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Cultural

El día que Nuréyev decidió ser libre

Homenaje. El coreógrafo francés Pierre Lacotte, amigo del gran bailarín ruso, cuenta, 60 años después, cómo el genio de la danza huyó del régimen soviético y se quedó en París.

“Yo le acompañé ese día, estuve presente en todo lo que sucedió”, rememora a EFE su amigo y colega de trabajo Pierre Lacotte. Foto: difusión
“Yo le acompañé ese día, estuve presente en todo lo que sucedió”, rememora a EFE su amigo y colega de trabajo Pierre Lacotte. Foto: difusión

“Quiero ser libre”, clamó el bailarín soviético Rudolph Nuréyev (1938-1993). Una frase pronunciada en inglés hace 60 años en el aeropuerto parisino de Le Bourget que cambió para siempre el destino de la danza occidental.

“Yo le acompañé ese día, estuve presente en todo lo que sucedió”, rememora a EFE su amigo y colega de trabajo Pierre Lacotte, de 89 años y todavía en activo como coreógrafo del Ballet en la Ópera de París.

La huida del draconiano régimen soviético de uno de los genios del ballet del siglo XX podía haber acabado de otra manera si no hubiesen convergido varias circunstancias. Una huida que además inspiró.

En aquel mayo de 1961, en plena Guerra Fría, Nuréyev, de 23 años, había impresionado al público y la crítica parisina con sus representaciones al servicio de la prestigiosa compañía Kirov, basada en San Petesburgo. Era su primer viaje fuera de la URSS.

Desafiando la vigilancia del servicio secreto soviético (KGB), el talentoso bailarín llevó durante aquellas semanas en París una vida de ocio, llena de cenas, almuerzos o visitas a Versalles.

“Yo le acompañé a varios sitios, estuve siempre con él”, recuerda Lacotte. También formaba parte del grupo de amigos una joven de origen chileno llamada Clara Saint, cuyo papel en el asilo de Nuréyev resultó ser clave.

El 16 de junio de 1961 debía partir con la compañía a Londres. “El día que se iba le llamé y le pregunté, ¿quieres que te acompañe?”, expone. “Y menos mal que fui”.

En el aeropuerto de Le Bourget, Lacotte toma un café con los miembros de la compañía, Nuréyev incluido. En ese momento, el bailarín se da cuenta de que no volará a Londres con el resto de la compañía sino a Moscú. El precio a pagar por su irreverente comportamiento en París.

“Si salgo de aquí no regresaré más a Europa”, dijo un asustado Nuréyev a Lacotte. Fue entonces cuando este último llamó a Clara Saint para ayudarlos.

Saint, que era la prometida de uno de los hijos del ministro de Cultura de la época, André Malraux, culminó el trabajo entrando en contacto con la policía francesa.

Fue entonces cuando el bailarín ruso pronunció, en inglés y ante unos agentes franceses, la célebre frase: “I want to be free” (quiero ser libre). La KGB no pudo hacer nada para impedirlo. Nuréyev estaba en suelo francés, la URSS perdía a una de sus emergentes figuras artísticas.

El resto ya es historia. “Aquel día lloró mucho, llamó a su madre, su padre no quiso hablar con él. Su madre le dijo ‘¿pero te das cuenta de lo que estás haciendo? Es muy grave’”.

A lo que él respondió: “Mamá, lo que no me has preguntado es si estando aquí soy feliz. Sí lo soy y eso es lo más importante”.

Nuréyev obtuvo estatuto de refugiado político en Francia y fue considerado un traidor en la URSS. Triunfó en los principales escenarios del mundo. Está considerado como uno de los mejores bailarines del siglo XX.

Solo regresó a su lugar de nacimiento en los años 80, cuando su madre estaba moribunda y en plena perestroika de Mijaíl Gorbachov.

Su apasionante vida y obra han inspirado a la literatura y el cine. El bailarín, una película de 2019 dirigida por Ralph Fiennes, ha sido una de las últimas en bucear en su recorrido.

Dato

Muerte. Nuréyev falleció de sida en 1993. Sus restos están en el cementerio ruso parisino Sainte-Genevieve, junto al nobel Iván Bunin y el cineasta Andrei Tarkovski.

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