarse del mundo urbano para llevar una vida al natural, para enfrentar los hechos esenciales y aprender lo necesario. Creo que cada personaje busca una vida original, en este caso, escapando hacia Huancabamba, Canchaque, Palambla o El Faique.

¿Es posible vivir con las heridas del pasado?

Salvo que no haya memoria, sí. Aunque no sé si eso es bueno o malo. En nuestro medio hay una vocación por el olvido, y tal vez eso permite la prudencia. Pero no sé… La familia, por ejemplo, bloquea los recuerdos que le hacen daño. Es un ejercicio de un poder que va de los padres hacia los hijos. En ese sentido, la literatura desbloquea la mala memoria. Es necesario recordar, comprender y reparar lo que nos hizo daño. Aunque finalmente no sabemos si lo que perdemos nos salva, o lo que nos salva se convierte en nuestra perdición.

Dato

El autor. Rafael Gutarra nació en Lima, en 1963. Estudió Educación en La Cantuta. Entre otros libros, ha publicado La muchacha de la sonrisa más linda del mundo, La novia fugitiva y La Chira.

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