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Cultural

Miguel Ruiz: “No me atraen los personajes notables para hacer mis ficciones”

El escritor acaba de ganar la XXI Bienal de Cuento del Premio Copé 2020 con “El dedo en el disparador”. Asegura que le interesan más las historias de hombres cotidianos.

MIGUEL RUIZ EFFIO
MIGUEL RUIZ EFFIO

El trabajo de administrador le sirvió para sus narraciones. En realidad, fue una cantera para construir sus personajes, sus vidas e historias cotidianas, se convirtieron en materia prima de sus ficciones literarias. Miguel Ruiz Effio (Lima, 1977) acaba de ganar la XXI Bienal de Cuento del Premio Copé 2020 con “El dedo en el disparador”, un texto que narra una desgracia familiar en la que de por medio está un niño.

Miguel Ruiz Effio asedió el Premio Copé en cuatro oportunidades anteriores en las que fue finalista. “Desde que era muy joven veía que el Copé era un premio consagratorio. Pensaba si algún día se cumpliría el sueño de ganarlo. Era un clavito que quería sacarme”, dice.

Según las referencias, se trata de un accidente que cambia la vida de una familia...

Sí, hace más de dos años leí una noticia de cómo, en Estados Unidos, aumentaban las tragedias por casos de niños que accidentalmente disparaban armas y herían o liquidaban a miembros de sus familias. Por ese motivo, había un debate más sobre la tenencia de armas y la necesidad de prohibirlas. Eso me impactó bastante. Me quedé pensando cómo vive una familia después de una tragedia de ese tipo.

Cómo la tragedia o muerte viene de manos inocentes...

Exacto. Entonces quedamos en la encrucijada de qué hacemos con ese niño o agresor, más bien una víctima de los adultos que los educan así, o en todo caso les ponen al alcance de sus manos objetos a los que no deberían acceder.

Lo dejamos ahí, a esperar el cuento publicado... ¿La profesión de administrador le acercó a conocer conductas humanas?

Sí, justamente, como administrador trabajé muchos años en manejo de personal, atención al público, pude observar a las personas, a grupos humanos. Me veía confrontado a casos de trabajadores a mi cargo que cometían errores que no pensaba que esa persona podía hacer cosas deshonesta. O tenía que liar con clientes que eran prepotentes. Tenía que resolver, pero al mismo tomaba nota y eso me sirvió mucho para construir mis personajes. Ahora me dedico al rubro editorial. Pero sí, mucho de mi manera de observar a las personas viene de esa posición privilegiada que fue manejar personas.

Escrituralmente, ¿quiénes son o han sido sus brújulas en su trabajo narrativo?

Bueno, en principio, escribo cuentos. No es que haya decidido no escribir cosas más largas, pero ahora escribo cuentos, un género en el que me siento cómodo. Mis referentes: Julio Cortázar, Borges, Ribeyro y claro que Onetti, Ribeyro, García Márquez, etc. Luego descubrí a John Cheever, que ahora es mi autor de cabecera. Descubrí la literatura norteamericana y en ella la practicidad, en el buen sentido de la palabra, que tiene para narrar las cosas.

¿Leí que buscaba la atmósfera onettiana?

En parte, sí. A mí siempre me interesó la manera como construye atmósferas Onetti, esas atmósferas opresivas de derrotas, que en los cuentos de Ribeyro también se pueden apreciar. Esa atmósfera del individuo confrontado con una pequeña tragedia, que por muy ínfima que sea, no deja de ser tragedia. Siempre admiré eso y me llevó a querer hacer ese tipo de marco alrededor de mis personajes.

Ir tras la densidad humana.

Sí, pero ahora he puesto mi foco en personajes que podríamos llamar comunes y corrientes. Mi foco siempre va tras el individuo común, el obrero, el empleado. No he buscado, no me ha atraído encontrar personajes notables sobre los cuales escribir o ficcionalizar. Voy por individuos más comunes y más cercanos.

Precisamente, recuerdo su cuento “Simbiosis”, de obreros que viven de la tragedia de los cochebombas...

Sí, en ese cuento, y en otro, sobre un retablista, que habla del terrorismo en Ayacucho, abordo el tema de la violencia. En “Simbiosis” son dos obreros en Lima que se benefician de una situación trágica, que es reparar todo lo que destruye los cochebombas. Pero la narración va por el lado del beneficio, que si bien depende del primero, del terror, la narración refiere más en la rutina del trabajo.

A propósito, en La habitación del suicida, el tema del conjunto es la muerte.

Sí, era una época en la que estuve más impactado por la muerte. También está el tema del amor, la relación de pareja, como que los temas se realimentan entre ambos.

En La carne en el asador temáticamente es más diverso.

Sí, seguro por el bagaje ganado de la literatura norteamericana, busco ampliar el abanico de temas. Había descubierto, antes de que le dieran el nobel, a Alice Munro, entonces, por ese lado todavía las tragedias cotidianas seguían teniendo influencias para mejorar o aumentar lo que venía escribiendo.

La felicidad de un cuento depende mucho de cómo lo termina. ¿Qué prefiere, los finales cerrados o los abiertos?

Me gustan más los finales abiertos, porque permiten al lector alimentar su lectura cada vez que vuelve al cuento. En los cerrados, en general, depende mucho de la contundencia con la que se remata en las últimas líneas, y lo deja todo definido. La segunda lectura será el disfrute de la manera de cómo está escrito.

El dato

Ceremonia. La entrega de premios se realizará el martes 20 de enero 2021, 7.00 p.m., vía facebook live del Centro Cultural PETROPERÚ.

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.