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Cultural

Guillermo Martínez: “Lewis Carroll siempre prometía enmendarse”

El escritor argentino ha publicado Los crímenes de Alicia, novela en la que aborda zonas de niebla en la vida del autor de Alicia en el país de las maravillas.

Lewis Carroll
Lewis Carroll

Por: Pedro Escribano

Guillermo Martínez estudió matemáticas. Y parece un matemático. Discreto, preciso, exacto, pero solo hasta cuando uno le toca el nervio de su verdadera vocación: escritor. Entonces, uno advierte que ha trasladado mucho de las matemáticas para plantear sus obras de ficción en el género policial.

Con esa actitud y aptitud, Guillermo Martínez ha mirado zonas de niebla de Lewis Carroll y ha publicado Los crímenes de Alicia (Ed. Destino) (Premio Nadal 2019). La historia comienza cuando La Hermandad Lewis Carroll decide publicar los diarios privados del autor de Alicia en el país de las maravillas. En los cuadernos originales, faltan algunas páginas. Una becaria descubre una hoja, que es la clave de las páginas perdidas. Pero esta no se llega a conocer, pues ocurren una serie de asesinatos que el profesor de lógica Arthur Sheldon y el estudiante argentino G, alumno de matemáticas, buscan investigarlos.

En Los crímenes de Alicia, además del tema policial, ¿hubo una intención de merodear la vida de Carroll, sobre todo su relación con las niñas, con Alice Liddell, y de las fotografías que él les tomaba?

Sí, por supuesto. Es una novela policial que tiene dos intrigas. Por un lado, la intriga alrededor de los crímenes que ocurren en las inmediaciones de la hermandad de biógrafos. Por otro lado, la intriga de quién fue realmente Lewis Carroll y cómo pensar su relación, sobre todo, con las niñas de acuerdo a su época. La novela es una tormenta de rayos y centellas que se anidan sobre la figura de Carroll. También es verdad que era una época muy diferente, ahora se lo ve de otra manera. Lo mismo ocurre con las fotografías, que tienen un significado totalmente diferente de su época.

El policial trabaja con las veladuras, ¿el diario de Carroll da señales más que las biografías?

Para mí, sí. Hubo un detalle que me llamó muchísimo la atención y que es uno de los fundamentos para la novela. Es cuando él relata la tarde en la que se van a pasear al río con la familia Liddell, con las tres niñas. Después él regresa con las chicas a solas en un tren. En su diario escribió “una tarde muy placentera, con un muy placentero final”. Eso está subrayado en el diario original. Esos son los pequeños matices que yo rescato de los diarios.

¿Pero no hay nada explícito?

En los diarios no hay demasiada información, son diarios íntimos, no dicen nada de sus sentimientos, pero sí hay, y esto me resultó muy curioso en la construcción del personaje, ruegos constantes a Dios, prometía enmendarse, la sensación del pecado. No necesariamente el pecado en la forma carnal. Carroll tuvo un gran dilema a lo largo de toda su vida respecto a su condición como profesor y religioso, pues en Oxford los profesores eran clérigos. Pero a él le gustaba el teatro, publicar artículos satíricos en las revistas, hacer inventos. No se sentía del todo un religioso. Ese fue su dilema.

Usted concibe su novela a partir de una hoja con anotaciones.

Totalmente. Hay un pedazo de papel donde está anotado en frases muy breves el contenido de la hoja arrancada. Allí está la clave.

¿Esa frase existe?

Esa frase es tal cual yo lo pongo en la novela. Ese es el hecho documental. Yo dividí la novela, para mí, en una parte que tiene que ver con toda la información que se da sobre Carroll. Todo eso es documentado y chequeado. Traté que eso fuera muy serio y fidedigno. La otra parte, la trama policial, la creación de la hermandad y lo que ocurre alrededor de esta chica que descubre el papel, es ficticio. Pero el pedazo de papel, la frase, la fecha, es real.

¿Ese pedazo de papel ha puesto en cuestión la biografía de Carroll?

No tanto como yo insinúo en la novela. Pero, para la mujer que descubrió esto, que fue Karoline Leach, sí tenía esta idea. Cuando ella descubre este papel y publica un artículo, se enfrenta a los miembros más prominentes de la Sociedad Lewis Carroll real y hay una polémica que se puede seguir en artículos de los diarios. Ella tenía la tesis de que Carroll no estaba necesariamente solo interesado en las niñas, sino que, a lo largo de su vida, en mujeres jóvenes más grandes. Ella piensa que estaba demasiado etiquetada la figura de Carroll con niñas, pero que a lo largo de su vida y un poco más adelante, el periodo en que conoce a Alice Liddell, tuvo relaciones con otras mujeres.

