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Cultural

Óscar Colchado: “Sendero cambió a los Andes”

Acaba de reeditar Rosa Cuchillo, pero ahora como novela gráfica. Aquí detalla algunos aspectos de la misma y ofrece su visión sobre la llamada novela de la guerra interna.

Sin pausa. Escritor Óscar Colchado Lucio actualmente escribe una novela sobre la Amazonía sumida en los conflictos armados de los años 80. Foto: Jesús Ruiz Durand
Sin pausa. Escritor Óscar Colchado Lucio actualmente escribe una novela sobre la Amazonía sumida en los conflictos armados de los años 80. Foto: Jesús Ruiz Durand

En la narrativa de Óscar Colchado, los mitos parecen decirlo todo. Su novela Rosa Cuchillo, ahora publicada como novela gráfica por Random Cómic, es una prueba. En ella ensambla los tiempos míticos y los tiempos presentes, y de manera intensa, como es en este caso la guerra interna que vivió el Perú.

¿Con su libro de cuentos Cordillera negra empieza a llevar de manera nítida lo mítico a tiempos presentes?

Sí, yo trato de hurgar de cómo el mito también se moderniza. Los mitos que yo escuché en mi infancia me sirvieron para tratar el mito, pero buscando siempre cómo había evolucionado. El mito también se moderniza, como el mito de pishtacos.

¿Cómo así?

Dicen que antes los pishtacos era hombres que esperaban a sus víctimas en los caminos y les extraían su grasa. Eso era en tiempos de los hacendados. Más tarde, en la época del terrorismo, el pishtaco se llamaba naqac, que era un militar, un sinchi. Más tarde, en Lima, aparece el sacaojos, que es el mismo pishtaco andino. Pero este pishtaco tiene apariencia norteamericana, camioneta 4x4 y va a los pueblos jóvenes y dopa a los pobres y extrae sus órganos.

Más allá de la anécdota, ¿cómo explicar los pishtacos?

El pishtaco nunca era gente del pueblo. Siempre era uno que maneja el poder. Pishtaco era el mismo hacendado, el militar. Eso de sacar grasa es una metáfora que viene de muy antiguo, desde cuando Wiracocha sale del lago Titicaca, en forma de gato. Y está en su nombre: wira en quechua significa “grasa” y cocha, “mar”. Es decir, Wiracocha “grasa del mar”. Por eso, el pishtaco siempre está asociado al poder.

Ha dicho que el germen de su novela es su bisabuela. Cuando tenía 16 años, se quedó huérfana y dormía con un cuchillo para defenderse de los posibles abusos de los hombres.

Sí, criaba un perrito y se guardaba bien en su casa. Se llamaba Rosa Josefina. Pero para mi novela también me sirvió el sueño de mi tía Anita. Un día me contó que soñó que había muerto. Y que estuvo en un cruce de camino y no sabía cuál tomar. Optó por el camino ancho, porque al fondo había una catarata y ella tenía sed. Cuando llegó, era un chorro que estaba al otro lado de un abismo. Ahí acabó su sueño.

Estas historias usted ensambla con mitos para narrar la guerra interna.

Es que toda esa creencia del mundo del más allá está latente. Hay quienes dicen que es un pensamiento mítico muy pasado, pero no. Para escribir Rosa Cuchillo entrevisté a mucha gente y me decían que para llegar a Dios hay que criar un perrito negro con ateojeras. Los mitos siguen vivos.

Los Andes de hoy

Los Andes ya no son los de Alegría ni de Arguedas.

La literatura andina está en una nueva etapa. Alegría y Arguedas fue un momento, aunque Arguedas ya hacía novela andina porque Chimbote era un conglomerado andino. La modernidad y Sendero Luminoso han cambiado a los Andes.

¿Ha dado lugar a una literatura de la guerra?

Sí, por supuesto. En los años 80 se escribieron muchos cuentos y a partir de los 90, novelas. Ahora se escriben cuentos y novelas de la guerra no solo en los Andes sino también en la Amazonía.

¿Cree que Miguel Gutiérrez en ese tema abrió un camino?

Creo que Miguel tuvo un poco de temor, porque él, vivencialmente, estaba conectado con los grupos que hicieron la subversión, su familia sobre todo. Yo creo que él tenía un poco de reticencia de abordar de acuerdo con lo que él conocía, porque él conocía mucho más que los escritores que hemos escrito sobre ese tema. En sus últimas novelas, se soltó más, pero no llegó a cuajar, digamos, en una novela representativa sobre ese tema.

Otros, como Cueto, Roncagliolo, Trelles, sí lo han hecho.

Sí, ellos desde su visión de citadinos cuentan el tema, pero cuando quieren ingresar a los Andes les resulta difícil. Es que para lograr representarlo verbalmente hay que vivirlo y conocerlo bien. Lo que han visto y escrito en Lima, me parece bien. Por ejemplo, Cueto tiene un cuento urbano sobre el tema y está bien contado. La hora azul es una buena novela como manejo literario. Conoce sobre la violencia, pero quizás falta conocer más el Perú profundo, como decía Arguedas.

La noche y sus aullidos, de Sócrates Zuzunaga, también lo aborda.

Sí, él sí conoce el mundo andino, conoce el lenguaje. Lo que falta en su novela, creo, es ensamblar el mito de manera profusa. Él es más un escritor realista. Y muchos escritores realistas han hecho un cuadro de la guerra, pero más se han quedado en narrar a Sendero mismo antes que reflejar el pensamiento del hombre andino.

Óscar Colchado

Óscar Colchado

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.