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Cultural

Pablo Macera: “La vida es demasiado corta como para perderla en rodeos”

El recordado estudioso sanmarquino en esta entrevista habla sobre su vocación y el significado de la historia, de sus errores, de su amor por la biología y de los rigores del tiempo.

Por Santiago Forns

Corría el año 1996, Santiago Forns se propuso una misión: entrevistar a Blanca Varela, María Rostworowski y Pablo Macera. La presente es parte de la conversación con el historiador antes de trabajar juntos, además de Miguel Det, el libro Nueva crónica del Perú, siglo XXI. Forns ha tenido la generosidad de entregarla a La República en calidad de primicia. (Pedro Escribano)

¿Qué es la vocación para usted?

No estoy seguro si he tenido una vocación inicial muy clara por la historia. En la secundaria, era uno de los cursos que más me gustaba y me resultaba más fácil obtener calificación aprobatoria, pero yo he querido estudiar Biología, pero resulta que no tenía ninguna facilidad.

¿Le gustaba la ciencia?

No me interesaba ni la física ni la química. Me interesaba la biología, los seres vivos. Al comienzo no sabía si presentarme a letras o ciencias. Al final opté por presentarme a letras. Pero tampoco lo hice muy convencido. No sabía qué estudiar. Entonces pensé en dedicarme al Derecho. Llegué a concluir la carrera de Derecho. Este fue un camino que muchos siguieron, como Julio Ramón Ribeyro o Luis Loayza.

¿Qué ha representado para usted la historia?

Para mí la historia ha sido un modo de pensar o de entender las cosas.

¿Cada acto o cada cosa podría relacionarse con un origen?

No, pero yo recuerdo que, para explicar la presencia de una abuela mía italiana en el Perú, escuchaba como una de las explicaciones las acciones vandálicas de las tropas de Napoleón al norte de Italia experimentadas por esa abuela mía.

Por otro lado, en el Perú, la historia (como aquello que le ha ocurrido al padre o al abuelo de uno) produce efectos cotidianos en lo que le ocurre al hijo o al nieto, y esto, a su vez, es internalizado de un modo erróneo como si fuera una transmisión de responsabilidades o culpas, cuando simplemente es relación de causa efecto.

Para mí la historia siempre ha sido una devastación, por lo menos la historia familiar mía la he experimentado como una devastación, tal como me era transmitida con situaciones desagradables, conflictivas y no me gustaba mucho, sino que eran impuestas como un cuadro de referencia y yo he aceptado la historia como acepto mi estatura, como acepto el color de mi piel o de los ojos, como un hecho dado que yo no he elegido, y que si me hubieran dado para elegir, posiblemente lo hubiera hecho diferente.

La vocación tendría elementos de la historia familiar

Podría ser que de algún modo haya un comportamiento mágico que confunde el conocimiento con el poder de modificar la realidad que uno conoce, lo cual es absolutamente imposible en algunos casos. Yo conozco la ley de la gravedad, pero no puedo impedir que esa derrota ya haya ocurrido. En mi caso no creo que haya estado vinculado con ningún tipo de conciencia social o política en modificar el futuro para que no se repitiera el pasado. Era una acción contra el pasado.

¿Y qué del ser historiador lo ha llamado más?

La investigación científica por sí sola, aún sin el descubrimiento, es una inquietud, es un placer en química y en historia y es un placer que no es diferente al placer de los grillos que husmean en el pasto fresco o el de los felinos que están cazando y que no tiene que ver necesariamente con la alimentación, sino con registrar de modo más intenso el contacto con la realidad. A mí me ha interesado la investigación.

Usted es una persona aguda, ¿es una de sus cualidades como historiador?

Aquello que llamamos agudeza es una forma de categoría de conocimiento de comunicación que no está necesariamente en un historiador. Lo que sí yo creo es que la vida es demasiado corta como para perderla y para perderla en rodeos. Yo tengo la sensación de que si tengo que caminar por una carretera o ir por una trocha, prefiero ir por la trocha. Tengo una percepción de mis propias fuerzas. Sé que nunca he sido ni pretendo ser el general de un gran ejército. Podría ser el líder de una guerrilla, pero nunca de un ejército. Nunca voy a tener tanques, ni portaviones, ni decenas de miles de gentes, ni siquiera me tengo a mí mismo a mis órdenes.

¿Y la memoria?

Todos necesitamos la memoria, como el perro de Pavlov, al final, la memoria no es sino una forma más organizada de la sensibilidad frente a los peligros. Todo lo que hacemos es controlar la memoria para que no nos invada. Mucho más presente es el olvido. Debemos olvidar cómo fue la última forma en que me afeité, y la anterior y… Sería insoportable acordarse de todo, por ello tenemos la necesidad de olvidar.

En algún momento dijo que le gustaría vivir o trabajar en el campo. ¿Cómo podía conciliar toda su posibilidad intelectual con esa actividad?

Esto de vivir en el campo es una especie de sueño pesadilla. Uno nunca debe tratar de recuperar los paraísos perdidos o inventados. Después de muchos años traté de comprar una pequeña huerta, allí muy cerca de la chacra donde yo había nacido y de donde era mi familia, la experiencia no terminó siendo muy positiva para mí. De modo que, quizá este sueño de campo no sea.

¿Usted podría ser otra cosa aparte de historiador?

Soy historiador en el sentido en que ejerzo la profesión de historiador. Para mí la historia tal como la ejerzo no expresa la totalidad de las motivaciones que me condujeron a la historia. Lo que ocurre es que la historia era el único camino más o menos formalizado a través del cual esa tendencia mía podía expresarse. No sé qué otros caminos podrían ser.

Pero, usted escribió poemas…

Muy puntualmente, hace mucho tiempo y no en una forma disciplinada.

Y usted no se estará negando a hacer cosas que le provocan. ¿Qué le gustaría hacer?

Es posible, pero eso lo puede decir el 95% de los 5 mil millones de habitantes que hay en la tierra hoy en día. El porcentaje de seres humanos que realizan el 10% de sus potencialidades es mínimo.

Se ha dicho que la educación peruana, latinoamericana en general, huye del conflicto. Si hay un conflicto se trata de resolver dejando de hablar del tema. Usted parece de las personas que no huyen del conflicto…

Yo no huyo del conflicto. Jamás he huido del conflicto. Yo soy partidario de definir el conflicto. No me gusta tolerar el conflicto.

¿Le parece más útil?

En mi ser está no tolerar el conflicto. Pero además creo, estoy convencido y tengo argumentaciones que los conflictos no deben ser tolerados indefinidamente.

Si le preguntase en términos generales, ¿cuál es su vocación? ¿Cuál sería?

No estoy muy seguro si existe la vocación. O es un invento de los protestantes como alguna vez leí. Creo que todos tenemos vocaciones muy difusas.

Y por qué a pesar de todo lo que usted está diciendo yo pienso que la vocación de usted es dar cuenta de la historia, de señalar responsabilidades.

Es lo que he hecho. Pero quizá hubiera cumplido ese rol dedicándome a la economía. Quedémonos en lo que vamos a llamar mi actividad como historiador que parece coincidir con una mayor “vocación”, no estando yo muy seguro de lo que pueda significar eso.

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