¿Qué condena a Carroll de sospecha de pedofilia? ¿Las fotos?

Hay fotos que son inquietantes, perturbadoras, me parece a mí. Hay algunas fotos que están trucadas también. Hay que tener cuidado, yo documento una que se puede ver online. Es trucada.

Es una calumnia a Carroll…

Sí. Yo creo que hubo ciertos rumores sobre hacia el final. Las fotos que hizo Carroll a lo largo de su vida no son particularmente escandalosas, para nada. Retrataba a grupos familiares, a los chicos en distintos disfraces, pero al final de su vida, hizo una serie de fotos junto a Gertrude Thompson, en donde él gestionó incluso un estudio privado. Yo creo que ahí empezaron a circular algunos rumores y él abandona de inmediato la fotografía. Ese es el periodo posiblemente en el que aparecen estas fotos más ambiguas. De todas maneras, hay otro tema que está dando vueltas en la novela, es que no estaba la idea de infancia tal como la tenemos ahora. O sea, las niñas a los 11 años ya se comprometían, a los 12 se podían casar; las madres estaban buscando candidatos para sus hijas. Esto para las clases altas. En las clases bajas, ya los niños iban a trabajar. A los 9 años ya eran trabajadores. Es la época en que Marx analiza la muerte de los fosforeritos, trabajadores en la fábrica de fósforos que morían como moscas.

Era el tiempo de las fotos niños-ángeles.

Hay muchos elementos, las muertes de niños que había en todas las familias. Todas las familias tenían un hijo muerto, había esta representación de niños como ángeles. El desnudo vuelve en la época victoriana. Está prohibido después de una época, cuando se pone de moda la fotografía comercial y empiezan a aparecer desnudos en las vidrieras. Se crea una sociedad para supresión del vicio y el desnudo vuelve en unas tarjetas navideñas que hace esta mujer Gertrude Thompson, que representa a los chicos como ángeles, a las niñas como pequeñas hadas. Toda una idea de mundo esférico. Ahí Carroll vuelve a hacer sus desnudos infantiles.

¿Estética del desnudo?

La desnudez infantil no era tabú en esa época. Nuestra mirada parece más represiva nuestra a la distancia. Los chicos corrían desnudos en la casa cuando se disfrazaban. Lo menciona el propio Carroll. No hay tema con la desnudez infantil como lo hay ahora. En mi infancia, la desnudez infantil no era un tema. Todos tenemos fotos que nuestros padres nos han tomados desnudos en la playa. Era común. No había un tabú.

Podemos decir que la época ha cambiado y en esa medida se condena a Carroll…

Por supuesto. Por eso incluyo en la novela el personaje de Henry Haas, que es como si fuera un Carroll en la época contemporánea y que la pasa muy mal.

¿Hay muchas correspondencias entre ese alumno argentino G. y usted?

No. Eso siempre está. Es lo que yo llamo un pie, primer pie de verosimilitud. Tomar algunos elementos de la autobiografía para sentirme cómodo al escribir. No necesariamente eso tiene después un correlato con lo que me pasó a mí.

¿Ha sido una comodidad que Carroll fuera matemático y usted también?

Sí. Me interesaba en ese sentido. Me parecía que yo podía entender una cantidad de cuestiones relacionadas con estos dilemas que tuvo en su vida. Él tenía varias pasiones a la vez. A mí también me pasó, la literatura, la matemática, las obligaciones académicas. Creo entender ese dilema.

“En una época pensé que no podía escribir policiales”

¿Y cómo así su vocación por el policial?

Eso fue más extraño. En una época pensé que no podía escribir policiales a pesar de que me había gustado leer novelas policiales en la adolescencia. Pensé que mi literatura iba a ir por otros carriles. Incluso me preguntaron qué género nunca escribiría y yo puse género policial. Sucede que al volver de Oxford, se me ocurrió el tema de mi novela anterior, Crímenes de Oxford. Y me pidieron para un portal de estudiantes una nouvelle que pudiera subirse en episodios. Así fue el nacimiento de la novela policial en mí. Entonces, empecé a escribir los primeros capítulos de mi novela Crímenes imperceptibles.

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